“Laguardia negra”, de Manuel Blanco Chivite
Lo más difícil, seguramente, a la hora de escribir una novela es crear una sensación de realidad, hacerla creíble. Si en cualquier tipo de ficción, incluso en la fantástica, esto es un componente importante, en el caso de las novelas policiacas el resultar verosímil se convierte en fundamental. Y, en gran medida, este es el reto sobre el que se construye una novela como Laguardia negra.
Su argumento es muy distinto, casi radicalmente opuesto, a lo habitual en las novelas policiacas. Un escritor (mediocre escritor) arriba a un pequeño pueblo de la Rioja alavesa con el encargo de escribir una novela de temática criminal. El encargo, enseguida sospecha, le va a resultar poco menos que imposible, ya que pronto se echa de ver que en aquellos pueblos recogidos en sí mismos, en aquellas viejas villas rebosantes de gastronomía, arquitectura y tradición, la vida es demasiado tranquila como para que ningún delito (y mucho menos un delito de “potencial” novelístico) vaya a perturbarla. El protagonista se encuentra, de pronto, en el otro extremo de la literatura negra, en el terreno más alejado de esos grandes escenarios urbanos y trepidantes en que se han sustentado las mejores novelas de este género. Para colmo (por si cupiera algo más), el protagonista-cronista de esta historia es, como se ha dicho, un escritor mediocre, consciente, además, de su mediocridad, de sus limitaciones creativas; un tipo seguro por completo de que le resultará imposible extraer de debajo de esas piedras centenarias, cubiertas de musgo y de huellas medievales, una buena historia, una historia creíble con que rellenar las doscientas páginas que le han encargado.
Una admirable novela, original y arriesgada, que sin duda será del gusto tanto del lector aficionado al policiaco como al de esas novelas sólidas sobre cuyo final, lejos de olvidarse apenas se lee, uno queda recapacitando durante largo tiempo.
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Laguardia negra. Manuel Blanco Chivite. El Garaje Ediciones (Madrid, 2011)
Manuel Blanco Chivite (San Sebastián, 1945), escritor, editor, y sobre todo apasionado del “género negro” (autor, entre otras, de una magnífica biografía de Manuel Vázquez Montalbán) parece haber intentado el “más difícil todavía” en esta Laguardia negra, su última novela. Y pese a lo arriesgado de partir desde las antípocas del género, la novela finalmente resulta, sin que Blanco Chivite haya tenido que recurrir a trampas argumentales o a situaciones rocambolescas. Antes al contrario, funciona gracias a la incursión que el autor hace en la verdad de sus protagonistas, en sus historias auténticas, ocultas y calladas, esas historias que todos llevamos dentro pero no nos atrevemos a mostrar, por miedo a las consecuencias que podrían desatarse. Funciona, en resumen, a fuerza de bucear en la hondura de los personajes, al margen de persecuciones y tiroteos efectistas (aunque, como es lógico, haya de existir el crimen que justifique su inclusión en el género), y al margen también de juegos presuntamente virtuosos con el estilo, refugio muchas veces del autor que poco o nada tiene que decir. De manera directa, es más, de manera completamente descarnada afronta Chivite la historia de Laguardia negra, y es esa propia manera incruenta de escribir lo que finalmente dota a la historia de sentido.