Mi vida
Un relato de Rosa Burgos…
Señoría: a través de este escrito quiero exponer todos los hechos y circunstancias que justifican que hoy esté usted en mi casa.
Mi nombre es el que consta en el DNI que adjunto y le aseguro que lo que le voy a relatar es totalmente veraz, pues no tendría sentido mentir en momentos así.
Rosario ha estado casada conmigo desde hace 25 años. Han sido 25 años de paz.
Como en cualquier matrimonio hemos tenido nuestras diferencias, pero ninguna de importancia hasta que, hace cosa de un mes, mi esposa cambió. Yo le decía, por animarla, “Rosario, vamos a salir a darnos una vuelta por ahí” y ella, sin mirarme, me decía que no. Cuando volvía del trabajo me la encontraba tirada en el sofá con la televisión puesta, la casa hecha un desastre y la comida sin preparar. Le preguntaba si le pasaba algo, me contestaba que no. Ni me miraba. Cogía el mando de la televisión, cambiaba de un canal a otro y subía el volumen. Así un día y otro.
Un día volví a casa y me extrañó el silencio y la oscuridad. Ni se había dignado a subir las persianas y a abrir las ventanas. Fui directo al sofá y no estaba, entonces pensé que se encontraba mal y que se habría quedado en la cama. No había rastro de ella. La llamé al móvil una y otra vez, siempre daba apagado o fuera de cobertura. Llamé, con preocupación, a su familia. Nadie daba razón de su paradero. La busqué en el supermercado, la panadería y demás sitios que frecuentaba diariamente. Nadie la había visto.
Esperé en la casa hasta la noche. Su familia vino a preguntar por ella. Decidimos, entre todos, interponer una denuncia en Comisaría. Un hermano de ella empezó a decir que su hermana nunca había sido feliz desde que se casó conmigo. Mentira. Ella estaba perfectamente acoplada a nuestra convivencia rutinaria y si no salía con amigas era porque no quería, prefería quedarse en la casa conmigo.
Dos días enteros la buscamos por los alrededores y se rastrearon los campos, con resultado negativo. Tampoco había vestigios de viajes o de movimientos bancarios.
La Policía, en sus indagaciones, empezó a sospechar de mí. Me intervinieron el teléfono y sé que era observado en todos mis movimientos, pero yo seguí la rutina de todos los días: del trabajo a la casa y viceversa.
El hogar ya no es el mismo desde que ella falta. No puedo vivir sin ella. Por eso he decidido quitarme la vida. Así estaremos siempre juntos.
* Rosa Burgos López. Nació en Cúllar (Granada). Reside en Málaga. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada. Perteneciente al Cuerpo Jurídico Superior de la Administración de Justicia, ha ejercido como Letrada de la Administración de Justicia (los antiguos Secretarios Judiciales) toda su vida profesional.
Figura en la Antología Escritoras y artistas contemporáneas andaluzas, Instituto Andaluz de la Mujer, 1997, donde le publican el poema “La difamación”.
Fue finalista del Premio de Poesía del Ateneo de Málaga en 1998, con la obra Fuga de voces. En 1999, el mismo Ateneo le publica, en sus Hojas de Cortesía, Sigue las pisadas de mis tacones rojos.
Figura en la Antología de poemas, canciones, visuales y cómics, Aldea Poética II, 2002, donde le publican el poema “Madrugada del 7 de febrero de 1995” o “carne desvenada”.
Como investigadora de nuestra historia reciente, es autora de los libros: La muerte de García Caparrós en la transición política, 2007; El sumario Fernández Quesada, ¿una transición modélica?, 2008; La bala que cayó del cielo, 2012; Las muertes de García Caparrós, 2017; y Palacio de Justicia, 2019.
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