No hay suficientes misiles de largo alcance en Occidente para cambiar las cosas en Ucrania
(Pero dejar que Kiev ataque profundamente a Rusia podría llevarnos directamente a la guerra)
Por George Beebe*
Rusia y Occidente se están quedando rápidamente sin margen de maniobra para evitar una colisión militar frontal.
A raíz de los informes de que Estados Unidos y el Reino Unido están a punto de aprobar el uso de misiles occidentales para atacar en el interior de Rusia, el presidente ruso Putin hizo ayer sus comentarios más agudos hasta la fecha al afirmar que la medida «cambiaría la naturaleza misma del conflicto» y significaría que la OTAN y Rusia estaban «en guerra». Advirtió que Rusia tomaría «las decisiones apropiadas».
En respuesta, el Primer Ministro del Reino Unido, Keir Starmer, declaró: «Rusia empezó este conflicto. Rusia invadió ilegalmente Ucrania. Rusia puede poner fin a este conflicto de inmediato. Ucrania tiene derecho a la autodefensa».
La lógica militar para poner a prueba la determinación de Rusia en este asunto no está clara. Hay pocas razones para creer que el uso de misiles de crucero lanzados desde el aire aumentará significativamente las posibilidades de Ucrania de ganar lo que se ha convertido en una guerra de desgaste, en la que los rusos tienen enormes ventajas sobre Ucrania en población y fabricación militar. Los rusos están desgastando la capacidad de los ucranianos para poner en combate fuerzas bien entrenadas y equipadas, y los misiles de crucero lanzados desde el aire no cambiarán eso.
En segundo lugar, los rusos pueden adaptarse a las capacidades de ataque ucranianas de mayor alcance, pues ya se han adaptado al suministro de artillería HIMARS y misiles lanzados desde tierra ATACMS. Han trasladado depósitos de suministros, por ejemplo, y se han vuelto más eficaces en el uso de contramedidas de guerra electrónica para neutralizar el armamento occidental avanzado.
En tercer lugar, para tener un impacto real sobre la capacidad de Ucrania de dañar el territorio ruso, Occidente tendría que suministrar grandes cantidades de misiles de muy largo alcance, mucho más que las pequeñas cantidades de modelos de alcance básico que, según parece, se están considerando. Pero Occidente tiene una capacidad limitada para suministrar tales cantidades, y su suministro provocaría casi inevitablemente represalias rusas directas.
La lógica política que subyace a la autorización de ataques profundos contra Rusia tampoco está clara. Hay pocos motivos para ser optimistas respecto a que tales ataques puedan presionar a Putin para que ponga fin a la guerra o le lleven a la mesa de negociaciones, pero hay buenas razones para temer que amplifiquen sus afirmaciones de que Rusia está luchando contra la OTAN y no contra el pueblo ucraniano. Hay muchos ejemplos en la historia de campañas de bombardeos a gran escala que han galvanizado la resistencia pública, y hasta ahora ha sido así con los propios ataques de Rusia contra Ucrania, que han avivado el patriotismo ucraniano y las actitudes antirrusas.
Otra posible consecuencia imprevista es que la creciente letalidad del apoyo militar occidental endurecerá las exigencias rusas en cualquier mesa de negociación futura. Cuanto más demuestre Occidente que está dispuesto a utilizar a Ucrania para golpear a Rusia, más insistirán los rusos en una amplia desmilitarización ucraniana como condición para llegar a un acuerdo.
Los riesgos, por otra parte, son bastante significativos en comparación con las escasas recompensas. El mayor peligro es que Rusia se sienta obligada a «restaurar la disuasión», a demostrar a Occidente que no puede aumentar sin cesar la letalidad y el alcance de las armas que proporciona a Ucrania sin alguna respuesta directa de Rusia. Putin se verá presionado en su propio país para trazar una línea dura con algún golpe claro sobre un objetivo occidental, no sea que Occidente siga profundizando su implicación hasta que a Rusia le queden pocas opciones aparte de una guerra a gran escala con la OTAN, algo que Putin claramente quiere evitar.
¿Qué «medidas apropiadas» podría tomar Putin? Es muy poco probable que Rusia reaccione inmediatamente con una escalada nuclear. En su lugar, podría aumentar enormemente sus actuales actos de sabotaje en Europa (que hasta ahora han sido más bien disparos de advertencia que grandes ataques); proporcionar misiles e inteligencia por satélite a Hezbolá o a los Houthis; o, si siente la necesidad de ir más lejos, atacar satélites occidentales, que son clave para apuntar y guiar los ataques ucranianos.
Cualquiera de estas acciones podría causar graves daños a Occidente y provocar respuestas occidentales que impulsarían aún más un ciclo extremadamente peligroso de escalada mutua, cuyo final no se puede prever.
Sólo Putin sabe dónde podría trazar una línea dura. Pero dados los peligros de una guerra directa entre las mayores potencias nucleares del mundo, es bastante arriesgado que sigamos presionando para descubrir dónde podría estar esa línea.
Rusia no puede ganar esta guerra incondicionalmente. No puede conquistar, ocupar y gobernar todo el vasto territorio ucraniano, lo que requeriría una fuerza invasora y ocupante varias veces superior al tamaño del ejército ruso actual. Pero puede destrozar Ucrania, dejándola en tal estado de disfunción que no pueda reconstruirse ni aliarse con nadie.
No redunda en interés de Occidente ni de Ucrania dificultar el logro de un acuerdo que preserve la independencia de Ucrania y ofrezca oportunidades para un futuro próspero.
Lo que Ucrania necesita desesperadamente en estos momentos no son armas de largo alcance. Es un plan viable para lograr un final negociado de esta guerra que dé a Ucrania una oportunidad realista de reconstruirse y prosperar.
* George Beebe pasó más de dos décadas en el gobierno como analista de inteligencia, diplomático y asesor político, incluyendo como director del análisis de Rusia de la CIA y como asesor de personal en asuntos de Rusia para el vicepresidente Cheney.
Nota original: Not enough long range missiles to make a difference for Ukraine.
– Edición en castellano tomada del blog personal de Rafael Poch de Feliu
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