Sáhara y mas…
Ángel Escarpa Sanz. LQSomos. Julio 2016
Respondo aquí a un comentario reciente de un compañero sobre el Sáhara
Efectivamente, en 1975 ellos estaban demasiado ocupados en los fusilamientos de nuestros camaradas, el 27 de septiembre. Estaban muy preocupados por ver cómo digeriría la población a un rey, nieto de otro rey traidor que había donado a Franco 10.000.000 de dólares para apoyar aquella guerra que, con el apoyo incondicional de la apisonadora bélica de Hitler y Mussolini, unido a la más brutal indiferencia de las naciones del mundo libre, había ocasionado, en una guerra civil sin precedentes, no solo el hundimiento de un sistema democrático, sino 800.000 muertes, la destrucción parcial del País, el hundimiento moral de un pueblo que se proponía sentar las bases para una democracia, desde la base misma de la sociedad. Estaban demasiado ocupados planificando qué iban a hacer con los anarquistas y los socialistas honestos, los comunistas, que no habían podido exterminar en treintainueve años que había durado su reinado, los periodistas indómitos, editores de libros, directores de diarios, libreros que desafiaban a la Policía y vendían los libros de la editorial Ruedo Ibérico, junto con las obras del Marqués de Sade y las obras de Marx y de Lenin; gentes que no se sometían a las leyes de prensa del Ministerio de Información y Turismo.
Como al final de la contienda anticomunista de 1936, tenían ante sí una ingente tarea, con el fin de que el “atado y bien atado” del extinto no quedase reducido a polvo en los próximos milenios, que bastantes malas noches le había dado al Caudillo hilvanar y diseñar el “proceso de pacificación”, que tuvo su precedente en las tierras del moro, en su ya lejana juventud.
Tenían que pensar qué hacer con todos los yugos y flechas que saludaban al visitante, y le recordaban también, a la entrada de los pueblos, que aquel pueblo, España entera, había sido liberado de la presencia o la contaminación comunista, gracias, sin duda, al “desmesurado sacrificio del Caudillo”, así como a los “denodados esfuerzos y desvelos del Glorioso Movimiento Nacional”, en quien Dios “tenía todas sus complacencias,” si hemos de de creer al clero de la época, que cobijaba bajo palio a tan “digno señor” en cualquier “verbena” organizada por sus no menos “dignos camaradas de armas”.
Sí, estaban demasiado ocupados pensando qué hacer con los maricones, con las putas, con tanto cantautor y tanto cómico, tanto director de cine y teatral, que se habían confabulado con la “hidra comunista y judeomasónica” para desbaratar la “colosal tarea” que el “Centinela de Occidente” había echado sobre sus espaldas, visto que las “decadentes democracias” no eran conscientes del “peligro que acechaba”, pues ya el enemigo se habían introducido en los Sindicatos y hasta en el Ejército.
Antes de retirar el poderoso yugo y las flechas de la fachada de la calle Alcalá era menester saber qué se hacía con los curas rojos, con aquellos obispos “inconscientes”, que le hacían el caldo gordo al Partido Comunista. Había que entrar a valorar qué se hacía con todas aquellas placas en las calles: Calle Arriba España, Caudillo de España, Héroes de la División Azul, avenida de José Antonio; los numerosos rótulos, placas y “cruces a los caídos” con que se había sembrado el territorio nacional. Antes “se echarían al monte”, volaría en pedazos el edificio de NN.UU. y el edificio del Capitolio de los USA, que desmontar una piedra del monumento del Valle de los Caídos. Había que buscar un edificio lo suficientemente grande y lo suficientemente digno como para alojar tanto caballo de bronce, con caudillos al lomo, tanta losa en los templos en memoria del ausente y de los otros caídos por Dios y por España, . había que ver qué se hacía con El Alcázar, con el Arriba y con el Fuero de los Españoles. los Derechos Fundamentales del Reino, el Servicio Militar Obligatorio, la OJE, los “Hipofoscitos Salud” y los “Parches sor Virginia”. Había que asegurar el futuro de esa Iglesia fiel a El Pardo durante décadas, antes de que las “hordas marxistas” lo invadieran todo.
“Ni en siglos”, lograría España darse cuenta de la “gigantesca empresa” que el General había iniciado, con el inicio de la “Cruzada”.
Ahora comenzaba para ellos “lo más arduo”: velar por los “sagrados Principios Fundamentales del Reino: velar por los “sagrados principios que habían orientado sus pensamientos y todos sus sacrificios” por la Patria, desde mucho antes de la “inmarcesible y heroica fecha del 18 de julio”.
“Que todo cambie, para que todo siga igual”, que dijo el poeta.
Cómo podían ellos “distraerse” pensando en si entregar aquellas estériles tierras del Sáhara, regadas con sangre española, a unos “moros de mierda que no sabían más que vagar por el desierto con sus camellos, tomar el té en las jaimas y batir palmas en sus bodas, entre gritos y risas, muy lejos de la responsabilidad de administrar su propio territorio; o si entregarlo al “hermano del alma”, sin veleidades marxistas ni tentaciones de ceder ante esa antigualla de los DD.HH.
Pudo ser derrotada la Armada Invencible en Trafalgar, pudo hundirse el Imperio Español, allá por 1898, los yanquis pudieron ser derrotados en Vietnam, pero España no se suicidaría, al menos mientras no se corrompiera el brazo de la Santa y luzca el sol sobre las tierras de los Reyes Católicos.
Con respecto a la suerte de los territorios del Sáhara, lo mejor sería arriar bandera y…que sea lo que Dios quiera.
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