No les olvidemos #27sep75
Milagros Riera*. LQSomos. Septiembre 2015
Memorias desde Paris
No les olvidemos. Fueron los últimos asesinados por el sangriento general que organizó uno de los mayores genocidios de la historia, y también uno de los más olvidados por medio de presiones, amenazas, aún más muertes para tapar las que antes hubo, gritos histéricos de la Iglesia que sigue con sus chantajes para esconder su actuación asesina durante la guerra que ellos provocaron, todo es poco para hacernos callar… pero no lo conseguirán.
Sánchez Bravo, Baena, Sanz, Txiki, Otaegui. Nuestros compañeros nos dieron ejemplo, su lucha por la República, por la democracia, les llevó a la muerte… no fueron víctimas, fueron luchadores dispuestos a morir por sus ideas… y así fue.
Franco iba a morir, todos lo sabíamos, llevaba la muerte escrita en su cuerpo, en su rostro, pero no quería morir solo, deseaba morir matando, como siempre había hecho. Quizás quería presentarse ante su dios con el que compartía palio, rodeado de sus últimas víctimas, ganando así un sitio de honor entre los asesinos que frecuentan ese lugar, en el que moran también tantos asesinos santificados, como Constantino, asesino de toda su familia y por el cual toda esta historia de secta sangrienta empezó hace casi dos mil años. Se encontraría también con San Luis, el rey francés exterminador de Cátaros, y muchísimos más asesinos en nombre de Dios.
Tiempo de dolor, tiempo de angustia, ¡cómo olvidar la noticia del proceso, de la condena, la espera de la muerte!, ese ha sido el destino de muchos, esperar que el maldito asesino dejara escapar a alguno de nuestros compañeros de su mano temblorosa, esa mano que firmó la condena de Puig Antich, de Granados y Delgado y que también firmó la condena de sus últimas víctimas. Había que matarlos, ellos servirían de escarmiento. El miedo, en el caso de que hubiera menguado, volvería a aparecer en las mentes de gentes que siempre lo habían tenido, así aseguraba la tranquilidad para después de su muerte, todos los que le rodeaban estaban interesados en que así fuera, el primero el futuro rey. Nadie pidió clemencia para los que luchaban por la libertad y la República, dos cosas que debían olvidarse, que nunca habían existido.
La indignación internacional fue inmensa, por todas partes hubo acciones de protesta, embajadores que intervenían, manifestaciones multitudinarias. Yo viví esa tragedia en Francia, donde estaba exilada desde hacía ya varios años, allí podíamos darnos cuenta de nuestra impotencia para salvar a nuestros camaradas de las garras del asesino, intervenciones de personalidades, llamadas a una clemencia que nunca existió en aquel gobierno de fascistas. Sabíamos que todo sería inútil, lo único que podíamos hacer era salir a la calle para manifestar en ella nuestra indignación y luego esperar durante la noche con los ojos abiertos las últimas noticias que no podían ser más que horribles, lo sabíamos.
París y sus grandes avenidas que fueron concebidas así para que los que manifestaban se encontraran indefensos ante la policía, nosotros las llenamos. Todos los españoles de París se reunieron ante la embajada de España durante la noche en que se perpetró el crimen. Españoles y franceses de izquierdas que siempre habían guardado el odio al tirano, estaban allí, todos los partidos de la izquierda francesa estaban representados. Fue una noche de dolor, se velaba a los compañeros que serían asesinados al alba.
Mi marido había pasado toda la noche delante de la Embajada, yo me quedé cuidando a mis tres hijos. Al día siguiente me tocó a mí salir a la calle, el crimen ya se había cometido… no quedaba más que la protesta. Miles de personas nos reunimos para manifestar en la Bastilla, símbolo de libertad. Se habían fabricado cinco ataúdes, por los cinco fusilados… era un entierro y fuimos detrás de ellos hasta el final, en silencio. El grito que se oía fue el celebre Ah, Ho, más alto que Carrero.
Después de las palabras de homenaje hacia nuestros héroes, el rumor iba pasando de boca en boca, debíamos ir a tomar la Embajada, la gente estaba allí concentrada. Tomamos el Metro para llegar lo antes posible. Los vagones estaban llenos de manifestantes, aunque también había viajeros que no sabían de qué iba. Eso no impidió a la policía francesa parar el Metro en medio de un túnel con el consiguiente miedo de los pasajeros. Nosotros les pusimos al corriente de lo que sucedía, y por a fin a fuerza de gritos y de golpear las paredes con los palos de las banderas decidieron dejarnos continuar el viaje.
Delante de la Embajada estaban los manifestantes gritando su dolor y su cólera. Estaba protegida por varias filas de CRS, los guardias franceses, dispuestos a cargar contra nosotros en cualquier momento… los cánticos revolucionarios y los gritos de protesta hinchaban nuestros pechos.
No tomamos la Embajada, pero lo que sí tomamos fueron los Campos Elyseos. Después de haber estado varias horas delante de los CRS, las Juventudes Comunistas, dieron la espalda a la Embajada y se retiraron con el puño en alto, dejándonos a los españoles solos frente a las fuerzas represivas. Pudimos sostener el ataque y durante horas la mas bella avenida del mundo, como dicen los franceses fue el teatro de cargas y respuestas, granadas lacrimógenas y golpes de porras.
Quiero recordar aquí la ayuda que recibimos de los emigrados por causas económicas de París. Nunca habían querido tener tratos con nosotros los refugiados políticos, tenían miedo, como nos decían, de que les pasara algo al volver a España. Pero aquella tarde estaban allí, gritando, protestando y llorando la muerte de los compañeros que habían sacrificado sus vidas para que todos pudiéramos volver a un país libre. Muchos de ellos no sabían lo que nos esperaba y se habían vestido de domingo, como para ir a una fiesta. También venían en familia con mujeres e hijos y pronto aprendieron a correr como nosotros para evitar a los guardias. Siempre recordaré aquella hermosa unión de una tarde.
Mientras las manifestaciones y protestas se sucedían en tantos países, en Madrid tenía lugar uno de esos actos siniestros que la Dictadura tenía por costumbre organizar. Reunidos en el patio del Palacio de Oriente, algunos cientos de fascistas cantaban el Cara al Sol con el brazo levantado dando vivas al enano sangriento que moría ante ellos. El discurso era siempre el mismo, la conjura internacional de masones y comunistas empeñados en acabar con nuestro país defensor de los valores cristianos de occidente, la fina flor de la fachería hispánica estaba allí para jalear con gritos de entusiasmo a su ídolo, allí estaban los que habían asesinado a los republicanos, los que se habían apoderado de sus bienes, los que habían violado a sus hijas y mantenido a todo un pueblo en la miseria para que expiaran el delito de haber defendido el régimen legal de su país.
Frente a ellos, por encima de ellos, en el balcón al lado de Franco estaba el futuro rey, esos gritos debía aprobarlos, contaba con ellos para ser rey, sabía muy bien que entre el trono y él solo quedaba ya un cuerpo agotado por su podredumbre. En ningún momento mostró no estar de acuerdo con los fachas, ni por un momento mostró no estar de acuerdo con el asesinato de nuestros compañeros. Tampoco intervino para pedir clemencia, esto le hace cómplice del tirano, su corona está manchada de sangre, la sangre de los luchadores republicanos, había que eliminar toda protesta para que su trono se mantuviese sostenido por el miedo. Así seguimos, ese rey cubierto de una capa sangrienta, la misma que envolvió al que ahí le puso, sigue viviendo a costa de nosotros, él, su familia y toda su Corte.
Unos meses después de la muerte del asesino se convirtió en el rey mas “democrático” del mundo, después de perjurar los principios del Movimiento, que sobre la Biblia había jurado aplicar, y nadie pudo caricaturizarle, ni pedir cuentas de su inmensa fortuna. La represión sigue hoy contra todo lo que sea poner en causa la monarquía sagrada. Los chavales de Girona que hace unos años quemaron una de sus fotos conocen la represión que cayó sobre ellos. Hicieron bien quemándola, yo creo que fue más que nada una cuestión de estética… últimamente el monarca no era muy fotogénico.
Los que mataron a nuestros compañeros siguen ahí. La Ley de Memoria la diseñaron para hacernos callar aún más, para que nuestros muertos sigan sin sepultura, para que no pueda saberse el nombre de los que asesinaron a miles de republicanos y para que los juicios sumarísimos sigan vigentes. España, tan europea, está dispuesta a incumplir las normas de derechos humanos con tal de dar razón a los fachas y a la Iglesia.
Tiempo de dolor, tiempo de vergüenza, en España no se elevó ninguna voz de políticos o periodistas para protestar por aquellos asesinatos. Esos mismos, a la muerte del dictador, resultó que eran antifranquistas de toda la vida, pero en este trance callaron.
Nuestros compañeros fueron fusilados al alba del 27 de septiembre, “tuvieron suerte”, no se les aplicó el terrible martirio del garrote vil, como a Granados y Delgado. Unos y otros murieron como héroes, ¡no les olvidemos! Mientras vivamos estarán con nosotros y todos juntos seguiremos luchando por la República, por ella murieron. Lucharemos por ellos, con ellos y por nosotros. ¡La Tercera, ya! que será la nuestra.
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