Regular el mercado de drogas para combatir el crimen organizado
Por Tom Blickman*
Mientras Ecuador es azotado por la extrema violencia relacionada con una economía pujante basada en el tráfico ilícito de cocaína, Europa se ha visto inundada no solo por la cocaína sino también por una nueva clase de neoprohibicionistas o narcorrealistas, que han comenzado a dominar la discusión. En su discurso sostienen, a grandes rasgos, que: somos conscientes de que jamás se podrá ganar la “guerra contra las drogas”, pero es imposible cambiar las políticas sobre las drogas a nivel mundial mediante tratados internacionales y es ingenuo pensar que puede lograse, de modo que, lamentablemente, debemos mantener esta estrategia que históricamente ha fracasado.
Quizá sea hora de que los Países Bajos inicien un experimento con un mercado regulado de cocaína
En el proceso, alguna terminología se revierte de manera conveniente. Por un lado, a los realistas que señalan que, tras 75 años de esfuerzos, el control de las drogas en su forma actual (que abarca la interceptación y el desmantelamiento de redes de narcotráfico) ha fracasado terriblemente y, por ende, se debe cambiar de estrategia, por ejemplo, al legalizar los mercados de drogas, se los ignora y tacha de ingenuos. Por otro lado, los verdaderos ingenuos que, a pesar de todas las pruebas en contrario, siguen insistiendo en que es posible combatir el narcotráfico organizado, se autoperciben como realistas.
Sin embargo, las cifras reflejan otra realidad: en 2023 se interceptaron más de 175.000 kilos de cocaína en los Países Bajos y Bélgica, una cifra sin precedentes para ambo países, ya que se trata de un volumen 2,5 veces mayor que hace cinco años, según informó el periódico neerlandés NRC. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) concluyó recientemente que “El suministro mundial de cocaína ha alcanzado niveles sin precedentes. Se produjeron casi 2.000 toneladas en 2020, lo que continúa el marcado aumento en la producción registrado a partir de 2014, cuando las cifras eran menos de la mitad de las actuales”.
El precio habitual de un kilo de cocaína en España es de un promedio de 30.128 euros, en comparación con alrededor de 35.000 euros hace algunos años. Algunos grupos organizados han incluso logrado comprar un kilo de cocaína a tan solo 18.000 euros. El precio de un gramo de cocaína en España o los Países Bajos no ha variado considerablemente a lo largo de los años. Todos parece indicar que sigue existiendo una oferta suficiente, a pesar del número de interceptaciones sin precedentes del que tanto se hace alarde.
Cada incautación de cocaína en los puertos de Amberes y Róterdam es contrarrestada por el aumento de la producción en Colombia, Perú y Bolivia. Sobre la base de cifras de la UNODC, el TNI ha calculado que en Colombia se han deforestado más hectáreas de bosques tropicales como consecuencia de las políticas de control de drogas –desde incautaciones mundiales hasta la destrucción de cultivos de coca (180.000 hectáreas)– de las que se cultivan para consumo (143.000 hectáreas). Y por cada delincuente que es arrestado en el puerto de Róterdam surge un nuevo delincuente menor. Es la teoría de los vasos comunicantes aplicada al control de drogas: se puede hacer desaparecer algo temporalmente, pero tarde o temprano reaparecerá.
La alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, observó en un artículo publicado en el periódico The Guardian, que “nuestro enfoque actual en la lucha contra las drogas es como trapear el piso con el grifo abierto”. En el artículo, Halsema anunció una conferencia para discutir la regulación de los mercados de drogas. En lugar de ir tras los falsos profetas de las políticas de línea dura, debemos intentar hacer las cosas de manera diferente. Se necesita un cambio de rumbo, pero no es fácil hacer que el gran buque de la política mundial de drogas cambie de dirección. Tardará años, incluso décadas, pero ello no significa que nos tengamos que quedar de brazos cruzados.
¿Existe otra forma de hacer las cosas? Sí, porque los neoprohibicionistas y quienes quieren legalizar el mercado de las drogas comparten un mismo objetivo: combatir el crimen organizado relacionado con las drogas y sus efectos corrosivos en la sociedad. Coinciden incluso en aspectos relacionados con la estrategia general: abordar el modelo de ingresos de las organizaciones delictivas. Las diferencias radican en las formas de hacerlo. ¿Se debería eliminar la oferta en el mercado ilegal o regularlo para desestabilizar a los delincuentes? ¿O ambos?
De allí la propuesta de experimentar. En lugar de incinerar la cocaína confiscada, se la podría utilizar para experimentar con un mercado de cocaína regulado. De ese modo se matan dos pájaros de un tiro: se quita la cocaína de los delincuentes y se los deja sin mercado, haciendo que la nueva oferta ilegal sea insignificante. Este experimento es temporal, por definición, debido a que llegará un momento en que no se podrá confiscar suficiente cocaína para sostenerlo. Para entonces, quizá estaremos convencidos de que un mercado regulado es más eficaz para combatir el crimen organizado vinculado con las drogas.
La ventaja de este enfoque es que los Países Bajos y otros países de mentalidad similar siguen cumpliendo sus obligaciones internacionales que son tan difíciles de cambiar (al final de cuentas, seguimos interceptando cocaína) y, al mismo tiempo, comienzan a explorar alternativas. Por supuesto que hay fallas en ese experimento. ¿Cómo funciona un mercado de cocaína regulado (la cocaína es, sin duda, mucho más nociva que el cannabis)? En todo caso, los mercados regulados de drogas no son un fenómeno nuevo. Los Países Bajos y Suiza están experimentando actualmente con el mercado de cannabis legal, al igual que Canadá, Uruguay y 24 de los 50 estados de los Estados Unidos. Se puede aprender mucho de estos ejemplos.
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