Rosa
Jesús Gómez Gutiérrez*. LQSomos. Enero 2017
A una flor muerta
Estaba la cosa tal que así: el tipo aquel muriéndose de hambre, la tipa ésta muriéndose de hambre y todos los de allá, que eran mogollón, a un tris de morirse de hambre, con vidas metidas como sogas en ollaos tan estrechos que todas las sogas acababan en cordel. Y en el tal que así, chungo, jodido, extremadamente doloroso, venías tú con tu tonito a decirles que hicieran el favor de no protestar o que gimieran más bajo, más bonito y más alegre, no fuera a ser que jodieran de puro revenidos la delicada flor del cambio venidero. Pero ¡ay caray!, no salió tan bien como pensabas (suceso sin duda insospechable); qué cóño, salió mal de cojones (suceso sin duda imprevisible) y ahora, después de conseguir lo que querías, cambias de opinión y dices que hagan el favor de protestar y que no giman tan bajo ni tan bonito ni tan alegre, no vaya a ser que jodan de puro comedidos la delicada flor del cambio venidero.
La ingenuidad triunfante cita a Tito Livio («más vale tarde que nunca») y tú te sonríes, creyendo que les has colado la mayor: una enorme rosa seca.