Los ladrones del sentido común (o cómo el poder forma nuestra opinión)
Erico Valladares*. LQSomos. Junio 201
Ya hemos hablado hasta el cansancio sobre cómo el poder económico ocupa espacios en la cultura para colonizar el sentido común de las mayorías y hacerlas “pensar” en función de sus intereses. Y aquí traemos dos ejemplos históricos recientes de piezas musicales muy famosas para demostrar que, con mensajes más bien directos que subliminales, la entonces millonaria industria discográfica de los países capitalistas occidentales jugó activamente en la defensa de los intereses políticos de la época. Se trata de Wind of change (Viento de cambio), de la banda alemana occidental Scorpions, y de la versión de Go west (Vayan al oeste) hecha por los británicos de Pet Shop Boys a partir del clásico de Village People, cambio de significado mediante.
Seguramente conoces ambas canciones y te gustan mucho, ya que son piezas musicales de una calidad artística innegablemente muy alta. Pero, ¿alguna vez te preguntaste qué mensajes operan en sus letras y en la simbología utilizada en sus videos musicales? La Batalla Cultural, ni lerda ni perezosa a la hora de leer entre líneas, te lo muestra.
Los “vientos de cambio” en Wind of change
No, el famoso “cambio” no es una idea nueva. En realidad, hace rato que a los pueblos nos vienen metiendo ese perro para vendernos restauraciones blancas, liberales y neoliberales. Allá por el año 1990 -justo entre la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991)- la banda alemana Scorpions lanzó en inglés su hit Wind of change, en el que promocionaba las bondades de la “Glasnot” y la “Perestroika”, las famosas “transparencia” y “reestructuración” que habrían de destruir el socialismo soviético y decretar el triunfo mundial del neoliberalismo y el surgimiento de la hegemonía unipolar de la OTAN/Estados Unidos en la naciente década de los años 90. Justo una canción en inglés hecha por alemanes occidentales y cuyo tema era Rusia. ¿Casualidad? Ya veremos que no.
¿Qué quería instalar Wind of change en el sentido común? Pues veamos primero algunas partes de su letra, que es demasiado elocuente:
The world is closing in/El mundo se está acercando.
Did you ever think/Alguna vez pensaste.
That we could be so close/Que podríamos estar tan cerca.
Like brothers/Como hermanos.
The future’s in the air/El futuro está en el aire.
I can feel it everywhere/Puedo sentirlo en todas partes.
Blowing with the wind of change/Soplando con el viento del cambio.
Take me to the magic of the moment/Llévame a la magia del momento.
On a glory night/En una noche de gloria.
Where the children of tomorrow dream away/Donde los chicos del futuro soñarán.
In the wind of change/En el viento del cambio.
Walking down the street/Caminando por la calle.
Distant memories/Recuerdos lejanos.
Are buried in the past forever/Están enterrados en el pasado para siempre.
The wind of change/El viento del cambio.
Blows straight into the face of time/Sopla directamente a la cara del tiempo.
Like a stormwind that will ring the freedom bell/Como una tormenta que hará sonar la campana de la libertad.
For peace of mind/Para la paz de espíritu.
Let your balalaika sing/Deja que tu balalaika [el Oriente] cante.
What my guitar wants to say/Lo que mi guitarra [el Occidente] quiere decir.
Más allá de esa “hermandad” forzada entre Oriente y Occidente (que, por otra parte, es una utopía irrealizable puesto que la occidental y la oriental son culturas no homologables), lo que la multimillonaria superestrella occidental Klaus Meine parece olvidar de explicarles a los “chicos del futuro” es que vivirían de allí en más en la inseguridad de una economía de mercado que no garantiza ningún derecho salvo de vender su fuerza de trabajo al peor postor, y que la “libertad” prometida es una libertad que se resume a permitir que los ricos puedan hacer lo que quieran con su dinero. Nadie les avisó a los chicos que jugaban en el Parque Gorki, a orillas del Río Moscova, que el “viento de cambio” los iba a despojar de su dignidad, de su educación gratuita y de calidad, de sus sistemas de salud y previsión universales, de sus viviendas subsidiadas y su tan preciada igualdad social que la “tiranía comunista” aseguraba a todos los ciudadanos. Pero el muro tenía que caer y cayó, dejando a las clases populares de Europa oriental en el estado de abandono y pobreza que vemos hoy.
Pero Klaus Meine se equivocó en su expresión de deseo cuando afirmó que “los recuerdos lejanos” estaban “enterrados en el pasado para siempre”, ya que por toda Europa del Este y también en Rusia y las ex repúblicas soviéticas el socialismo viene creciendo bajo la consigna de “antes estábamos mejor”. Quizá les suene también a los argentinos y brasileños de hoy, porque todo tiene que ver con todo y siempre nos hacen pisar el palito con el mismo cuentito de “cambio” y “libertad”.
El análisis del video musical respectivo se cae por su propio peso, con su pirotecnia y júbilo en las calles de Berlín. Y lo dejamos a continuación para que el atento lector pueda volver a verlo y a resignificarlo a la luz de los hechos. Eso sí, sin dejar de disfrutar de la obra musical que, como decíamos, es de altísima calidad, porque la tarea de colonizar el sentido común requiere de cosas lindas, cosas que lleguen al alma. Y ellos lo saben.
¡Al oeste, muchachos!
Claro, los Pet Shop Boys dirán -y efectivamente lo han dicho en más de una ocasión- que no, nada que ver. Go west no se refiere a ningún éxodo a los países capitalistas occidentales tras la caída de la Cortina de Hierro ni mucho menos, sino a una marcha triunfal del orgullo gay a San Francisco, meca de la comunidad homosexual en el mundo. Para afirmarlo, estos británicos juran por el amor de Village People, de quienes han tomado la canción original lanzada en 1979.
Es cierto que los Village People hablaban de San Francisco, California, en su obra original de fines de la década de los años 1970. Al fin y al cabo, ése era el asunto de casi todas sus canciones: el orgullo gay. Pero una rápida inspección del video musical en la versión de 1992 hecha por los Pet Shop Boys (y el hecho de que la grabaran ese año, en plena liquidación de la URSS) nos demuestra que aquí no hay ninguna San Francisco idílica. Se trata de propaganda occidental de la peor calaña aunque, de nuevo, la pieza artística en sí es excelente.
Ya de arranque, este material propagandístico muestra una Estatua de la Libertad (que, como sabemos, está ubicada en Nueva York, bien lejos de San Francisco) seguida por una estrella roja socialista que… ¡se desintegra en el aire! A continuación, un paseo por el planisferio nos lleva desde el extremo oriente ruso a Estados Unidos, pasando por Europa en su viaje al Oeste. Solo con esto ya estaríamos para demostrar el carácter propagandístico de la obra, pero hay más:
– Un típico coro ruso, con voces en inglés, que nos acompaña por toda la canción. – Ese coro está claramente inspirado en este, como verán.
– Soldados soviéticos estilizados, incluso con boinas rojas.
– Banderas rojas flameando por todas partes.
– La estrellita roja que se sigue desintegrando y saliendo despedida.
– Estatuas soviéticas estilizadas, monumentos soviéticos y hasta un mural del mismísimo Lenin.
– Simbología incidental del proyecto espacial de la URSS.
– Imágenes de los propios Pet Shop Boys caminando por la Plaza Roja, parados delante de la Catedral de San Basilio y señalando al Oeste desde allí (¡vayan al Oeste de una maldita vez!).
– Directamente la hoz y el martillo, para que no subsistan dudas.
Pero los Pet Shop Boys insisten en que “no, eh, nada que ver”. ¿No son tiernos?
También les dejamos a continuación el video, para que puedan analizarlo y encontrar toda la semiología antes indicada:
Estos son tan solo dos ejemplos del bombardeo cultural al que sometieron el mundo a principios de los años 1990. Súmese todo eso al triunfo una Alemania “reunificada” en el Mundial de Fútbol de ese año -con robo escandaloso en el partido final a la selección argentina mediante- y podremos tener una idea aproximada de lo que les hicieron a los alemanes, los europeos del Este y a los rusos en general para venderles la idea del “cambio”.
La única sorpresa aquí es que Mauricio Macri no haya utilizado ninguna de estas dos canciones en su campaña. Todo tiene que ver con todo, pero a veces las relaciones se les escapan a los asesores de marketing. Y también a los pueblos.