Quintaesencia bacteriana
Patxi Ibarrondo*. LQS. Noviembre 2018
Somos mierda. Somos la quinta esencia de lo fétido
La investigadora rusa Irina Matveikova recomienda, con profunda insistencia, leer bien todo el alfabeto del intestino. Afirma que tenemos dos cerebros, el clásico de la cabeza de siempre y el del estómago. El bienestar residiría en este último. Las serotoninas tienen la llave del sí o el no sentirse a gusto y realizado. Quince minutos al día para evacuar creativamente son necesarios.
Un estreñimiento crónico produce, al parecer, delirios intestinales. Nuestro equilibrio, en definitiva, depende de las heces. Por lo que no era de extrañar entonces que, en pleno fragor de la siniestra guerra fría, los espías occidentales estuvieran harto interesados en recolectar muestras secretas de las deposiciones de la jerarquía soviética. Leyendo el porvenir de los planes quinquenales, en la mierda de la geriátrica nomenklatura, averiguaban con exactitud muy aproximada cuándo y cómo llevar a cabo las tácticas de desestabilización del enemigo. Así que no nos subamos a la parra triunfal de la vanidad. La mierda tiene su papel fundamental a lo largo de la Historia. La civilización es cosa básicamente del desprestigiado esfínter.
Los poderosos también cagan, como cualquier humilde siervo de la gleba. De sus deposiciones se pueden averiguar sus estrategias. Del maloliente subproducto se derivan las páginas gloriosas o viles, no lo podemos negar, según la ciencia somos bacterias. A las batallas más cruentas o los descubrimientos más sublimes o las guerras bacteriológicas más nefastas son nuestra misma existencia. Somos mierda. Somos la quinta esencia de lo fétido. Somos mierda. Somos una quintaesencia excremental.
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