Reflexiones sobre la madre
Por Fabiola Calvo*.
Pensar, recordar, conversar y reflexionar sobre el linaje materno es asunto que nos convoca al igual que ser madre en sus diferentes presentaciones, decisiones o situaciones específicas -siendo conscientes o no- que he tomado, sumado esto a las circunstancias familiares, sociales, políticas y culturales vividas en el momento determinado
Cuando pienso en mi abuela, sé que mientras ella trabajaba en el servicio doméstico en una casa de una acaudalada familia y luego encerrada criando a sus hijos e hijas, otras mujeres luchaban por ingresar en la universidad, por quitarse el “Señora de Gómez” (ese que daba el sentido de propiedad privada), por el derecho al voto… ¿Qué pasaba con los hijos e hijas de quienes salían a protestar en busca de derechos para todas?
Mi madre nació cuando todavía las conquistas no alcanzaban a mover el piso en este país cuyas fuerzas elitistas del conservatismo no permitían que el pensamiento liberal o socialista avanzaran con la industria, la reforma agraria, la modernización del Estado y por ende el avance de las mujeres; no obstante, esos momentos vieron la vitalidad y la fuerza de Betsabé Espinal, quien dirigió la primera huelga de mujeres en una fábrica textil, y María Cano, la primera mujer en la dirigencia política; Emilia Pardo Umaña, primera periodista y la antropóloga; Virginia Gutiérrez, conocida por sus aportes en educación, cultura y el diario sobre la cultura Wayúu; Teresa Santamaría de González, luchadora por el voto. Ellas abrieron camino.
En casa estaban las madres cuidando y criando, los padres en calidad de proveedores, no siempre. Aunque ellas quisieran estudiar, el derecho como tal no existía, las condiciones sociales y culturales daban por sentado que el lugar de las mujeres era el espacio privado. Niños y niñas tenían protección y se reproducía el esquema cultural. ¿Qué pasaba con las madres?
Cuando nacimos las de mi generación, llegamos con algunos derechos, pero quedaban muchos, muchos pendientes. Algunas tuvimos la posibilidad de estudiar, de militar en la rebeldía en busca de cambios profundos, tuvimos hijos, hijas, marchábamos en las calles, repartíamos volantes y llamábamos a la revolución y hacíamos la revolución para que, en un futuro cercano, según nuestras mentes y deseos febriles y soñadores, nadie tuviese hambre, tierra para el que la trabaja, trabajo con digna remuneración, estudio, libertades, democracia y nuestra descendencia viviese en un mundo mejor.
¿Qué pasó con las hijas e hijos de esta nueva generación? Quizá no sea esta la pregunta. Recuerdo que en una reunión varias mujeres indígenas me subrayaban la palabra “equilibrio” para referirnos al lugar de los hombres y las mujeres en la familia y la sociedad. Me iré a recibir el curso en las comunidades porque mi pregunta es cómo lograrlo en las relaciones entre madres, hijas, hijos.
Las madres hacen cuanto pueden, saben y está en sus manos para dar lo mejor de sí, traen a cuestas sus propias alegrías, deseos y frustraciones, entonces parece que algunas reivindicaciones del movimiento feminista, su sentimiento de libertad, chocara con el cumplimiento y sentimiento de la maternidad.
Siempre habrá reclamos de una nueva generación con la anterior, es el encuentro de lo nuevo con lo caduco, sin olvidar la experiencia y la sabiduría de quienes han vivido y la han cultivado. Siempre habrá conflictos que podrán ser superados con el diálogo, la familia, las amigas y profesionales en temas de salud emocional si existe la disposición para hacerlo.
Sin embargo vale que las jóvenes tengan presente que no siempre han existido los derechos con los que han nacido y faltan muchos porque además de derechos, necesitamos condiciones para que de verdad se apliquen; que esos derechos pueden hacerlos retroceder y sobre todo, que gracias a sus ancestras, a la lucha de miles y miles de mujeres, hoy existen leyes que amparan sus derechos, políticas públicas para seguir buscando una sociedad justa, con igualdad de posibilidades, con el ser humano y la naturaleza al centro. Nos merecemos ser felices.
La relación con la madre es el penúltimo eslabón en el linaje materno, de ella tenemos aprendizajes y memorias que podemos conservar o sanar, de ella podemos tener cargas que finalmente son un camino en nuestro largo aprendizaje como mujeres y como madres (ojalá sea una maternidad consciente).
La importancia de la conexión con el linaje materno, poco a poco lo vamos perdiendo dentro de un sistema que prioriza el comercio para una celebración que debiera ser por la vida, el respeto y reconocimiento de mis ancestras, la gratitud por ser quien soy hoy porque el adelante es mi responsabilidad.
* Doctora en Ciencias Políticas y Sociología, periodista, poeta, escritora de la Red Colombiana Periodistas Visión de Género.
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