Massa supo vender esperanza y ganó…

Massa supo vender esperanza y ganó…

Por Rubén Armendáriz*.

A pesar del ajuste del Fondo Monetario Internacional, de la inflación creciente que caotiza la economía y superó el 138 % anual; a pesar de la pobreza del 40 % que hunde las condiciones de vida de millones, el candidato-ministro Sergio Massa terminó capitalizando el rechazo a la derecha que expresaron electoralmente el libertario Javier Milei y la neoliberal Patricia Bullrich

Ganó… contra los mensajes de odio de la derecha

Siendo ministro de Economía de un olvidable gobierno encabezado por Alberto Fernández, Massa fue muy eficaz para dar vuelta el malhumor de la sociedad por una inflación tan alta y una pobreza creciente, temas muy pesados que quedan pendientes.

Basada en una gran elección en la provincia de Buenos Aires, la oficialista Unión por la Patria terminó adelante con casi el 37% de los votos, desplazando a los «libertarios» ultraderechistas que rozaron el 30% y condenado a la crisis a la neoliberal Juntos por el Cambio, que quedó en 24% y fuera del balotaje. La provincia de Buenos Aires, las más importante electoralmente, fue la barrera contra Milei y sacudió al país.

El triunfo del gobernador kirchnerista Axel Kiciloff fue demoledor, aunque quepa la excusa de que la derecha cometió el error de ir dividida: si no pudo unificarse, simboliza su impericia para ser opción viable. Massa fue el único que “vendió” esperanza. Las campañas de Milei y Bullrich se centraron en el exterminio del kirchnerismo.

Pero la dos veces presidenta y aún vicepresidenta Cristina Ferrnández de Kirchner dejó el silencio y declaró a la prensa tras conocerse los resultados, incluyendo críticas al presidente Alberto Fernández, pidiendo renegociar el acuerdo con el FMI y remarcando que su gobierno fue el de 2015. Señaló la necesidad de ponerse de acuerdo en cuestiones básicas, porque la situación a partir del feroz endeudamiento del año 2018 con el FMI que causó el fenómeno inflacionario.

«Un acuerdo para ver cómo salimos del brete que significa tener una deuda de 45 mil millones de dólares con el Fondo Monetario que nos impone políticas que se ha demostrado claramente que son inflacionarias. Lo dijimos cuando un sector de nuestro espacio votó negativamente el acuerdo», remarcó.

El oficialismo llevó adelante una sistemática campaña para advertir las eventuales consecuencias de un triunfo de Milei, con todos los recursos a su alcance y en todos los niveles. Desde el sistemático bombardeo en redes sociales hasta las campañas públicas, como aquella que anunciaba cuánto costaría el servicio de transporte en caso de eliminación de subsidios sugerida por el libertario.

Las tres semanas restantes hasta el 19 de noviembre serán tensas en el terreno social y económico, en medio de una tormenta que tiene responsables y también ganadores. Entre los primeros, hay que enlistar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y quienes avalaron o permitieron el acuerdo que legaliza el endeudamiento macrista. Entre los segundos, a las grandes patronales y empresdas nacionales y extranjeras que sumaron millones de dólares a sus cuentas a costa del salario y los ingresos populares.

En tres semanas, va la segunda

De cara a la gran final del 19 de noviembre, Massa convocó a todo el país a un gobierno de Unidad Nacional y Milei trató de pescar en el desoncertado neoliberalismo macrista. Massa no tiene ningún reparo en su convocatoria a la unidad nacional: al cordobesismo de Juan Schiaretti, a la izquierda, los ausentes, los que votaron en blanco. Arranca esta nueva campaña de cara al balotaje llamando a esa unidad ¿posible?

En la campaña para la segunda vuelta, Massa y Milei van a tironear de la base electoral de Juntos por el Cambio.

Milei menospreció a los radicales, pero se mostró con el expresidente Mauricio Macri. Massa convocó a un gobierno de unidad nacional y se comprometió a integrar funcionarios y técnicos de todas las corrientes políticas.

La inmensa mayoría de los análisis circulantes por los medios hegemónicos hablan de la victoria del miedo sobre la bronca. Ese ingrediente del voto es relativizado. Milei y Bullrich, tras conocerse el resultado, mentaron al Gobierno como una “organización criminal” y como “lo peor de la historia argentina”, entre otras delicias. El último domingo la democracia del derecho al odio tuvo un parate. Un freno, se verá si solo momentáneo.

En las elecciones internas (PASO), Javier Milei había sido el candidato presidencial más votado en las zonas marginales de la capital, pero entre las primarias de agosto y este 22 de octubre, los curas villeros y los militantes de las organizaciones sociales salieron a recuperar el territorio, poniendo un freno al voto libertario, que sufrió un efecto freezer y no sumó nuevas adhesiones.

Los curas villeros ofrecieron misas en las “villas miseria”en desagravio al Papa Francisco, a quien el libertario calificó de “jesuita que promueve el comunismo”, “personaje impresentable y nefasto” y “representante del maligno en la Tierra”y advirtieron sobre los fariseos que buscan provocar confusión” para aprovecharse de los desamparados. .

Fue demasiado el cúmulo de barbaridades en que incurrieron los “libertarios”como lanzarse de frente contra el Papa, hablar de que la Educación Sexual Integral debe ser financiada por los padres para luego refregarle las partes por la cara a los hijos, etcétera. O no haber trasladado ninguna confianza en torno a cómo instrumentar la tan mentada dolarización y desaparición del Banco Central.

Los temores

La sociedad le dio la espalda a los que proponían un país donde los pobres tendrían que vender sus órganos o sus hijos, donde los genocidas serían glorificados y las Islas Malvinas entregadas, un sistema donde los candidatos usan metáforas de sexualidad perversa para rechazar a la educación sexual. Luis Bruschtein señala que no fue una elección más porque además de los problemas económicos estaban en juego valores básicos de la civilización. Y todavía falta la segunda vuelta.

En ese resultado electoral converge, además, el temor a un mayor caos económico, algo que representa el mismo Milei con su programa económico. Lo cual quedó en evidencia cuando el candidato libertario celebró la dramática devaluación del peso como camino a una eventual dolarización. Y también cuando alimentó las tendencias a una corrida bancaria, proponiendo no renovar depósitos en pesos. Ese tipo de declaraciones -que desnudan el carácter salvaje de su plan económico- deben haber constituido un potente disuasivo para una porción de votantes.

En este contexto, el enorme apoyo mediático y patronal que contó Patricia Bullrich no le permitió torcer la dinámica política general. La candidata de Juntos por el Cambio quedó tercera, con el 23.8 %, no logró reunir al conjunto de los votantes que habían participado en las PASO de esa coalición. Uno de los beneficiarios de esa situación parece haber sido el cordobés Juan Schiaretti, que se quedó con el 6.8 % y logró hacer realidad su objetivo central: fortalecer una bancada propia en el Congreso Nacional.

Al resultado colaboró activamente la propia campaña de Milei, que no solo alentó las tendencias a un mayor caos económico con sus declaraciones y programa. A eso sumó, además, la activa defensa de posiciones negacionistas sobre la última dictadura. Esa posición completamente reaccionaria fue defendida en los debates presidenciales, ante millones de personas.

Tras conocerse los resultados, Sergio Massa eligió hablar después de Milei. Su primer mensaje estuvo en el mismo escenario, al cuál subió solo. Ese mismo tono marcó su discurso; en ningún momento nombró a la fuerza y el gobierno del que forma parte, como si intentara “resetear” la historia, “olvidar” la realidad: el ajuste, la pobreza y las internas del peronismo que ayudaron el crecimiento de las alternativas de derecha.

Fragmentación, tensiones, consenso

La remontada de Unión por la Patria le permitirá contar con 107 diputados, seguida por Juntos por el Cambio con 94 y La Libertad Avanza con 38. En el Senado, el actual oficialismo quedará muy cerca del quórum: tendrá 35 legisladores propios, mientras que el neoliberalismo pasará a tener 24 y la ultraderecha inaugurará un bloque propio con ocho legisladores.Y, por lo tanto UxP, se convertirá en la fuerza política con mayor peso relativo en el Congreso.

Las elecciones parlamentarias consagraron un escenario de fragmentación política, más acorde con la realidad que el balotaje entre dos candidatos. El nuevo Congreso contará con una multiplicidad de bloques e interbloques que simbolizarán ese fraccionamiento.

La disputa por el control de la Cámara de Diputados, que ayer renovó la mitad de su composición, será el primer objetivo del gobierno que asuma el 11 de diciembre. Con 107 bancas propias, Sergio Massa, de ser electo presidente, tendrá una gran espalda para negociar y tejer acuerdos con los bloques provinciales, la izquierda y el radicalismo.

El interbloque de Juntos por el Cambio -integrado por la Unicón Cívica Radical, la Coalición Cívica y el PRO- pasará de tener 116 bancas a tener solo 94, quedando en mayor desventaja frente al oficialismo. La gran incógnita es si el interbloque continuará unido cuando asuma el próximo gobierno.

La ultraderechista Libertad Avanza irrumpirá en la Cámara baja con 38 diputados. Un partido que hasta hace dos años no existía -y que, actualmente, cuenta solo con tres legisladores: Milei, Carolina Píparo y Victoria Villarruel- pasará a ostentar la tercera fuerza más importante de Diputados, rompiendo así con casi diez años del bicoalicionismo del FdT y JxC,que actualmente concentran, entre los dos, 235 de las 257 bancas.

El Frente de Izquierda y de los Trabajadores, en tanto, conservará los cuatro diputades que habían asumido en 2021: Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Romina del Pla y Alejandro Vilca. El Interbloque Federal, en cambio, sí ponía en juego cuatro bancas y logró renovar las cuatro gracias a los votos conseguidos por el candidato presidencial Juan Schiaretti en las provincias de Córdoba y Santa Fe.

La mecánica política -tanto del Senado como de la Cámara de Diputados- dependerá en gran medida de la trabajosa tarea de alcanzar acuerdos y consensos, sea quien sea el ganador del balotaje, misión nada fácil de llevar a la práctica.

La misma fragmentación evidencia la crisis de representación que recorren a las coaliciones políticas mayoritarias. Cristaliza el limitado aval con que cuentan a la hora de la gestión política. Desde ese punto de vista, anticipan un escenario de más tensiones que consensos.

* Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.
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