Poetas canadienses, segunda parte
Erasmo Magoulas. LQSomos. Noviembre 2014
Irving Layton y Margaret Atwood
Mientras Layton se mantuvo a través de sus años literarios, que fueron muchos, monógamo con la poesía, pero tan solo con la poesía; a la Atwood se la conoce mundialmente por su narrativa. Layton es la figura más controversial de la poesía canadiense y el poeta canadiense por antonomasia. Su fuerza literaria radica no solo en su ars poética sino también en sus convicciones sobre el mundo. Podríamos decir que Layton fue un luchador y que su poesía sigue luchando. O como él mismo lo dijo: “ En este país el poeta siempre tendrá que luchar por su sobrevivencia. El vive en un ambiente de clase media, cuyos valores sobre el dinero, la respetabilidad, y el éxito son hostiles al tipo de integridad y autenticidad que están en la médula de sus convicciones. La necesidad de ser él mismo lo hace presa fácil de aquellos que tienen intereses más prácticos por concretar –como conservar un trabajo, amasar una fortuna, o formar una familia. Su afán es cambiar el mundo; a cualquier precio, testificar que otro hombre opuesto al estúpido, insensible y materialista, es posible”.
Margaret Atwood es conocida por sus novelas como El asesino ciego, El cuento de la criada, La novia ladrona, El año del diluvio, y Un día es un día, entre otras. A pesar de sus éxitos en la prosa, Atwood nunca abandonó la poesía. Su trabajo poético se puede entender, como dicen los editores Gary Geddes y Phyllis Bruce, como apuntes de un colonizador de las zonas desconocidas y extensas de la conciencia. Varias son las obsesiones que Atwood lleva a la literatura; la soledad, las diferentes percepciones del espacio, los objetos y su significado, los temores del ser humano. De acuerdo a los críticos literarios y editores, la poesía de Atwood está llena de pieles, jaulas, estuches, fronteras, mapas, fortificaciones, y todo aquello que marca los límites o demarcaciones que separan.
Irving Layton
Layton nació en Targu Neamt, un pueblo de Rumania, cerca de la frontera con Hungría. Hijo de un matrimonio de la diáspora judía en la Europa del Este. Con pocos meses de edad Irving llega a Montreal, donde la familia busca un mejor futuro. Corría el año de 1913. La familia se instala en el barrio obrero de la Petite Patrie, en la calle Saint Urbain. El barrio será inmortalizado en las novelas de otro montreales de origen judío, Mordecai Richler. En su temprana adolescencia Irving escuchó un poema de Alfred Tennyson, en su clase de lengua inglesa. Irving quedó impresionado por la belleza de las palabras. Quizás esa fue la introducción de Layton en el mundo de la literatura. Su deseo por conocer más sobre aquello, lo llevaron a Walter Scott, W. Wordsworth, Lord Byron, P. B. Shelley, Jane Austen, T. S. Eliot, W. Shakespeare, y más. La cultura literaria lo lleva a lecturas sociológicas y filosóficas. Comienza a leer a Marx y a Nietzsche. Para fines de la década del 30, Layton se gradúa con una licenciatura en agronomía por el MacDonald College. Durante sus años universitarios Layton sigue escribiendo poesía, pero también se enrola en actividades políticas, y en el movimiento estudiantil de izquierda. Se transforma en un excelente orador y en un imbatible argumentador en los debates político-ideológicos organizados por la Universidad de McGill. Funda el Club de Investigación Social, el cual tenía como propósito ser un foro de ideas, y promocionar figuras poco bien vistas por el establishment. Uno de sus invitados fue el Dr. Norman Bethune.
Luego de un matrimonio fugaz que lo lleva a Halifax, Capital de Nueva Escocia, y a trabajos que no le satisfacen, Layton vuelve a Montreal y se enlista en el Ejército. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Layton, conoce a Betty Sutherland, una artista plástica, con quien tendrá sus dos primeros hijos. El hermano de Betty, John Sutherland era un joven pero ya reconocido poeta y editor. Gracias a él, Layton comienza a publicar sus trabajos en la editora Primera Declaración. Junto a otros poetas jóvenes, como Louis Dudek, John Sutherland y Raymond Souster, se desliga de la influencia y el patrocinio de críticos como Northrop Frye, para buscar una voz propia que se divorcie de la influencia inglesa sobre la literatutra canadiense. A pesar de esto, Layton sigue leyendo a los escritores ingleses, y especialmente a uno, D.H. Lawrence.
A mediados de los 40 Layton escribe su poema El Nadador, en forma súbita, en un restaurante de Montreal, sobre una servilleta de papel y con el lápiz del mozo. Según dirá más tarde, la escritura de ese poema, será el punto de no retrorno de su carrera como poeta.
Para fines de esa década, Layton termina sus estudios de postgrado con una maestría en Ciencias Políticas, y comienza a enseñar historia, Inglés y ciencias sociales en colegios secundarios judíos de Montreal. Uno de sus alumnos será, el después también poeta, y uno de sus grandes amigos, Leonard Cohen. Layton también dará clases de lengua inglesa y literatura americana en la Universidad de Concordia y en la de York.
Junto a los poetas Dudek y Souster arma una antología con sus trabajos, que será publicada por la Editorial Contact. El nombre de la antología es Cerberus. El libro rompe con la tendencia romántica y lírica que tenía la poesía canadiense hasta ese momento, debido a la influencia inglesa, y toma por un sendero donde la lengua poética se familiariza y reconoce en el lenguaje prosaico de la cotidianeidad.
La década del 50 será para Layton la más prolífica en su carrera literaria, así como también los años donde su popularidad se acrecienta con la publicación de su libro Los Cazadores Negros, y sus apariciones en programas televisivos de debate, donde con su atractiva personalidad, su poderosa voz, y sus actitudes anticonvencionales, concita la atención del público. Sus libros comiezan a ser traducidos al Griego, Español, Italiano, y Coreano.
Layton comienza a ser reconocido por las importantes casas editoras de Canadá, y su vertiginoso trabajo como escritor tiene como resultado la publicación de un libro por año, durante el lapso que va de comienzos de los 50 hasta mediados de los 80. En ese período Irving Layton recibe una importante cantidad de premios por sus colecciones de poemas Los Binoculares Mejorados, Una Carpeta Roja para el Sol, y El Pájaro Totalizador. También comienza el período de sus sistemáticos viajes a Europa y Asia. El país europeo que más lo seduce y en el que pasa largas temporadas junto a su amigo Leonard Cohen, es Grecia, en la Isla de Hydra.
Estos años también son para Layton los tiempos de turbulentos romances y matrimonios, siempre con mujeres mucho más jóvenes.
Layton estuvo muy cerca de ser galardonado con el Nobel de literatura a comienzos de los 80. A mediados de los 90, a Layton se le diagnostica un progresivo Alzheimer, y pasa sus últimos años en una residencia de ancianos de Montreal. Su última pareja, Anna Pottier, casi 50 años más joven, se separa de Layton luego de convivir con el poeta casi una década. Aún en sus últimos años, Layton sigue recibiendo el interés de las casas editoras por la reedición de sus trabajos.
Su lenguaje directo, su batalla contra la hipocresía social, y contra el puritanismo de una sociedad conservadora, le granjearon muchos admiradores, pero también encarnizados enemigos. Irving Layton murió en Montreal a los 93 años, el 4 de enero de 2006. Leonard Cohen dijo de Layton, “Yo le enseñe a vestirse, él me enseño a vivir para siempre”.
Contra Esta Muerte
Yo he visto a la respetable
muerte
servida como si fuera pan y vino
en tiendas y oficinas,
en un club y una hostería,
y desde la iglesia de la esquina
que mira en dos direcciones;
Yo he visto a la muerte
servida como si fuera
hielo
Contra esta muerte,
lenta, segura:
el cuerpo,
el potente sol,
las exhalaciones
de tu aliento,
tus pomulos
rosagantes y amorosos,
y la vida secreta
de la imaginación
planificando la libertad
del yugo
y de la piedra.
(traducido por el autor)
¡Mira, Todos los Corderos Están Alrededor Nuestro!
Imagina, el amor,
da vueltas en si mismo
dentro de la memoria de un hombre;
o para ponerlo de la manera
que un profesor novato
de Mount Allioson lo haría,
Helen con sus gruesos
y escurridizos miembros
sobre la cintura de Paris
no lo hizo mejor.
Joder, el sol quemó mi espalda
de tanto hacer sexo
al descampado.
El Primate (alguien
hizo un mono de él)
y el Sanedrín
(con una larga barba, pero de corto
entendimiento)
mandan mensajeros a decir
que ellos no lo aprueban.
Tú nunca los has visto a ellos, amor.
Tú me revoleas por el aire
con gran renuncia,
ellos se paran sobre sus pies y corren.
Yo te digo
¡cada uno de tus besos
es como una explosión en el cerebro!
Qué dicha, qué dicha ser amado
por una chica
en este país Presbiteriano
la cual sabe como hacer feliz
a un hombre.
(traducido por el autor)
El desapacible clima
Al final del sendero del jardín
el viento y su satélite me esperan;
sus misterios no los conoceré
hasta llegar allí,
pero el sepulturero de sombrero negro
quien, pasando, vio mi corazón latiendo en el cesped,
está también yendo hacia allí. Hola, le dije,
una gran racha en el Pacífico sopló un poeta muerto
fuera del agua,
quien ahora cuelga en la entrada de la ciudad.
Multitudes van diariamente a verlo, y vuelven
con disgusto y consternación;
si sus miembros se agitaban en el aire
ellos se sentarían bajo sus pies
a pelar sus naranjas.
Y dándome vuelta yo abracé como si fuera a una amante
el tronco de un árbol, uno de aquellos
para quienes el rayo fue demasiado
y le creció una brillante
joroba con una corona de hojas.
Las enfermedades que se escaparon de las etiquetas
de los frascos de medicina volaron todas hacia el viento;
yo me he visto ultimamente en los ojos
de una anciana,
como inútiles afluentes de condolencias a mi hombría,
en cuyas viejas pupilas el sol se tornaba
un charco de sangre sobre las anchas hojas de catalpa
y colgando de las viejas ramas,
mis propios asesinados
electrificaban el aire como mudas colisiones
de fruta. Un perro negro aulla bajo mi sangre,
un perro negro de ojos amarillos;
él también para alguien inadvertidamente
vio el charco de sangre
sobre las anchas hojas de catalpa.
Pero las furias me limpian un sendero hacia el gusano
quien canta por una hora en la garganta de un petirrojo,
y confundido por el llanto de los niños
yo soy nuevamente
un nadador jadeante en ese desapacible clima.
(traducido por el autor)
Mirando las estatuas de Ezequiel y Jeremías en la Iglesia de Notre Dame
Ellos les han puesto nombres franceses
y los hicieron cautivos, mis rudos
conflictivos compatriotas;
sus esplendidas barbas, aquí, son hermafroditicamente
de blanca argamasa
y sus rabias
desnudas con cerros palestinos muy perdidos
en este inmenso y horrible edificio.
Ustedes están tediosos –lo veo- apasionados profetas
con sacerdotes y monjas
(¡Qué vulgares chistes se estarán diciendo entre ustedes!)
y con aquellos enfermos de religiosidad
este es mi apreciado cuñado
ex- Lawrenciano
agarrando su rosario, y su mujer
enferma de tantas culpas.
Créanme que con gusto los sacaría
de esta tenebrosa iglesia
de su patético melodrama, su rancio olor a velas
y los dejaría en libertad otra vez
en un mundo no creyente
de pecado y penitencia
pero no de la luz del sol de la plaza de enfrente
poblada al mediodía de hombres arrogantes.
A pesar de todo anímense Ezequiel y tú Jeremías
quienes fueron alguna vez arrojados dentro de un pozo;
no los dejaré aquí en este lugar de incienso, incómodos
entre desconocidos santos católicos
pero les traeré de tanto en tanto
mi cálido corazón hebreo
tan apasionado como los suyos, y me pararé
con ustedes aquí por unos instantes en emocional confraternidad.
(traducido por el autor)
Margaret Atwood
Atwood es una multifacética personalidad de la vida cultural canadiense en general y de la literatura de ese país, en particular. Ganadora de infinidad de premios y reconocimientos por su aporte a las artes, tanto en su país como fuera de él. Atwood ha incursionado en el activismo político, el ecologismo, el feminismo, y también en el agresivo mundo empresarial.
Atwood es conocida en el mundo literario como novelista, mientras que su rasgo como poeta ha quedado ensombrecido por su prosa. A pesar de ello la escritora canadiense ha publicado alrededor de 15 libros de poesía.
Realizó sus estudios universitarios en Toronto, con una licenciatura en Artes e Inglés, y continuó sus estudios de grado en Harvard. Ha enseñado en diiferentes universidades de Canadá y los Estados Unidos, y ha recibido varios títulos honoríficos de diferentes universidades del mundo.
Atwood ha teorizado, en diferentes ensayos, la vinculación entre literatura e identidad nacional. Tal vez el ensayo más conocido sobre el tema es “Supervivencia: Una Guía Temática de la Literatura Canadiense”. También el tema de la identidad se refleja en sus ficciones, “Los diarios de Susanna Moodie”, “El Asesino ciego”, “Superficie” y “Alias Grace”. A traves de estos trabajos, Atwood define que la identidad canadiense está fundamentada en tres pilares: interés por los elementos de la naturaleza, la historia de los inmigrantes, y los vínculos de tipo comunitario.
En el transcurso de su vida Margaret Atwood ha vivido en diferentes ciudades de Canadá y del mundo. Durante fines de los 60 y comienzos de los 70 vivió en Francia, Italia y el Reino Unido, en los 80 en Alemania, volviendo a Francia a comienzos de los 90. Por razones laborales ha recidido por largas temporadas en diferentes estados de los Estados Unidos, donde fue profesora de varias universidades; y en Canadá, tanto en la costa del Pacífico, como en Montreal y Toronto. Desde 1992 vive en la Capital de Ontario.
Próximas Llegadas
Después de cruzar esa larga pesadilla
que fue el oceano, remontamos el río
En la primera isla
los inmigrantes se desnudaron
y danzaron como tábanos
Dejamos atrás una por una
las ciudades infectadas de cólera,
una por una nuestras civilizadas
particularidades
y entramos en una profunda oscuridad.
Entramos en nuestra propia
ignorancia.
Yo no he salido de ella aún.
Mi cerebro manotea nervioso
como tentáculos en la noche, despejando
temores peludos como osos,
demanda lumbre; o aguardando
por mi ensombrecido esposo, oir
cierta maldad en el susurro de los árboles.
Necesito la vista del lobo para ver
la verdad.
Rechazo buscarla en un espejo.
Sea la naturaleza
real o no
depende quien viva en ella.
(traducido por el autor)
Juegos Después de la Cena
Esto sucedió antes de la electricidad,
fue cuando existían porches.
En el destartalado porche un viejo
se mece. El porche es de madera
la casa es de madera y gris;
en la sala de estar que huele a
tabaco y humedad, tan pronto
la mujer enciende la lámpara de petróleo.
Hay un establo pero yo no estoy en él;
hay un jardín frutal abandonado también,
sus manzanas como blandos corchos
pero tampoco estoy allí.
Estoy escondida en el pastizal
con mis dos primos muertos,
la membrana ya creció
a través de sus gargantas.
Oímos grillos y nuestros corazones
cerca de nuestros oídos;
aunque reimos, estamos austados.
Desde las sombras alrededor
de la esquina de la casa
un hombre alto viene hacia nosotros:
El podría ser nuestro tío,
si somos afortunados.
(traducido por el autor)
Tortura
¿Qué sucede en los silencios
de esta conversación?
Esa que trata de la libertad
y la política y la falta de pasión.
Sólo esto: pienso en la mujer
que no mataron,
sino que le cosieron
la cara; le taparon la boca hasta dejar
un agujero como una paja,
y la devolvieron a la calle,
un signo mudo.
No importa dónde
lo hicieron o por qué, o si
lo hizo un partido u otro;
esas cosas se hacen en cuanto
existen los partidos.
Y no sé si los hombres buenos
con sus flamantes vidas existen
gracias a esta mujer o a pesar
de ella.
Pero un poder
como ese no es abstracto,
no tiene que ver con la política
ni con la libertad, va más allá de lemas de partidos;
y respecto a la pasión, he aquí
su intrincada negación:
ese cuchillo que te arranca los amantes
de la carne como tumores,
dejándote sin pechos
y sin nombre,
plana, sin sangre, tu propia voz
cauterizada por tanto dolor;
un cuerpo desollado que desatan
cuerda por cuerda y cuelgan
de la pared, un estandarte
desplegado por el mismo motivo
que las banderas.
(traducido por María Pilar Somacarrera)
Un Asunto de Mujeres
La mujer del aparato con púas,
agujereado como un colador, que le aprisiona
la cintura y el espacio entre las piernas
es la Prueba A.
La mujer de negro que mira a través
de una celosía y tiene una estaca
de madera de diez centímetros metida
entre las piernas para que no la puedan violar,
es la Prueba B.
La Prueba C es la muchacha
que las matronas arrastran al monte
y obligan a cantar mientras sajan la carne
de entre sus piernas, luego atan sus muslos,
hasta que le salen costras y la creen curada.
Ahora puede casarse.
Para cada nacimiento la abrirán
en canal, luego la coserán.
A los hombres les gustan las mujeres bien apretadas.
Las que mueren son enterradas con cuidado.
La siguiente prueba yace sobre su espalda,
mientras ochenta hombres cada noche
se mueven a través de ella, diez cada hora.
Mira al techo, escucha
cómo la puerta se abre y se cierra.
Un timbre sigue sonando.
Nadie sabe cómo llegó hasta aquí.
Verás que lo que tienen en común
está entre las piernas. ¿Por esto
se lucha en las guerras?
Territorio enemigo, tierra de
nadie, que se penetra furtivamente,
cercada, poseída, pero nunca con certeza;
escenario de estas incursiones desesperadas
a medianoche, capturas
y crímenes viscosos, guantes de médicos
grasientos de sangre, carne inerte, fuente
del inquietante poder que posees.
Este lugar no es un museo.
¿Quién inventó la palabra amor?
(traducido por María Pilar Somacarrera)
Hotel
Me despierto a oscuras
en una habitación extraña.
Hay una voz en el techo
con un mensaje para mí.
Repite una y otra vez
la misma ausencia de palabras,
el sonido que el amor hace
cuando alcanza la tierra,
metido a la fuerza en un cuerpo,
acorralado. Arriba hay una mujer
sin cara y con un animal
desconocido que tiembla dentro de ella.
Enseña los dientes y solloza;
la voz susurra a través de las paredes y el suelo;
ahora está suelta, libre y corriendo
cuesta abajo hacia el mar, como agua.
Examina el aire alrededor y encuentra
espacio. Al final, me
penetra y se vuelve mía.
(traducido por María Pilar Somacarrera)
Una Mujer Pobre Aprende a Escribir
Está en cuclillas, los pies desnudos,
abiertos, sin
gracia; la falda metida alrededor de los tobillos.
Tiene la cara marchita y agrietada.
Parece vieja,
más vieja que nadie.
Probablemente tiene treinta años.
Sus manos, también arrugadas y agrietadas,
garabatean con torpeza. Su pelo está escondido.
Escribe con un palo, laboriosamente,
en la tierra húmeda y gris,
mientras frunce, con ansiedad, el ceño.
Escribe letras grandes, anchas.
Ahí está, terminada,
su primera palabra hasta ahora.
Nunca pensó que podría hacerlo,
ella, no.
Eso era para otros.
Mira hacia arriba, sonríe
como disculpándose,
pero no lo hace; esta vez, no; ahora sí lo hizo bien.
¿Qué está escrito en el barro?
Su nombre. No podemos leerlo.
Pero lo podemos adivinar. Mira su cara:.
¿Es una Flor gozosa? ¿Radiante? ¿Sol reflejado en el Agua?
(traducido por María Pilar Somacarrera)
– Poetas canadienses, primera parte
Imagen de cabecera de “Viajes y Montañas”