Las vueltas del caracol
Por Silvia Ribeiro*
Este 17 de noviembre 2023 se cumplieron 40 años de la fundación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en Chiapas, México. El mundo los conoció 10 años después con el levantamiento del que pronto se cumplirán 30 años, el primero de enero de 1994, fecha grabada en el corazón, las experiencias y la memoria colectiva de pueblos, comunidades y organizaciones en las más vastas geografías del planeta
La segunda fecha, al mismo tiempo fatídica porque entró en vigor el TLCAN, primer tratado internacional mal llamado de “libre” comercio, para imponer legalmente los abusos de las corporaciones trasnacionales. Desde entonces y en su continuación con el T-MEC no ha parado de ser fuente de malas noticias para los pueblos, especialmente en México: ahora mismo funciona como marco protector y de resonancia de injustas demandas multimillonarios de empresas contaminantes contra el Estado y trabaja para obligar a la población mexicana a comer maíz transgénico, glifosato y demás venenos que manden las empresas.
Con ese telón de fondo, el levantamiento zapatista significó para muchas y muchos un rayo de luz, un alivio, un respiro: pese a las enormes fuerzas del capital y todas sus injusticias, las y los más pequeños, aquellas que parecían estar en el olvido de la tierra y la historia, se rebelaron sin cortapisas, con sus manos, palos, mucha decisión, mucha organización y algunas armas. Plantaron bandera y un enérgico ya basta, con el que compartieron al mundo una pequeña parte de lo que venían construyendo hace años.
Plantaron desde entonces mucho más que banderas. Autorganizados en miles de comunidades sobre un territorio que en extensión supera a muchos países latinoamericanos y caribeños, las comunidades zapatistas y sus mutables, pero sólidas formas de organización, han ido afirmando sus economías, formas de producción, distribución y consumo, agroecología, sistemas de educación, de salud, de construcción, de cultura, deportes, de justicia, de intendencia, de gobierno. De defensa, a través de un Ejército que manda obedeciendo a las comunidades, que es fijo y cambiante al mismo tiempo.
Nuevas generaciones de mujeres, hombres, jóvenes, niñas, niños, se han formado en esa realidad de justicia y autonomía, de cuestionamiento de la dominación, de solidaridad cotidiana, de autorganización, de reflexión y creación. Crecieron desde las culturas e historias de pueblos indígenas tseltales, tojolabales, tsotsiles, choles, mames, zoques, en encuentro –o colisión– con otras ideas y voces con las que escuchan, piensan, dialogan, confrontan. Son las y los mismos que toman la sabiduría e historia de los pueblos y a su vez son otras y otros, se transforman y construyen, se reinventan todo el tiempo.
Han organizado durante estas décadas muchos encuentros internacionales y nacionales en su territorio y en el de otros, con las y los hermanos del Congreso Nacional Indígena y otras organizaciones y pueblos de abajo, amplios y fecundos encuentros de mujeres, de artes, de ciencias y un sinfín de escuchas, testimonios, reflexiones para entender el mundo, las opresiones en cada abajo, las dignas rabias y también las construcciones en otros horizontes.
Los pueblos zapatistas han construido este universo en un medio hostil de muchas formas, con el hostigamiento del ejército, de gobiernos, medios, paramilitares. Han sufrido y sufren ataques y asesinatos. Ahora mismo asediados por el polvorín de militares y crimen organizado que es Chiapas, por el despliegue de los megaproyectos del gobierno como el mal llamado Tren Maya y las nuevas compuertas de contaminación y tráfico que abren.
Con sus jóvenes 40 años y más, anuncian ahora que en proceso de discusión y elaboración de 10 años entre todas sus bases e instancias, han cambiado nuevamente sus formas de organización de gobiernos y gobierno zapatistas. Ya no existirán los llamados Municipios autónomos rebeldes zapatistas y las Juntas de Buen Gobierno, se transforman en Gobiernos autónomos locales (GAL) en cada comunidad, colectivos de estos GAL, y otras formas de coordinación en las que esos colectivos de GAL se reúnen hasta gestionar todo el territorio. Remarcan que aumenta así la capacidad de decidir desde abajo, y que son las bases las que designan, llaman o revocan a las autoridades. También han cambiado la estructura y disposición del EZLN (https://bit.ly/40GoDG1) para aumentar “la defensa y seguridad de los poblados y de la madre tierra” en caso de agresiones, ataques, epidemias, invasión de empresas, ocupación militar, catástrofes naturales y guerras (https://tinyurl.com/2cj2eafy).
Es uno de los aspectos más notables de las comunidades zapatistas y el EZLN, que es esencial a toda forma de autonomía: su capacidad –por decisión y cuidado– para analizar, cambiar, recrear permanentemente sus estructuras de organización y de gobierno, una capacidad que se basa en la participación desde y hacia las bases de las comunidades.
El movimiento zapatista, con su permanencia, profundidad y mirada a largo plazo en pasado, presente y futuro, es una de las experiencias más valiosas de la humanidad, que junto a la resistencia de los pueblos del Sahara, de Palestina y otros indígenas, nos enseñan, sin proponérselo, a caminar en la oscuridad de los tiempos que vivimos.
* Investigadora del Grupo ETC.
“La Jornada”
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