Licencia para contaminar (y disparar la factura de la luz)
Por Fátima Martín*. LQSomos.
Licencia para contaminar. Es la lógica que rige el mercado europeo de carbono, creado presuntamente para pilotar la transición hacía energías más ‘verdes’ en la Unión Europea (UE). Convertido el CO2 en un producto financiero, su especulación está directamente relacionada con la escalada del precio de la luz
Especulación en el mercado europeo de carbono
Una quinta parte del elevadísimo aumento del precio de la electricidad en la primera mitad de 2021 se explicaría por el encarecimiento de los derechos de emisión de CO2, según un informe del Banco de España fechado el pasado mes de agosto [1]. El documento atribuye dicho encarecimiento de los derechos de emisión de CO2 a los cambios recientes en los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en Europa. Y añade que “aproximadamente la mitad del aumento de los precios en el mercado de generación de electricidad sería consecuencia de la elevación del precio del gas”.
El informe del Banco de España explica además que el traslado a los precios minoristas no es el mismo en los distintos países de la eurozona por diferentes características como la regulación y el sistema de fijación de precios. “En concreto, en el caso español, la traslación ha sido particularmente elevada. (…) Por el contrario, el impacto habría sido notablemente menor tanto en el conjunto del área del euro como en sus tres principales economías”, concluye.
Pero volviendo al mercado de carbono de la UE ¿qué es y cuál es su relación con el precio de la luz? El mercado europeo de CO2 es un sistema de compraventa de cuotas de derecho a contaminar. La Comisión Europea (CE) establece el número de cuotas, cada vez más escasas, y por tanto cada vez más caras, presuntamente para incentivar la transición hacia energías más limpias. Pero cuanto más caro sale contaminar, más se disparan nuestras facturas de la luz. Veamos por qué.
La electricidad es especialmente sensible al encarecimiento de las emisiones de CO2, porque el mercado eléctrico europeo fija el precio en función de las últimas tecnologías utilizadas para generarla, que suelen ser las más contaminantes, y las que más pagan por sus emisiones. Y, claro, esto repercute en la factura. De igual modo, el aumento continuado del precio del gas afecta directamente al precio de la electricidad y también repercute en nuestros bolsillos. Además, tal y como señala el Banco de España, hay diferencias entre países, por su infraestructura energética. España es uno de los que tiene una mayor volatilidad de precios.
Así pues, cuanto más se usan energías como el gas, que es contaminante, más emisiones hay que comprar, más se disparan los precios y más altos son nuestros recibos de la luz. En el actual contexto de pandemia, se han sumado las turbulencias internacionales en el mercado del gas, la especulación alentada por las políticas europeas en el mercado de carbono y las carencias energéticas de una UE que dice que quiere ser verde pero no lo es.
Las intervenciones de la UE en el mercado de carbono disparan la especulación
Hay un mercado internacional de emisiones de CO2, pero el europeo es el primero a nivel mundial. Denominado Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la UE o EU Emissions Trading System (EU ETS) [2], se puso en marcha en el año 2005. En 2018, la Comisión Europea intervino en este mercado para contrarrestar una caída de precios que hacía poco interesante el mercado del carbono europeo. Y creó la Reserva de Estabilidad, que funcionaría de forma muy parecida a un banco central, regulando el número de derechos de CO2 en circulación. De modo que ese año, las cuotas de CO2 se convierten en un instrumento financiero más regulado por la Directiva sobre Mercados e Instrumentos Financieros (MiFID2). Los especuladores entendieron que éste sería un mercado cada vez más escaso y por tanto rentable. En la actualidad hay más del triple de actores financieros no vinculados directamente con los derechos de emisión, no industriales, que en 2018.
En septiembre de 2020, con los precios aún recuperándose del confinamiento causado por el coronavirus, la UE anuncia que aumenta los recortes de emisiones para 2030 del 40% inicialmente previsto al 55%. Esta nueva intervención de la UE en el mercado de carbono vuelve a disparar la especulación. De hecho, el objetivo de este mercado de emisiones es tender hacia precios altos.
Más recientemente, el pasado mes de julio, la CE propuso recortar los derechos de emisión gratuitos del transporte aéreo, integrar el transporte marítimo en el sistema y crear un segundo sistema de emisiones para el transporte de carreteras y la calefacción de edificios [3].
Ante la escalada de precios, que está golpeando duramente a los hogares más afectados por la pobreza energética, algunos países han pedido a la UE adoptar medidas excepcionales. Algo a lo que la UE se ha opuesto, argumentando que las intervenciones arbitrarias afectarían a la credibilidad del mercado de cara a los inversores y desincentivaría la inversión en tecnologías menos contaminantes. Sin embargo, ante la actual crisis de precios, “Bruselas ha aceptado revisar el papel de los actores especulativos y tiene en sus manos el artículo 29.1, que permite a la Comisión intervenir cuando el precio del CO2 se dispara al triple de la media de los últimos dos años”, ha publicado Euronews [4].
Que los altos precios de la energía ya están afectando de lleno a la inflación en la UE es algo que ya reconoce hasta el Banco Central Europeo (BCE). El pasado 8 de enero, Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, sugirió que el BCE podría tener que actuar si las subidas de precios de la energía son más persistentes [5].
“La energía ha sido el factor principal detrás del fuerte aumento de la inflación general de los precios al consumidor en la zona del euro, con el IAPC (Índice Armonizado de Precios de Consumo) situándose en el 5,0% en diciembre de 2021 según la estimación preliminar de Eurostat, que fue el nivel más alto registrado desde que se estableció el euro, introducido en 1999. Entre abril y diciembre de 2021, la energía contribuyó, en promedio, más del 50% a la inflación medida por el IAPC. Por lo tanto, la transición energética plantea riesgos alcistas medibles para nuestra proyección base de inflación a medio plazo”, afirmó [6].
Pero la ejecutiva del BCE no supo dar soluciones, más allá de señalar que los países deben seguir apostando por la transición verde y a la vez tratar de proteger a los consumidores más vulnerables. Según los datos aportados por Schnabel, ya en 2020, el 8% de la población de la Unión Europea (UE), o alrededor de 36 millones de personas, dijeron que no podían mantener su hogar adecuadamente caliente.
Eso sí, el BCE siempre está vigilante para que el aumento de los precios de la energía no se traslade a los salarios: “Hasta ahora no hay señales de efectos secundarios más amplios —argumentó Schnabel— el crecimiento salarial y las demandas de los sindicatos siguen siendo comparativamente moderados”.
Una política energética errática
Tan errática está siendo la política energética de la Comisión Europea bajo la presidencia de Ursula von der Leyen (exministra de Defensa con Angela Merkel) que incluso BlackRock, el mayor inversor del mundo en combustibles fósiles, contratado no sin polémica por la CE como asesor para la sostenibilidad medioambiental, social y de gobernanza (ESG) de la banca europea [7], se permite el lujo de aconsejar a la UE que no etiquete las inversiones en gas natural como “sostenibles” en su taxonomía (clasificación ‘verde’). El argumento que esgrimió fue que “debilitaría su liderazgo mundial en finanzas verdes”, al tiempo que “dificultaría la capacidad de nuestros miembros para alinear sus carteras con cero neto, lo que socava todo el propósito de la Taxonomía’, según advirtió en una reciente carta abierta The Institutional Investors Group on Climate Change (IIGCC), una coalición de inversores que gestiona 50 billones de euros, entre los que se encuentra la mayor gestora de fondos de inversión del mundo [8].
Precisamente, “la financiarización de la agricultura y la especulación de la tierra” es la crítica que ha lanzado la Coordinadora Europea Via Campesina al contenido de la comunicación “Restauración de ciclos de carbono sostenibles”, publicada oficialmente el pasado miércoles, 15 de diciembre. “La solución falsa del mercado de carbono no logrará combatir el cambio climático o la crisis de la biodiversidad, ni respaldará las zonas rurales y el acceso justo a alimentos saludables. En realidad, este mecanismo allana el camino para una financiarización de la agricultura sin precedentes, donde la renta agrícola dependería de un mercado de carbono especulativo, cuya volatilidad hemos visto desde 2005 con el mecanismo del mercado de carbono europeo”, afirma [9].
Notas:
1.- El papel del coste de los derechos de emisión de CO2 y del encarecimiento del gas en la evolución reciente de los precios minoristas de la electricidad en España. Banco de España
2.- Régimen de comercio de derechos de emisión de la UE (RCDE UE) Web oficial de la Unión Europea
3.- Pacto Verde Europeo: La Comisión propone transformar la economía y la sociedad de la UE para alcanzar los objetivos climáticos
4.- ¿Cómo afecta la especulación en el mercado europeo de CO2 a la escalada de precios de la energía?
5.- El BCE podría tener que actuar si las subidas de precios de la energía son más persistentes: Schnabel
6.- El BCE advierte que los altos precios de la energía van para largo y generarán mayor inflación en Europa
7.- ‘Another Brick in the Wall’: Crece la presión para que la UE cancele su contrato ‘verde’ con el tóxico BlackRock
8.- Investor group warns EU against labelling gas investments as green
9.- El cultivo de carbono es otro paso hacia la financiarización de la agricultura y la especulación de la tierra
* Fátima Martín es periodista, miembro del CADTM y de la PACD del Estado español. Es coautora, junto con Jérôme Duval, del libro Construcción europea al servicio de los mercados financieros, Icaria editorial 2016. Actualmente está desarrollando el periódico ’online’ FemeninoRural.com.
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