No a la guerra en Siria. No a todas las guerras que vendrán

No a la guerra en Siria. No a todas las guerras que vendrán

Recuerdo que hace diez años estábamos movilizándonos contra la guerra de Irak. Uno de aquellos días, durante una clase en la facultad, un profesor infame pero lamentablemente muy inteligente, del Partido Popular, nos dijo algo que nunca olvidaría. Afirmó que con este sistema capitalista las guerras eran inevitables. En su juventud había luchado contra la dictadura de Franco desde posiciones marxistas y por eso tenía un conocimiento de la realidad mayor que sus colegas de partido. A lo largo de su vida realizó una travesía hacia el oportunismo y el cretinismo que lo llevó a militar primero en el PCE, luego en el PSOE y posteriormente, sin aterrizajes de emergencia, en el PP. Pero biografías que harían las delicias de Hades aparte, el caso es que tenía razón: dentro del capitalismo es imposible que no haya guerras, como es imposible que no haya malnutrición, desigualdades sociales o crisis cíclicas.

Es obligación de todo persona sensible estar en contra de la guerra contra el pueblo sirio y contra todas las guerras que vendrán si no sobrepasamos antes este sistema que se pudre encima de nosotros. Y es por eso que debemos unirnos a todas las personas sensibles para alzar nuestra voz contra esta nueva afrenta a ese proyecto inconcluso llamado humanidad. Debemos luchar y decir no a esta nueva carnicería que quieren perpetrar para beneficio de grandes capitalistas escondidos detrás del teatro que financian día a día, con sus marionetas políticas a sueldo (Obama, Cameron, Hollande, etc.) y sus medios de desinformación de siempre (CNN, TVE, Antena 3-La Sexta y Telecinco-La Cuatro entre otros). Hasta aquí la obligación de toda persona sensible que quiera seguir siéndolo. ¿Y la nuestra?

La obligación de los socialistas y los comunistas honestos es luchar por acelerar el fin del capitalismo y su substitución por una fase superior de la humanidad: el socialismo. Es imperativo que todo comunista se esfuerce por convencer pedagógicamente a las personas sensibles que lo rodeen de la necesidad del socialismo. Hemos de explicar que la historia puede tener sentido si estamos a la altura de las circunstancias y para ello tenemos el materialismo histórico que nos legaron Marx y Engels, junto a los claros y oscuros de todos los intentos de construcción socialista que ahora forman parte del acervo de la humanidad.

En la actualidad, las fuerzas productivas se han desarrollado mucho más que nuestra ética como seres humanos y por eso todavía seguimos atascados en esta sociedad de clases llamada capitalista. Sociedad que transforma gran parte del conocimiento científico-técnico en opresión. Pese a la revolución inaudita de los medios de producción gracias al desarrollo del maquinismo y la telemática, en lugar de trabajar menos horas y poder disfrutar de la vida, trabajamos más y así muchos siguen perdiendo su trabajo, y con él su hogar y su sustento. Con este sistema en lugar de construir generadores mejorados de energía renovable casi inagotable, como la solar, o elaborar fármacos que finiquiten muchas enfermedades crónicas (con consumidores crónicos), el sistema nos obliga a construir bombas y centrales nucleares que contaminan nuestro futuro y lo plagan de nuevas enfermedades. Millones de toneladas de recursos se despilfarran sin sentido social bajo la necesidad de ampliar la red que subsume toda la riqueza social bajo la forma mercancía, esto es, en productos pensados para su venta en el mercado. De este modo, donde debería haber expansión de la cultura y unión entre los pueblos del mundo, crece la alienación, el resentimiento y el chovinismo alimentado por las industrias culturales hegemónicas al servicio de los mismos magnates que reclaman la necesidad de guerras que amplíen sus márgenes de beneficio. Cuando una bomba cae y explota, cientos de personas mueren, pero unas pocas se enriquecen porque mañana podrán vender una nueva bomba que reemplace la anterior.

Debemos unirnos todos los trabajadores de la Tierra, la única y verdadera patria común, y entender que hemos de luchar unidos si queremos librarnos de este sistema que nos condena a la miseria moral y material. Es la única solución. Los intentos de preservar la soberanía nacional en el sistema-mundo son vanos, porque sería como si una vez alcanzada la madurez, un individuo deseara vivir como un niño. Cuando no suena ridículo es sencillamente una falsa utopía de corto vuelo: pan para hoy y hambre para mañana. La soberanía nacional no existe desde hace siglos y hoy menos que nunca con la profundización en el mercado mundial, la internalización de capitales, el desarrollo de las comunicaciones y el mestizaje cultural entre los pueblos del mundo. Desde este legado progresivo del capitalismo que nos ayudó a superar las barreras y los prejuicios grupales propios de otras épocas donde la producción se desarrollaba en pequeña escala, debemos luchar por una soberanía internacional hacia el socialismo.

Los capitalistas internacionales están unidos como clase y sólo se pelean para disputarse las ganancias que extraen del plusvalor global arrancado del sudor de la clase obrera mundial. En las guerras que vendrán, los obreros nos mataremos para que el capitalista A o el capitalista B le robe al otro un porcentaje de su cuota de ganancias, pero ellos seguirán yéndose a jugar al golf juntos porque por mucho que se odien entre sí, nunca cometerán el error de matarse en una guerra fratricida entre los de su clase. No lo hagamos nosotros.

Debemos darnos prisa porque cada segundo que pasa sin que instalemos el socialismo, algún niño muere de hambre, alguna mujer embarazada es despedida por su empresa, algún jubilado es declarado inservible por los servicios de salud recortados y algún militar bombardea, cumpliendo órdenes, un colegio que estallará en pedazos con miles de sueños infantiles. Y la semana que viene, ese mismo militar, respetable padre de familia, viajará con sus hijos a California para visitar a Mickey y a Minnie en Disneyland. Se hará unas fotos con ellos y les regalará uno de esos simpáticos peluches traídos de Bangladesh para así continuar la (a) normalidad capitalista… hasta que nosotros la finiquitemos. No valen peluches por bombas, ni trabajo para unos sobre los despidos, cuando no los cadáveres, de otros. No vale matar al prójimo para vivir un día más, antes que el prójimo de más allá nos vuele mañana la tapa de los sesos. La humanidad no ha sufrido tanto para volver a la selva.

Socialismo o profundización en la barbarie. De nosotrxs depende.

* Jon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez, artista plástico e investigador de la FCM en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid.Blog: http://jonjuanma.blogspot.com.es/ y correo: jonjuanma(arroba)gmail.com

– Imagen: “El ángel caído” de Josep Renau

 

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