Palestina: setenta años de soledad
Guadi Calvo*. LQSomos. Diciembre 2017
La decisión del presidente norteamericano Donald Trump, de cambiar la embajada de su país desde Tel-Aviv a al-Quds (Jerusalén), decretando de hecho que la milenaria ciudad se convierta en la capital de Israel y por lo tanto, nadie más que el enclave sionista tenga derechos sobre ella, es un gesto que sin duda, rezuma aguas negras por todos lados. Pero por otra parte también tiene algo de bueno y es que la brutalidad de la medida, la que solo puede tomar un desquiciado como el rubicundo magnate neoyorkino, deja al descubierto la descarada hipocresía de la comunidad internacional. Una hipocresía que desde hace setenta años permite que Israel avance sobre los derechos y los territorios palestinos sin que jamás, a pesar de la docena de resoluciones de Naciones Unidas, la primera con el número 181 del 29 de noviembre de 1947, hasta la última con el número 2334 del 23 de diciembre del 2016, hayan sido atendidas por los gobiernos sionistas que se suceden en Israel. Resoluciones que, como un eco idiota, repiten la necesidad de que Israel, respete los derechos palestinos.
Miles de presidentes, primeros ministros, altos funcionarios de gobiernos y organismos internacionales, líderes de la opinión pública, intelectuales, artistas y hasta deportistas de primer nivel de todos los países del mundo, se han opuestos desde siempre a las acciones de Israel en Palestina. Millones y millones de personas, de todos los credos en todas las grandes ciudades de todos los continentes, han salido a las calles una y otra vez a protestar por el genocidio que Israel perpetra desde hace setenta años en Palestina… convirtiendo a la causa palestina, en la más reconocida a nivel global.
Así todo: nada. Absolutamente nada de todo esto ha servido, todo ha sido un gesto miserable, una gran actuación de autoconmiseración, como quien cree que lava su conciencia, cuando por la calle arroja unas monedas a una mano mendicante, sin mirarles los ojos y seguir tranquilo habiendo pagado una cuota más de su parcela en el paraíso. Eso hace la comunidad internacional con Palestina, vota una resolución, protesta por una nueva masacre israelí y sigue… sin que jamás se haya concretado una sanción contundente, sin colaborar con los muchos grupos de oposición al régimen sionista que dentro de Israel luchan contra él. Son los propios judíos israelíes silenciados que sufren persecuciones y encarcelamientos por exigir al gobierno que acabe con este estado de cosas, que no solo avergüenza al pueblo judío sino a toda la humanidad.
La sinrazón de Israel, la salvaje arbitrariedad de sus acciones, la barbarie de sus ataques y su violencia, que ha acabado no solo con la vida física de ciento de miles de palestinos, sino con los sueños de toda una nación y un pueblo, han convertido al sionismo en causa y bandera de la misma ideologías que masacraron millones de judíos en Auschwitz, Dachau, Buchenwald, y otros muchos nombres de tan oscura memoria, donde la muerte fue industrializada y combinada con las formas más aberrantes del tormento y la degradación humana.
Palestina vive a diario una Kristallnacht a la vista cómplice de un mundo que esconde su cobardía en códigos, tratados, leyes y resolución que solo sirven para juntar polvo.
El pueblo palestino vive ahora la hora más solitaria de estos setenta años. Traicionada por sus propios hermanos árabes, por todos los musulmanes del mundo que ven como al-Quds, el tercer lugar sagrado del Islam, es mancillada por una resolución firmada con pluma de oro y tinta de sangre.
El hecho es de tal gravedad, que hasta ahora ninguno de sus socios europeos va a acompañar esta medida. El presidente francés Emmanuel Macron, quien se declaró abiertamente contrario a la medida norteamericana dijo: “Es una decisión desafortunada, que Francia no la aprueba y que contradice el derecho internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU”. Mientras que en las últimas horas, la primera ministra, británica Theresa May, y su secretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, se han mantenido distantes de la decisión de Trump.
Más o menos del mismo modo y con una vehemencia tan afectada como vacía, se han expresado los gobiernos de Turquía, Líbano y Egipto. De urgencia ha sido llamada a discutir la situación la Liga Árabe, al tiempo que su secretario general de la, Ahmed Aboul-Gheit, calificó la decisión de: “peligrosa e inaceptable”. Como si el drama palestino hubiera comenzado esta mañana.
Solo Irán ha hecho escuchar sus demandas de manera amenazante y el frente Hezbollah, en voz de su máximo líder Hassan Nasrallah, quien ha llamado a una tercera intifada. Mientras tanto Rusia se mantiene al margen de la provocación de Trump.
El yerno del presidente
La medida de Trump, obviamente fogueada por su yerno Jared Kushner, un judío ultra ortodoxo, un multimillonario inmobiliario, que obligó a Ivanka Trump, la preferida del presidente y a vez su más cercana consejera a convertirse al judaísmo para casarse con ella. Kushner fue designado por Trump para el seguimiento de las conversaciones palestinas-israelíes, que en estos momentos se habrán convertido en papel mojado. Es por lo menos paradójico, sino directamente una burla, que semejante función la tenga a cargo quien es benefactor económico de varios asentamientos israelíes, declarados ilegales por la comunidad internacional. Kushner ha codirigido, hasta enero de este año, la Fundación Charles y Seryl Kushner, creada por sus padres, que ha donado millones de dólares a proyectos relacionados con los diferentes asentamientos en Cisjordania, foco fundamental de las protestas palestinas.
Kushner, poco a poco ha ido ganando espacio en la Casablanca y hoy tiene más influencia sobre el presidente que el propio secretario de Estado, Rex Tillerson, de lo que se desprende que las políticas pro israelíes seguirán en marcha, en oposición a las reclamaciones que se llevan a cabo.
En la última resolución de Naciones Unidas contra los asentamientos ilegales en Cisjordania, en la que extrañamente el entonces presidente Barak Obama no utilizó el derecho de veto, se conoció semanas después que Jared Kushner, intentó influir en el Consejo de Seguridad, para que rechazara aquella resolución. La misma fuente informó que el Kushner, no mencionó el “detalle” de su vinculación con la Fundación pro sionista fundada por sus padres a la Oficina de Ética del Gobierno estadounidense.
Desde que se conoció la cambio ordenado por Trump, millones de ciudadanos musulmanes han salido a expresar su rechazo a las calles desde Beirut a Yakarta, a pesar del silencio de las monarquías sanies del golfo, que no han hecho más que repetir los circunloquios habituales para este caso.
Las protestas en Cisjordania y Gaza ya han dejado hasta ahora cuatro muertos por los bombardeos sionistas, que sin duda es el preámbulo de muchas más muertes. El ministro de defensa israelí, Avigdor Lieberman, un nazi confeso, hizo un llamamiento a los ciudadanos israelíes a boicotear los comercios manejados por árabes, lo que es un reflejo exacto de como los sionistas se posicional frente a esta nueva crisis.
Palestina navega solitaria hacia su desaparición si nadie hace algo lo suficientemente contundente con prontitud.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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