Las palabras están para cumplirlas
Juan Gabalaui*. LQSomos. Abril 2016
Del dicho al hecho hay gran trecho. Y no hay nada como las redes sociales para llenarla de palabras que solo buscan ser leídas. Construir una imagen que no importa que difiera de lo que es porque a nadie le importa. Si fuera por lo que se ha escrito en estos últimos años, la revolución estaría en marcha. Criticamos acertadamente lo que los políticos dicen y señalamos la distancia que les separa de sus acciones. Ya no nos dejamos engañar por sus bonitas palabras. O eso decimos.
Lo cotidiano está hecho de pequeños y grandes actos políticos. Nuestro parlamento son las reuniones de vecinos, las asambleas, las relaciones que establecemos con las personas que nos rodean, las decisiones que tomamos sobre cómo vivimos, el compromiso y la acción local. Somos políticos sin partido, que no necesitan pasar por costosos procesos electorales ni dar ruedas de prensa. Simplemente vivimos en nuestro barrio y nuestro comportamiento ayuda a configurar el tipo de sociedad que tenemos.
Vivir y construir algo en común se apoya en la confianza en los otros y las palabras son las herramientas con las que creamos esperanza y nos hacen avanzar. Pero las palabras están para cumplirlas. Los discurso vacíos y el donde dije digo, digo diego crean desafección y que cada uno vaya por su lado. Nos convierte en cínicos, en descreídos, en ateos de la fraternidad. La fe en la humanidad es una postura que está constantemente cuestionada. Recomponerse y volver a creer es casi un imperativo personal.
Hace tiempo que valoro a las personas por lo que hacen y no por lo que dicen. Han sido demasiadas decepciones como para dejarse engatusar con la retórica de los que saben qué tienen que decir o qué se quiere escuchar. Enfrentarnos a situaciones clave nos revela quiénes somos y, en muchas ocasiones, contradice lo que creíamos que éramos. Espero a que aparezcan para saber quién soy pero también para saber si eres o no un palabrero, si se puede contar contigo o eres prescindible.
