Partidos turnantes, corrupción galopante, democracia vacante
Se acerca la hora de la verdad. Enfangados hasta los ojos, la Marca España de los poderosos que, sigue cosechando vergonzosas portadas en la prensa internacional, se organiza para superar el mal trago y darse otra oportunidad. Y como casi siempre en un país carente de una verdadera cultura democrática de base, el horizonte se dibuja mitad cómico, a veces siniestro, siempre esperpéntico. Entre Corinnas, Bárcenas y Rubalcabas, el sistema inicia los trámites para su reproducción asistida. Al otro lado, la gente, el pueblo, recarga su capacidad de indignación como principal activo para su emancipación. El vaivén político entre derecha e izquierda, que ha sido el medallero del poder desde la transición, hace aguas. Llega el turno del pueblo. Todos los datos, la mayoría de las encuestas y buena parte de los sondeos apuntan a que el régimen no solo ha perdido toda legitimidad sino que ya carece incluso de representatividad. Veamos.
Las últimas cifras conocidas sobre el grado de confianza de los españoles con el sistema son concluyentes. A fecha de 3 de febrero, uno de los principales institutos de demoscopia revelaba que PP y PSOE juntos, los dos partidos dinásticos hegemónicos, no superan el 50% de las preferencias. En concreto, PP recibe el 23,9% y PSOE el 23,5%, cuando en las generales del 20-N de 2011 el resultado unitario excedía por la mínima la mayoría absoluta (53,8%: PP 29,9% y PSOE 23,9%) El sistema no tiene quorum. Detalle que repunta tendencia en el hecho decisivo y complementario de que esa debacle se extiende al conjunto de las fuerzas mayoritarias, tanto a nivel nacional como de las comunidades. La desafección ciudadana no deja títere con cabeza: PP, PSOE, CiU y PNV, este en menor medida, se encaminan a la puerta de salida en cuanto a apoyo popular se refiere. Un escenario aún más sintomático sobre el ocaso del modelo político oficial si añadimos el hecho de que el virus también ha hecho mella en los dos sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, que en su ámbito son las correas de transmisión ideológico-cultural de una cierta forma de pensamiento único. El descalabro de la Unión General de Trabajadores, según fuentes de la propia organización, se concreta en la deserción de unos 3.000 afiliados por mes.
Este panorama macro fue previamente anticipado a escala micro en las diferentes consultas electorales de las Comunidades Autónomas, que sin excepción se han saldado con una sangría de votos de las formaciones tradicionales, favorecidas por la Ley Electoral, a favor de los grupos minoritarios. El veredicto de las urnas en los últimos comicios de Galiza y Euskadi así lo ponen de manifiesto. En la primera, el desfonde de conservadores y socialistas se manifestó en el hecho significativo de que la izquierda gallegista en su conjunto (BNG y ANOVA) obtuviera unos 23.000 votos más que el PSG-PSOE. Por su parte, en Euskadi el terremoto electoral dejó un insólito panorama de 48 escaños soberanistas (PNV 27 y Bildu 21) frente a tan sólo 27 centralistas (PSOE 16, PP 10 y UpyD 1).
Además, una reciente encuesta realizada por la Generalitat de Catalunya el pasado 21 de febrero confirmaba este “sorpasso” arrojando el siguiente ultimátum político por votos logrados: ERC 20,9%, CiU 19,3%, ICEV 9,5%, PSC 6,9%, CUP 4,4%, Ciutadans 4,2% y PP 1,8%. Ante semejante hecatombe para los socialistas catalanes en favor del sector independentista de izquierdas representando por ERC, no es extraño que la dirección del PSC haya vuelto grupas contra Ferraz y rectificado su postura ante el tema del “derecho a decidir”. Lo realmente espectacular de esta escabechina política es el desplome del partido socialista en Euskadi y Catalunya, pasando de gobernar al tercer puesto en la CAV y a la cuarta posición en la CAC.
La suerte parece estar echada. Ahora, lo que exige la coyuntura histórica que nos va a tocar vivir es que estemos a la altura de lo que demandan los tiempos. Que hagamos honor a esa inteligencia colectiva, tacto exquisito, grado de responsabilidad, compromiso democrático, resolución en los fines y eticidad en los medios que la sociedad civil ha demostrado con las protestas del movimiento de los indignados, los sindicatos alternativos, las mareas ciudadanas y las entidades sociales de base. En suma, hacer realidad política la creación de derecho que supone las movilizaciones pasando del “no nos representan” al “si se pudo”.
Todo eso desde la completa seguridad de que el sistema no tiene enmienda. Solo hay que ver las últimas escaramuzas en que andan metidos sus agónicos y malhechores protagonistas en su afán de sostenella y no emmendalla. PP y PSOE, gobierno y oposición otra vez junto en lo sustancial mientras escenifican la discrepancia en lo anecdótico para consumo mediático. Unidos en negar el elemental derecho a decidir de la ciudadanía, elemento sine quo nom de cualquier principio democrático por raquítico que sea. Hermanados, en fin, en la tarea de encumbrar al heredero de la Corona, en la figura del Príncipe Felipe, amortizado ya el Rey Juan Carlos, ignorando al pueblo soberano (sin “derecho a decidir”) en tan trascendental relevo. Un recambio-resurrección para que todo siga igual que implica la comisión de un crimen político primordial al entronizar la desigualdad de género, Un feminicidio de aquella manera, contrario al artículo 14 de la vigente Constitución, pero surrealistamente concordante con lo que prescribe el artículo 57 sobre la humillante prevalencia a efectos sucesorios del varón sobre la mujer.
Niño o niña, no nos representan. Hay otros mundos posibles al margen de la afrenta ciudadana que significa el imperio de esa ley del embudo. Financiamos con nuestro dinero a una casa parasitaria cómplice de una situación de auténtica emergencia social que tiene en los millones de parados y desahuciados su cara más dramática. Mientras decenas de miles de familias son lanzadas a la calle por carecer de recursos pagar sus hipotecas, Iñaki Urdangarin afirma sin caérsele la cara de vergüenza que lleva dos trimestres sin atender al crédito que le concedió La Caixa para adquirir su palacete barcelonés. Otra vez el todo por la patria y la cartera.
Lo llaman democracia y no lo es.