Policías, radicales y manteros
Juan Gabalaui*. LQS. Abril 2018
Nos dicen que vivimos en un país que ha sido hasta la fecha ejemplar en su capacidad para integrar a los extranjeros. Sin duda. Mame Mbaye, por ejemplo, seguía siendo mantero después de todos estos años y huía de la policía día sí y día también
Esto era una vez unos policías municipales que patrullaban por las calles del barrio de Lavapiés y se encontraron con un hombre tirado en la acera al lado de la puerta de su casa. Había sufrido un infarto. Intentaron reanimarle pero, desgraciadamente, no lo consiguieron. Pongamos que este hombre se llamaba Mame Mbaye y que trabajaba como mantero. Los manteros son esas personas que venden cosas en la calle colocadas en una manta. La manta está sujeta por un juego de cuerdas que les permite recoger la mercancía cada vez que alguien da el aviso de que viene la policía. They play cat and mouse until the police leave, then go back to work and sell their goods. But this game is not fun. They can be arrested, imprisoned and deported. No, no es divertido. Pero Mame Mbaye consiguió de nuevo escabullirse de la policía. Era un experto. Convivió con la tensión, el estrés y el miedo durante más de diez años. Pero su corazón le dijo ¡basta!
No es difícil establecer una relación entre una situación estresante y un infarto. Los médicos lo hacen. Aún así el editorial de El País se encarga de recordarnos que la versión oficial dice que no tiene nada que ver. Nos aclara que Mame huyó de la persecución policial en la Puerta del Sol madrileña pero que no tuvo nada que ver. No tuvo nada que ver que desde hace más de diez años una persona viviera día tras día la tensión de ser detenido, multado, encarcelado o deportado. La dirección de El País no sabe qué significa esto ni las implicaciones psicológicas, emocionales y físicas que tiene una exposición constante a un elevado estrés. Solo le importa la versión oficial que suele coincidir con la versión de los mismos que diseñan operaciones contra manteros, persiguiéndoles por las calles del centro de Madrid, tratándoles como criminales y no como personas con un trabajo precario, inestable y peligroso.
Los policías socorren y los radicales lanzan soflamas y son oportunistas. Así enmarcan los hechos las mentes conservadoras. Los radicales lo son porque vinculan la muerte de Mame con la persecución policial. Una persecución [situación estresante] que precedió al infarto. Prefieren que esto quede en un se murió y ya está. El análisis de la realidad social y laboral permitiría entender cuál es la situación que tienen que vivir muchas personas que vinieron a este país a buscarse la vida y que años después siguen sin papeles legales, sin trabajo estable y sin una vivienda digna. Este análisis no interesa porque no sirve para alimentar los prejuicios ideológicos. Es más necesario señalar a los radicales que queman contenedores y vincularlos con Podemos, con una intención evidente de erosionar a un rival político. Este cinismo contribuye a mantener las situaciones de injusticia, ocultando a la opinión pública realidades que vienen a cuestionar, profundamente, el sistema en que vivimos.
Nos dicen que vivimos en un país que ha sido hasta la fecha ejemplar en su capacidad para integrar a los extranjeros. Sin duda. Mame Mbaye, por ejemplo, seguía siendo mantero después de todos estos años y huía de la policía día sí y día también. Otros trabajan por sueldos miserables durante largas y fatigosas horas. Otros viven hacinados en viviendas. Otros acaban alcoholizados en las plazas del centro de Madrid. Otros piden en las puertas de los supermercados y de las iglesias. Sé que hay otros que no pero la existencia de solo una persona viviendo en estas condiciones es suficiente para estar en contra de un sistema que no solo tolera sino que se alimenta de estas situaciones. Mientras los medios de comunicación prosistema se ocupan de contarnos cuentos donde las personas se mueren sin más, sin condicionantes y sin historia, debemos ser memoria de cada una de ellas, de su realidad social, de sus vidas. Son el ejemplo de la insostenibilidad del sistema y de la necesidad imperiosa de cambiarlo.
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