Revilla no es tonto
Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Noviembre 2015
Presidente Revilla se ha visto uno de estos días en la necesidad de decir ante la prensa que no es tonto.
-“No soy tonto ni he sido abducido por Rajoy”, ha dicho.
Y, por si quedara algún resquicio de duda, lo ha repetido más veces.
Presidente Revilluca es un ardiente celoso defensor de su imagen. De hecho, es todo imagen, desde las albarcas al bigote. Es un personaje televisual puro. Hasta tal punto lo es que su discurso se puede confundir con la publicidad. En este caso, con el conocido spot publicitario de evasión y aparatos electrodomésticos. Ya se sabe que una vez que se pisa un plató de televisión todo va de corrido y embarullado por la premura de tiempo. Hay que darle de comer constantemente a las cámaras. Y uno se contagia de ese barullo de micros y focos.
Rajoy, un presidente interino y fiel sus promesas electorales, le promete a Revilla todo lo que le pidió y que resulta esencial para Cantabria.
Presidente Revilla sale pues de la Moncloa levitando y entusiasmado. Desbordante. A pesar de haberle quitado al PP la presidencia autonómica de Cantabria aliándose con el enemigo socialista, Mariano Rajoy es un caballero y lo demostró, recibiéndole con todos los honores en la Moncloa.
Es preciso o constatar que el ranking estándar de conocimiento político contiene varios niveles:
-listillo
-astuto
-listo
-inteligente
Aplicando el baremo de su trayectoria política, presidente Revilla estaría entre los tres primeros.
Así tenemos, como ejemplo básico, que la comarca de Torrelavega está como está. En ruina total. Y ello a pesar que el eslogan electoral de Revilla era “Sabemos gobernar”. Gobernar, al parecer, es esto que tenemos. Más las promesas de Rajoy, que confieren al empeño un gran valor añadido.
Como se sabe, Mariano no es un individuo rencoroso ni marrullero, a pesar de que el propio Revilla, con su lengua galvanizada, ese verbo sarcástico y zumbón que tanta fama le ha dado en las televisiones del espectáculo, le pronosticó un retiro de registrador en Santa Pola, tras las próximas elecciones “Que no está tan mal”.
El caso es que Rajoy hizo gala de olvidarlo todo y recibió a presidente Revilla sin doblez y en olor de naftalina. Incluso incluyó entre las enquistadas promesas del ferrocarril, la financiación de Valdecilla y demás asuntos pendientes, “pelear” por una negociación del precio de la leche de vaca.
Revilla no se deja abducir. Revilla tampoco se deja engañar. Revilla no es tonto. Desde luego, es más listo que Rajoy y que medio mundo. Pero Cantabria está para el arrastre y no se atisban soluciones concretas y tangibles. Aparte de las palabras del presidente. Por desgracia eso por sí solo no da de comer a nadie.
Ni siquiera se nos regala algo en media mark por las coincidencias publicitarias.
Claro que los otros, los amigos de los cráteres, pueden ser peores todavía. Cantabria arrastra ciertamente una maldición en materia política. El lastre viene desde los tiempos de maricastaña del pequeño grandilocuente Hormaechea. La de aquí es una casta cuya única ambición permanecer enrocada y repartirse el sobao.
Y la abducida población que les vota se las arregla entre rezos al Cristo de Limpias y peticiones de favores puerta a puerta, a cambio de votos. Así vamos tirando, gracias a la emigración cualificada, y a la constante venta de paisaje para plantar eucaliptos y urbanizaciones mexicanas.
Lo cierto es que, gracias a la virgen Bien Aparecida y a las boleras del emboque, se sigue produciendo el milagro de estar todavía Cantabria en los mapas de la realidad de España. Y del mundo.