Paul McCartney: La cuarentena más creativa
Mariano Muniesa. LQS. Enero 2021
No piensen ustedes que en ‘McCartney III’ van a encontrarse un álbum al estilo de los “unplugged” de los 90 que popularizó la MTV o un disco campestre de Crosby, Stills & Nash. No…
Paul McCartney editó su primer álbum en solitario, ‘McCartney’ exactamente una semana después de hacerse oficial la separación de los Beatles, el 17 de abril de 1970. Un álbum musicalmente válido, atractivo y que fue más apreciado con el paso del tiempo, pues muchos críticos y fans, muy dolidos con la ruptura de los Beatles, de la que culpaban a McCartney, lo denostaron.
Justo diez años después, después de atravesar la década de los 70 con sus Wings y tras la traumática ruptura de la formación en medio de un desagradable asunto relacionado con la detención de Paul en Japón por posesión de marihuana, en 1980 editó ‘McCartney II’, un álbum en el que, con toda seguridad sufriendo el síndrome de Peter Pan que padecieron en mayor o menor medida según los casos, todos los grandes nombres del rock en los años 60 y 70 a los que aterraba la idea de que la nueva generación de los 80 les arrinconasen considerándoles viejas glorias caducas, Macca hizo un poco afortunado y artificial disco entre el disco y el tecno que resultaba realmente pobre, forzado e insustancial en muchos momentos.
De nuevo abriendo una década y usando la nomenclatura de su apellido por tercera vez, el ex Beatle nos ofrece ‘McCartney III’, un disco compuesto y grabado durante los meses de confinamiento cuya escucha resulta en general agradable en especial porque muestra a un músico que obviamente no tiene nada que demostrar a las alturas de 2020, y que precisamente por ello nos presenta unas canciones sencillas, muy básicas en cuanto a su instrumentación en la mayoría de los casos y que entiendo que son un autorretrato muy certero de quien es Paul McCartney en este momento. Mientras que sus dos predecesores reflejaron cambios sustanciales en su trayectoria musical, coincidiendo con la ruptura de los Beatles y Wings respectivamente, en este álbum disfrutamos del sonido de un McCartney menos inquieto que simplemente hace lo que mejor sabe hacer. Diré más: pocas veces ha sonado Paul McCartney de manera tan esencial, tan desnuda, con esa predominancia de las guitarras acústicas desde los tiempos de aquel bucólico “Mull Of Kyntire” de finales de los 70 o el “Junior´s Farm” de 1974 imbuido de la influencia country de Nashville.
Ahora bien, no piensen ustedes que en ‘McCartney III’ van a encontrarse un álbum al estilo de los “unplugged” de los 90 que popularizó la MTV o un disco campestre de Crosby, Stills & Nash. No, aunque la faceta acústica sin duda es la que predomina, también hay destellos de rock fuerte aunque matizado, canciones algo más experimentales y alguna que otra sorpresa que se agradece y que nos recuerda que aunque en este disco nuestro hombre no busca ni reinventarse ni aportar un ningún cambio a la evolución del rock, su genio creativo nunca deja de sorprender. De entrada, ya en la primera canción del disco, “Long Tailed Winter Bird”, las guitarras acústicas están perfumadas de un aroma folk que bien podrían hacernos creer que estamos ante una canción que podrían firmar Lindisfarne, pronto evoluciona hacia una suerte de pop electro-acústico muy original. Pero esa orientación más acústica, tan característica de este disco se percibe en toda su plenitud en “Pretty Boys”, en la relajada pieza que cierra el disco , “Winter Bird / When Winter Comes”, en “Women And Wives”, aunque en esta pieza el piano arrebate el protagonismo a las acústicas y sobre todo en “The Kiss Of Venus”, una canción acústica muy introspectiva y… sí, ¿porqué no decirlo? muy Beatle.
Pero como decía, más allá de esas piezas acústicas imagino que inspiradas por la atmósfera rural en la que se ha elaborado este disco durante el confinamiento, en ‘McCartney III’ encontramos también temas que se salen del guión como “Find My Way”, un rock clásico a medio tiempo que me recuerda mucho al estilo de Wings o “Lavatory Lil”, un rock más fuerte con una instrumentación bajada de revoluciones, es verdad, pero muy directo, muy bailable incluso. Podría ser uno de esos temas “Pub Rock” estilo Dr.Feelgood tan típicos de mediados / finales de los 70.
Si en “Deep Deep Feeling” Macca se extiende a lo largo de 8 minutos por terrenos musicales fronterizos entre el minimalismo, el rock progresivo y el avant-garde, esa vena progresiva, pero más en conexión con el blues progresivo de finales de los 60 que los Beatles exploraron con más o menos convicción, se muestra en toda su extensión en una de las mejores canciones para mi gusto de este trabajo, “Slidin’”, el tema más rockero y más denso del disco, que me trae en cada escucha referencias muy evidentes al ‘White Album’ de los Beatles de 1968. En esa misma línea se sitúa “Seize The Day”, otra de las más rockeras del disco.
Paul McCartney declaró a Rolling Stone en 2016, “Uno de mis sobrinos, Jay, me dijo un día durante una comida familiar: “‘Ram’, tu segundo disco en solitario de 1971 es mi álbum favorito de todos los tiempos”. Pensé que estaba muerto y desaparecido, apestando allí, en el estiércol. Así que lo volví a escuchar después de muchísimos años. Y me dije, “Vaya, entiendo lo que estaba haciendo”. No creo que sea el mejor álbum de todos los tiempos, pero al escucharlo ahora, reconozco en él al Paul McCartney de 1970 y no me desagrada. La prensa lo masacró en su momento, tal vez porque no percibieron la sinceridad que había en esas canciones”.
Sin parecerse ni en el momento, ni en las circunstancias, tengo la certidumbre de que con independencia de lo que escriba la prensa sobre él, cuando Paul McCartney dentro de algunos años escuche este nuevo disco, tendrá la misma sensación que tuvo en 2016 al volver a escuchar ‘Ram’.
A modo de anécdota final, y en un momento en el que las –en ocasiones comprensibles- críticas a la tecnología, los teléfonos móviles, las redes sociales y el papel que están jugando en nuestras vidas son muy fuertes, sepan ustedes que este disco, así como los últimos que McCartney ha editado, han sido posibles en gran medida gracias a Apple y, más concretamente, a la aplicación de notas de voz del iPhone. Así lo ha declarado el propio bajista y cantante, recordando los tiempos en los que John Lennon y él tenían que apuntar en destartalados cuadernos las ideas que se les ocurrían, ni siquiera grabarlas en cassette, algo que era todo un lujo en la Inglaterra de finales de los 50 y primeros años 60. Todo un signo de los tiempos ¿no?.
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