Piratas en el Pacífico
Silvia Ribeiro*. LQS. Mayo 2018
A la geoingeniería con fertilización océanica la rebautizaron siembra oceánica, ya no hablan de créditos de carbono, sino solamente de una técnica para aumentar poblaciones de peces. Antes era una solución mágica para el cambio climático, ahora es la técnica que resolverá el problema del decline de peces en los oceános…
Los piratas de la geoingeniería marina no se rinden. Aunque la fertilización oceánica está bajo moratoria en Naciones Unidas, la compañía Oceaneos –que busca hacer experimentos con esta riesgosa técnica en Chile y Perú, donde no tiene permiso de las autoridades– se presentó en 2018 en una cena de inversores de la agencia Open Angel, en Vancouver, Canadá, buscando fondos para esos experimentos contaminantes, como si fueran una simple inversión más.
Dar información falsa a comunidades, autoridades e inversores parece ser lo usual en el grupo detrás de Oceaneos. Varios de sus integrantes eran antes parte de la empresa Haida Salmon Restoration Corporation (HSRC), que en 2012 realizó el mayor experimento ilegal de fertilización oceánica en un territorio indígena en Haida Guaii, Columbia Británica, Canadá, engañando a la comunidad indígena residente. El mal afamado geoingeniero Russ George, quien antes intentó hacer el experimento en Galápagos, fue director científico de HSRC
Convencieron a la comunidad de Old Masset de aportar un millón de dólares a la empresa HSRC, con la promesa de aumentar la población de salmones con fertilización oceánica y además cobrar créditos de carbono por ello.
No les informaron, como tampoco ahora a las autoridades en Chile y Perú ni a los potenciales inversores reunidos por Open Angel, que la fertilización oceánica, por sus altos riesgos sobre ecosistemas y cadenas alimentarias marinas, está desde 2009 bajo moratoria en el Convenio de Biodiversidad (CDB) o que desde 2013 el Protocolo de Londres sobre vertidos en el mar, decidió prohibirla. En ambos casos, con excepción de experimentos a pequeña escala con fines científicos, que no permiten obtener créditos de carbono.
Cuando organizaciones de la sociedad civil denunciaron el experimento ilegal en Haida Gwaii, las autoridades ambientales de Canadá iniciaron un proceso legal de investigación, aún abierto. El experimento creó conflictos en la Nación Haida, pero cuando ésta entendió el contexto y riesgos, rechazaron al proyecto y a la empresa.
Quien gestionó el apoyo económico de la comunidad indígena a la empresa HSRC fue John Disney, actualmente parte del equipo de Oceaneos, del cual también forma parte Peter Gross, otro miembro de HSRC. El actual presidente de Oceaneos, Michael Riedijk, estaba a cargo de monetizar los créditos de carbono que generaran las actividades de fertilización oceánica de HSRC, desde su empresa Blue Carbon Solutions.
Para intentar desvincularse de ese turbio pasado, en el cual HRSC está interpelada legalmente, Oceaneos cambió nombre de empresa y actividad. A la geoingeniería con fertilización océanica la rebautizaron siembra oceánica, ya no hablan de créditos de carbono, sino solamente de una técnica para aumentar poblaciones de peces. Antes era una solución mágica para el cambio climático, ahora es la técnica que resolverá el problema del decline de peces en los oceános. No obstante, se aluden al experimento ilegal en Haida Guaii, como referencia exitosa de su tecnología.
Se presentan en Chile como Fundación de Investigación Marina Oceaneos, pero provienen de la empresa con fines de lucro Oceaneos Environmental Solutions, que posee varias patentes sobre técnicas de fertilización oceánica para secuestro de carbono.
En Perú, se presentaron directamente como empresa Oceaneos Perú S.A.C y solicitaron hacer experimentos de fertilización oceánica en los departamentos de Ica, Arequipa y Moquegua, lo cual no fue aprobado por objeciones del Instituto del Mar de Perú.
Chile y Perú son signatarios del CBD y del Convenio de Londres, que Oceaneos violará si lleva a cabo sus experimentos.
En 2017, seis institutos científicos y académicos relacionados a la investigación marina en Chile se pronunciaron firmemente contra este tipo de iniciativa, haciendo público un documento con las 10 razones principales por las que se oponen a los proyectos de fertilización oceánica con fines comerciales
Entre otras cosas, explican que los riesgos son altos y los resultados son inciertos; que no existe evidencia científica de que la fertilización con hierro aumente las poblaciones de peces (tampoco de que secuestre carbono en forma permanente); que todo el proceso de Oceaneos es turbio y parece conectado a fines de lucro, no de investigación. Entre otros riesgos, señalan el desequilibrio de la cadena alimentaria y la creación de zonas oceánicas intermedias donde faltará oxígeno, con grave afectación a la vida marina, así como el potencial surgimiento de algas tóxicas. Coincide con los estudios científicos sobre los que se basan las moratorias en Naciones Unidas.
Peter von Dassow, investigador del Instituto Milenio de Oceanografía en Chile, explica también que experimentos recientes con botellas de agua tomadas en la surgencia oceánica cerca de Coquimbo, comprobaron que la fertilización con hierro aumentó el ácido domoico, que indica la formación de algas tóxicas, algo que aumentará si se hace un experimento a escala como pretende Oceaneos. Esta biotoxina es altamente riesgosa para la vida marina y también humana si se consumen peces o moluscos que hayan ingerido esas algas.
La línea roja que une a estos piratas desde Canadá a Chile es el engaño a comunidades, autoridades y al público, con argumentos seudocientíficos, que intentan disimular su verdadero objetivo: lucrar con experimentos de geoingeniería que dañan al medio ambiente y la vida marina.
* Investigadora del Grupo ETC. Publicado en “La Jornada”
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