Los límites “seguros” de ingesta de pesticidas con la alimentación no existen
Miguel Jara*. LQSomos. Enero 2018
Sabemos que una agricultura (y ganadería) basada en el uso de productos químicos tóxicos, como los pesticidas, envenena el medio natural y a nosotros mismos. La utilización de pesticidas en la agricultura causa muchas enfermedades pero ¿qué datos más o menos recientes tenemos y cual es la dimensión del problema?
Cada año se esparcen sobre las áreas cultivadas de la Unión Europea (UE) más de 400.000 toneladas de pesticidas. Según los últimos datos de Eurostat, nuestro país es donde más se utilizan estos productos destinados a “matar bichos”. Así nos lo cuenta el periodista Carlos de Prada en el informe Alimentos con residuos de pesticidas alteradores hormonales.
Un alto porcentaje de los productos alimentarios europeos contienen residuos de pesticidas, tal y como muestran los informes regulares de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Existe una exposición generalizada de la población a estas sustancias.
Muchos pesticidas son disruptores endocrinos, esto es, sustancias que podrían alterar el equilibrio hormonal.
Son sustancias como el polémico glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo (en Francia se han hecho estudios que muestran que casi todo el mundo lo orina); clorpirifos, cipermetrina, dimetoato, epoxiconazol, procloraz, conazol, tebuconazol o tiacloprid.
“Numerosos estudios científicos muestran que las sustancias disruptoras endocrinas podrían actuar a niveles muy bajos de concentración, inferiores a los de los límites legales actualmente establecidos. Es más, de modo semejante a como sucede con las sustancias cancerígenas, por ejemplo, se duda también de que para las sustancias disruptoras endocrinas se pueda establecer un umbral realmente seguro de exposición por bajo que sea”, afirma el informe.
Estas sustancias una vez en nuestro organismo imitan la actividad de las hormonas y con sus “mensajes” confunden los sistemas claves de nuestro cuerpo provocando disfunciones. Los daños más conocidos son los relacionados con la sexualidad y la fertilidad y también con el debilitamiento del sistema inmunitario y los retrasos en el aprendizaje infantil.
Los pesticidas disruptores endocrinos han sido asociados a infinidad de posibles efectos secundarios como diferentes tipos de cáncer, malformaciones, diabetes u obesidad. De hecho, hace tiempo nos preguntamos: ¿Estamos más gordos porque somos más tóxicos?
Existe relación causal entre el aumento de los químicos tóxicos ambientales (más bien serían industriales) y el crecimiento de la frecuencia de la obesidad en la población.
Muchas sustancias químicas sintéticas con las que nos relacionamos todos los días son los conocidos como “disruptores endocrinos” que interfieren con nuestro sistema hormonal, causando alteraciones en nuestro metabolismo. Lo hacen porque el cuerpo las acumula y las “confunde” con nuestras hormonas y pueden interferir con la regulación y conservación de la energía.
Las enfermedades son el reflejo de la pérdida de calidad de vida de una sociedad. Por paradójico que pueda parecer además, esos efectos de la industrialización alimentaria mal concebida también tiene un reverso económico. Un ejemplo que cita De Prada:
“La Endocrine Society, entidad de referencia mundial en el ámbito de las enfermedades ligadas a las hormonas atribuye a un tipo de pesticidas, los organofosforados, unas pérdidas económicas de unos 146.000 millones de euros anuales en Europa a causa de los daños sobre el sistema nervioso central infantil que se saldan con la pérdida de millones de puntos de coeficiente intelectual entre otros efectos”.
Las alertas oficiales sólo se disparan cuando esos límites se superan, cosa que solo sucede con un porcentaje reducido de las muestras que se analizan. Así que intenta convencerse a la población de que ello no representa un riesgo para su salud pero no es así.
Si antes citaba lo del glifosato en la orina de franceses y francesas hay que tener en cuenta otro dato: Existen estudios en Europa que muestran que más del 90% de los niños y madres analizados tenían en su orina al menos un metabolito asociado a la exposición a pesticidas organofosforados y que un 30% tuviese cuatro de los metabolitos estudiados.
La exposición a estos productos tóxicos es a través de la dieta, como comentaban los autores de la investigación. Y se mostraron preocupados porque la amplia literatura científica sobre el tema asocia una mayor presencia de estos residuos con un aumento del riesgo de padecer problemas de salud durante la infancia.
Hay que saber que sólo en la UE existen unas 480 sustancias autorizadas para su uso industrial en la agricultura. Pero los criterios oficiales hoy han quedado obsoletos, no tienen en cuenta el nivel de conocimiento actual de la ciencia o lo que es lo mismo, esta va muy por delante de los reguladores cuya indefinición y lentitud en la toma de decisiones que favorezcan la salud pública es clamorosa (¿quizá por la enorme presión de los lobbies que actúan en el ámbito?).
Se fijan límites de concentración de residuos de pesticidas considerando que si esos niveles no se superan no existe riesgo para la salud. Los llamados Límites Máximos de Residuos (LMR), que junto con la Ingesta Diaria Admisible (IDA), constituyen las supuestas líneas de defensa de la salud de los ciudadanos frente a estos contaminantes.
Pero lo que hoy sabe la ciencia al respecto plantea una gran incertidumbre acerca de si los LMR y la IDA cumplen adecuadamente su función de ofrecer una plena garantía sanitaria.
¿Por qué? El informe lo explica:
“Pues porque a la hora de establecer los Límites Máximos de Residuo no se ha tenido en cuenta lo que la ciencia sabe acerca de los efectos de disrupción endocrina como, por ejemplo, su capacidad de causar efectos a muy bajas concentraciones, muy inferiores a los límites legales, en especial sobre sectores de población más sensibles tales como los niños o las embarazadas, ni el efecto cóctel [sustancias que de manera aislada pueden no tener un efecto sí pueden causarlo cuando están juntas]”.
Los científicos no tienen claro que pueda haber un umbral seguro claro de exposición a estas sustancias, lo que cuestiona que los Límites Máximos de Residuos de estos productos garanticen con claridad la defensa de la salud.
Todo esto nos lleva a que han de adoptarse medidas urgentes que tienen que ver con la prohibición de estas sustancias, la correcta información para que el derecho de la población a la salud sea auténtico y la implantación de un modelo sano de producción de alimentos que pasa porque sea ecológico todo el proceso.
* Miguel Jara, escritor y periodista independiente. Especializado en la investigación de temas relacionados con la salud y la ecología, autor de varios libros sobre esta temática. Esta nota esta acopiada de su blog: http://www.migueljara.com/
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