La zafiedad del imperio

Por Nònimo Lustre
Sea por deformación profesional o quizá sea por aprendizaje del gusto, pero aprecio la cultura gringa… exactamente lo mismo que aprecio todas las demás culturas (que cada quisque entienda cultura como le guste) Pero, por suerte o por desgracia, salvo unas pocas sociedades marginadas por su propia voluntad, las culturas actuales son resultado de infinidades de mezcolanzas nacidas de infinitos robos, saqueos y de esas tergiversaciones que pudorosamente llamamos apropiaciones indebidas. De éstas, hay muchísimas, tantas que hasta las debemos clasificar según grados estéticos. En el menos delicado dellos -no necesariamente el más feo-, anida la zafiedad: Zafiedad con mayúscula cuando llega al asesinato -individual o, más comúnmente, colectivo.
La zafiedad
La zafiedad es hija primogénita de la Fealdad; por ello, hemos escrito “no necesariamente” la más brutal es la más fea. Porque toda esa familia es fea pero, vuelta la burra al trigo, siempre hay grados: depende del grado de apropiación indebida. Por ejemplo, el arte de las Cícladas (3300-2000 ane), representa la cumbre del arte helénico porque superó el naturalismo gracias a la estilización. ¿Qué necesidad había de volver al pasado?: ninguna, excepto el depravado gusto de unas élites esclavistas que, comme d’habitude, anhelaban retrasar el reloj estético perpetrando una apropiación indebida y constituyendo ansí una primera demostración de que la estética del Poder se nutre de fealdad -para nuestra desgracia mediterránea, una lacra que se prolonga hasta hoy, como bien saben el mercado del arte y los museos oficiales.

Por otra parte, ejemplos de Zafiedad los hay a diario; sin ir más lejos, hace unos días, burlándose de sus propias normas dizque democráticamente avanzadas (¿), los sionistas asesinaron a cientos de gazatíes porque el zafio necesita matar con sus propias manos aunque se materialicen no en el cuchillo de Abraham sino en prosaicos botones. Otrosí, en España, Noelia, mujer veinteañera en perfecto uso de su voluntad, pide su propia eutanasia pero, por el sadismo de los ‘abogados cristianos’ de su padre, lleva meses sufriendo innecesaria e ilegalmente. En este caso, los torturadores dicen obrar por amor: exactamente, la misma patraña que pregonan todos los asesinos -especialmente los religiosos, cristianos u otros- pero que, en este caso, podríamos profundizar investigándolo como el amor a la propiedad familiar personificado en esa categoría de delincuencia que encarnan los padres padrones.
Hoy estamos convaleciendo de una pasajera socialdemocratitis -tierna infección europea que no galvaniza el ánimo. Por ende, estamos flojos de alma hasta el punto de delirar concediendo por pura bonhomía que la zafiedad, con minúscula, es el signo específico de la segunda presidencia del equipo de Trump (en adelante, Drumpf III, por ser nieto de Drumpf I, el proxeneta y racista inmigrante que fundó la saga trumpista) Por tal tontuna y puesto que este artículo sólo va de estética, no escribiremos Zafiedad con mayúscula aunque, dada la perversidad del equipo presidencial, bien lo merecería -la Ética y la Estética son entidades cuasi imposibles de diferenciar. En el caso de Drumpf III, ahíto de cadáveres, el POTUS de marras prefiere (por ahora) regar la mandrágora de su estrambótico pacifismo lo cual, en su caso, significa que otros maten a distancia -de hecho, también es un mero experimento para calibrar la guerra universal por drones.
La xenofobia -generalmente presentada como aporofobia u odio a los pobres-, del equipo Drumpf III es muy escandalosa. Llegados a este punto, dejamos la teoría para deslizarnos a la didáctica gráfica: puesto que las consecuencias criminales de este gang tienen multitud de comentaristas, pasemos a señalar aquellos detalles en los que la Maldad asoma al través de la zafiedad. No hace falta esperar a los bombardeos sobre Gaza ni tampoco a la (no)eutanasia para subrayar que España es un país católico -léase, inquisitorial- mal que le pese a la Constitución, a la distribución geográfica de los creyentes o, simplemente, a la experiencia cotidiana. ¿Cómo se verá afectada por el rampante fascismo de la UE y, concretamente, de los EEUU? Suponemos que algunos románticos creerán que, siendo herejes los gringos, en algo menoscabarán la ominosa ubicuidad de la Iglesia católica. Ilusos… ¿aún no han aprendido que perro no come perro?
Olvidémoslos para centrarnos en la genealogía de la zafiedad drumpfiana. Creemos que es una opción didáctica oportuna porque, como ocurre en la muchas veces estudiada influencia europea en la cultura popular gringa -ya saben, de Perrault y Grimm hasta Disney-, la degeneración de aquellas fantasías decimonónicas es un agrio regüeldo que Jólibu Inc. nos hace vomitar a diario. Pues bien, peor es que los gringos actuales justifiquen (¿) su zafiedad ornamentándola con referencias europeas.
POTUS hórrido (perdón por la tilde)
Aquellos barros nos trajeron estos lodos. Los Grimm fueron defenestrados hace añales pero la zafiedad de los robos gringos alcanza hoy rasgos aún más perniciosos para nuestra salud mental -y no digamos la oftalmológica.

Por si alguien está interesado (lo dudamos) en la intrahistoria de estas notas, un aviso: fueron suscitadas por la horrífica visión de la repisa del despacho Oval. Sí, no es lo más zafiamente perpetrado por Drumpf III pero sí lo más hortera que hemos encontrado y nos han parecido sugerentes por lo que tienen de nuevorriquismo. O, quizá, porque el resto de las anteriores ilustraciones caben en cualquier almacén de la cultura pop. Contradiciendo a Lady Godiva, hasta los ciegos llorarán por su ventura.
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