Luz sobre el posible tratado transatlántico de comercio, TTIP
Alberto Martín*. LQSomos. Noviembre 2016
El TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership), tratado comercial que negocian desde 2013 Estados Unidos y la Unión Europea, es un gran desconocido, pese a que introduciría cambios significativos no sólo en aspectos comerciales, sino también en el ámbito normativo e incluso en la vida diaria de los ciudadanos de ambos lados del Atlántico. Con el objetivo de aportar algo más de luz sobre lo que significa el TIPP, Encuentros Complutense ha organizado dos sesiones de debate.
La Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) reunió a cuatro representantes políticos para ver cuál es la posición que se mantiene en los Parlamentos. Las sesiones fueron presentadas por el rector de la UCM, Carlos Andradas; la directora de CaixaForum Madrid, Isabel Fuentes; el representante del DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico) en España, Marc Reznicek, y el director de Encuentros Complutense, José Manuel García Vázquez. Como señaló el rector Andradas, es una obligación de la universidad debatir temas candentes que importan a la ciudadanía, y más aún cuando se sabe poco de ellos, como es el caso del TIPP. “Tenemos muy poca información y casi nos llega a través de filtraciones, lo que no es muy comprensible para algo que puede tener una importancia tremenda”, señaló el rector. “Es hora de hacernos preguntas. De que los ciudadanos sepan”, enfatizó García Vázquez.
La mesa académica, moderada por la periodista Soledad Gallego-Díaz, contó con la presencia de los profesores Julio González, de la UCM, y Christoph Scherrer, de la Universidad Kassel, de Alemania, y del investigador del Real Instituto Elcano Miguel Otero Iglesias. En la sesión más política, moderados por el periodista Pedro García Blanco, intervinieron los eurodiputados del grupo GEU-NGL Paloma López Bermejo y Helmut Scholz, la eurodiputada del grupo S&D, Dietmar Köster, y el diputado de Ciudadanos, Antonio Roldan.
Si algo se echa en cara al TTIP es la falta de transparencia con la que se han llevado a cabo las quince reuniones que ya han celebrado los equipos negociadores.
Las negociaciones del TTIP han ido excluyendo algunas materias importantes del objeto del tratado. Así, áreas que gozan de especial protección en Europa, como la educación, la sanidad o la cultura, ya están fuera de la negociación, o por citar uno de los aspectos vetados por Estados Unidos, tampoco se debate ya sobre la posibilidad de homogeneizar los costes de los servicios financieros. La posibilidad de que el tratado afectara a la educación superior fue objeto de declaraciones en su contra tanto por la UE como por la Conferencia de Rectores Alemanes, que proclamaron su defensa del modelo educativo de prestación de un servicio público ajeno a su utilización mercantilista. “Suscribo plenamente que la educación superior no se puede convertir en un objeto comercial, sino que debe continuar siendo un servicio público al servicio de los ciudadanos”, declaró el rector Andradas en su intervención. No obstante, parece que este peligro que amenazaba a la educación ya ha pasado y los efectos de la firma del TTIP serían “marginales”.
Parece que los mayores puntos de controversia son tres. El primero es la posible creación de un órgano extrajudicial, los denominados órganos de arbitraje privados, para la resolución de conflictos ligados a las inversiones extranjeras. En la práctica significaría que una empresa estadounidense en lugar de acudir a la justicia ordinaria europea para resolver un litigio lo haría a una especie de justicia privada paralela, lo que resulta descorazonador. Aspectos como éste hacen que el TTIP afecte tanto a la calidad de nuestra democracia, como a la salvaguarda de algunos derechos fundamentales.
El segundo punto de conflicto es la armonización regulatoria de diversos mercados. Un ejemplo es la manera de introducir las innovaciones farmacéuticas al mercado. Aquí EEUU defiende su práctica de una regulación previa bastante laxa y que sean las resoluciones judiciales en el caso de haber quejas las que puedan sacar ese producto del mercado. En Europa se es mucho más exigente y un producto farmacéutico sólo se pone a la venta tras numerosas pruebas previas.
Un tercer punto es con las Denominaciones de Origen. En Europa están ligadas a la producción en una determinada área geográfica, lo que beneficia a las agriculturas y ganaderías de esas zonas, mientras que en EEUU es sólo un tema de marcas. Un vino de California se puede llamar Rioja si quien lo produce licencia esa marca.
Los detractores del TTIP, tanto europeos como estadounidenses, abogan porque sea rechazado. En algunos círculos se da casi por muerto, ya que a la contestación social -330.000 personas se manifestaron a mediados de septiembre en Alemania contra el TIPP-, se suman las reticencias de buena parte de las clases políticas de Francia y Alemania y, además, las negociaciones no van a poder concluirse antes de que cese la administración Obama, lo que en la práctica supondrá un retraso seguramente de años. No obstante mientras que no cambie el mandato que los 28 estados miembros dieron a la Comisión Europa de negociar con Estados Unidos, la negociación continuará abierta.
Lo idóneo sería concluir las negociaciones ya, sostienen Paloma López y Helmut Scholz. “Este tratado solo servirá para aumentar las desigualdades en ambos lados del Atlántico”, dijo la eurodiputada española. Desde las filas socialdemócratas, representadas por Dietmar Köster, lo que Europa necesita no son nuevas condiciones comerciales, sino mayores garantías sociales y de retorno al Estado del Bienestar, mermado por los años de crisis. La posición de Ciudadanos también se inclina por cerrar las negociaciones, aunque apuestan por “comenzar de cero y negociar un nuevo tratado mucho más transparente, no tan volcado en beneficiar a las grandes multinacionales, sino que garantice y eleve los derechos sociales”. La visión de Ciudadanos es que “la liberalización del comercio es positiva, ya que favorece el crecimiento económico”. Esta máxima fue negada por sus tres compañeros, ya que está demostrado que “este tipo de acuerdos hacen que se pierdan empleos, como ha sucedido con el NAFTA, tanto en México, como en Canadá y Estados Unidos”, recordó Paloma López.
Hay una tercera visión, aducida por el investigador Miguel Otero, que ve en este Tratado quizá la última oportunidad de la vieja Europa de sobrevivir, con Estados Unidos de aliado, en un mercado en que las economías emergentes, China o India, cada vez son más poderosas. “Mejor es firmar este TTIP que encontrarnos con un tratado firmado entre Estados Unidos y China que nos deje fuera de juego”, concluyó Otero. “No se trata de no firmar un tratado comercial con Estados Unidos, sino de que ese tratado no traiga cláusulas anejas que atenten contra la democracia y los derechos fundamentales”, concluyó Julio González.
* Subdirector de Tribuna Complutense. @TribunaComplu (CCS)