Sánchez miró a IDA para convocar el 23 de julio
Por Domingo Sanz.
Como la tarea es imposible, y también la de cambiar de manías a partir de cierta edad, he decidido ponerme a pensar en lo de Sánchez convocando las generales para el 23 de julio tras conocer los resultados del 28 de mayo, y la primera conclusión a la que he llegado es que su decisión podría haber sido también la de disolver, aunque las urnas hubieran dicho lo contrario…, salvo en Madrid
Después de unos cuantos borradores escritos y bastantes más imaginados he decidido pasar a limpio el de Isabel Díaz Ayuso, o mejor IDA, recordando que el 23 de marzo pasado fue cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid, tan lapidaria y chula como casi siempre, les dijo a los de Vox aquello de que, “a partir de ahora, que cada uno siga su camino”.
¿Y que ha hecho Sánchez anticipando las generales, si no es decirle a toda su izquierda, la misma a la que hasta hace dos días animaba a unirse para unas generales que tendrían lugar el último trimestre, lo mismo que IDA les dijo a los de Vox a finales de marzo, aunque no haya empleado las mismas palabras?
Lo digo porque Sánchez no comete lapsus como los de Feijóo, inevitables cuando las palabras de una tal IDA no dejan de taladrar la cabeza.
¿Y cómo no pensar que lo que también, o quizás principalmente, estaba esperando Sánchez eran los resultados de IDA y Vox en la Comunidad de Madrid para tomar su decisión?
Porque, ¿no es acaso verdad que, al margen de esos larguísimos programas electorales que ninguno de ellos sabría recitar de memoria, lo de mantenerse en el poder es lo que con más ahínco buscan los políticos que ya están instalados, pero que necesitan competir de nuevo en las urnas?
Tras el caso IDA/Vox 2021/2023 el camino estaba trazado y comprobada su eficacia, por lo que solo tenía que repetirlo el mismo Sánchez que en mayo de 2017 supo ganar las Primarias del PSOE contra aquella alianza entre barones y jarrones chinos que se lo habían cargado ocho meses antes. Sí, un Pedro Sánchez que seguía siendo el mismo cuando al año siguiente consiguió la primera moción de censura triunfadora y a cambio de nada para los que le votaron, porque, ¿recuerda usted cuantos escaños tenía el PSOE de Sánchez cuando consiguió que el PP de Rajoy le entregara la presidencia del Gobierno sin oponer resistencia?
Que, aunque estemos hablando de un “cadáver” político que solo aspira a no terminar en la cárcel, don Mariano el registrador de la propiedad, cuán distinta fue la manera en que Ayuso resolvió la moción de censura que el PSOE y Más Madrid presentaron en marzo de 2021 con ánimo de desbancarla. Nada me extraña ya, porque nadie quiere recordar aquel desastre.
Por muy intensos que hayan sido estos cinco años de presidencia, no era posible que Sánchez hubiera perdido tanta intuición como para no estar atento a la estela de la triunfadora en este periodo de nuestra historia, alguien a quien no podemos olvidarla ni un instante porque es la misma persona que, con una ausencia tal de decencia verbal que si hubiera un dios bueno le pegaría la lengua al cielo de su paladar varias veces cada día, no para de culpar al propio Sánchez y a su gobierno, de casi todo lo que ella misma y los suyos hacen mal, autoproclamándose víctima de decisiones sobre asuntos que, en realidad, forman parte de las competencias transferidas desde hace décadas a la Comunidad de Madrid, la que ahora ella misma gobierna.
Disculpe usted, que está leyendo, porque algo se me estaba olvidando: seis escaños más para el PP y tres menos para Vox en relación con los resultados de hace solo dos años en la Comunidad de Madrid. Y 84 (sólo el 24% de un Congreso de 350) eran los que tenía el PSOE cuando Sánchez consiguió sacar a Rajoy de la Moncloa. Hasta los 180 conseguidos necesitó 96 votos más, que fueron aportados por grupos parlamentarios distintos al PSOE.
Con esos resultados, hasta Sánchez puede estar comenzando a pensar que “España es Madrid”, y que él mismo, por qué no, podría ser el IDA de la media desproporcionada pero “legal” de unas Españas que, aunque en realidad no existan, sí que le sirven: él nunca podría ser tan “madrileña”.
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