Ramallah
Silvia Delgado*. LQSomos. Octubre 2017
El muro de la vergüenza parte en dos la vida de Palestina.
Todos hemos visto imágenes, todos nos hemos horrorizado, todos nos hemos preguntado cuándo será derribado, cuándo se terminará, cuándo dejará de ser.
Cuándo Israel dejará en paz a este pueblo que resiste a duras penas.
Todos alguna vez hemos visto los graffitis pintados sobre esos bloques de cemento, hemos visto largas filas de palestinos atravesando check points como si estuvieran pasando de una cárcel a otra, hemos visto las perversas colinas donde se amontonan judíos llegados de todas las partes del mundo sin importarles quién es el dueño de esa tierra que pisotean.
Todos hemos visto documentales, hemos leído artículos, nos hemos indignado ante esta barbarie que no termina.
Todos sabemos que un muro es un paredón donde se ejecuta mansamente a quien no se desea.
Pero a pesar de saberlo todos, a pesar de toda la información que poseemos, a pesar de tener muy presente que esta atrocidad es incompatible con la vida, hoy, al verlo en Ramallah como una serpiente gris, pensé que la brutalidad fue consumada.
Pensé que al otro lado, donde los niños corren, rezan, ríen y cantan hay un enjambre de avispas de dimensiones colosales, un enjambre multiplicándose con sus razones podridas, un enjambre que envenena el suelo, el aire, los corazones.
Nada hay que exculpe a sus habitantes, a los que se tapan los ojos, a los que no oyen el hambre, la rabia, los tiros.
Nada hay que los humanice.
Construyen un mañana sin incomodarles que hay ríos de sangre palestina discurriendo por sus calles.