Severinas: las nuevas mujeres del sertão
"Cada uno tiene que saber su lugar: una mujer tiene una calidad inferior, el hombre tiene una calidad superior", Es así que habla, sin rodeos, uno de los hombres más respetados del municipio de Guaribas, en el interior de Piauí, padre de siete hijos (seis mujeres y un hombre). "El hombre es el gigante de la mujer", completa el "Jefe", como le conoce en la comunidad a Horacio Alves da Rocha.
Para llegar a Guaribas son diez horas desde Teresina la capital, hasta la pequeña ciudad de Caracol. De ahí, todavía 40 minutos por camino de tierra en medio de catinga hasta el joven municipio, fundado en 1997. En 2003, Guaribas fue elegido como ‘municipio piloto’ del programa Hambre Cero. Tenía, entonces, el segundo peor IDH (Índice de desarrollo humano) de Brasil, 0,214 – para tener una referencia de este índice, el país con IDH peor del mundo es Burundi en África con índice de 0.355.
Hoy en día, Guaribas tiene 4.401 habitantes, 87% de ellos recibiendo el Bolsa Familia. Son beneficiadas 933 familias, con un ingreso promedio mensual de R$ 182. El IDH saltó a 0508.
En todo Brasil, Bolsa Familia llega a 13,7 millones de hogares – siendo que 93.2% de las tarjetas están a nombre de las mujeres. Son ellas las que reciben y distribuyen el ingreso familiar.
"Yo vivía la esclavitud," dice Lucia Alves Rocha, 31 años, una de las seis hijas del jefe. A la edad de tres meses, muy enferma, ella fue dada por su padre a sus abuelos para que la criaran. Cuando ellos murieron, una tía se encargó de a la chica. "Pensé que ella no iba a aguantar aquella vida de campo tan pobre: ¿era vida aquello?, pregunta la tía Delci. Luzia trabajó en el campo, pasó hambre, perdió madrugadas subiendo la sierra para tal vez regresar con el agua en la cabeza.
"Cuando teníamos comida, comíamos, si no dormíamos igual que los pajaritos”, dice.
Trabajaba sin ningún derecho laboral, sin saber cómo sería la vida si la sequía no pasaba y si la lluvia no regaba el frijol y la yuca. Era así, la esclavitud.
Cuando la sequía empeoró, Luzia pensó migrar a São Paulo. Fue entonces que llegó el programa social del gobierno: "Con esta ayudita ya consigo llevar la vida”, expresa. Luzia decidió quedarse en Guaribas. Ahí, los niños van a la escuela. Su marido y ella se encargan de la huerta.
"La liberación de la "dictadura de la miseria" y del amplio control masculino familiar sobre sus destinos, permite a las mujeres un mínimo de programación en sus vidas y, en esa medida, les posibilita el comienzo de espacios de autonomía en su vida moral. Este último elemento es fundamento de la ciudadanía ", analizan los investigadores Walquiria Leão Rego y Alessandro Pinzani, de la Universidad de Campinas y de la Universidad Federal de Santa Catarina, en el libro Voces del Bolsa Familia: autonomía, dinero y la ciudadanía. Durante la investigación, ellos escucharon a beneficiarios del programa observando las transformaciones operadas a consecuencia del Bolsa Familia – en especial en la vida de las mujeres. Llegaron a la conclusión que el cambio es grande: "Cuando tienes un nivel de igualdad básico mínimo, cambias la sociedad. Claro que las cosas no son automáticas. Esto no se puede proponer como la salvación de la nación, pero es un comienzo".
Lucia logró realizar el sueño de las diversas mujeres oídas por la socióloga Walquiria Leão. Ella juntó R $ 50 y fue hasta el hospital de la cercana ciudad de São Raimundo Nonato para hacerse la ligadura de trompas: "si tuviera más hijo la vida iba a ser mucho peor". Según Walquiria, el deseo de controlar la natalidad fue expresado por varias de las mujeres que entrevistó, entre 2006 y 2011 en Alagoas, Vale do Jequitinhonha, Piauí, Maranhão, y Pernambuco.
Serena, una de las hijas de Lucía, tiene 8 años y está en tercer grado. Ayuda a ordenar la casa, ya sabe cocinar, también ayuda en los trabajos de la huerta. Pero no pierde sus clases. Pronto, después de estudiar el alfabeto y los números, dice que quiere ser "abogada y médica”. Cuando se le preguntaba sobre casamiento, la pequeña, dice con la mano en la cintura: "no me voy a casar, voy a ser sol-te-ra”, se expresa, prolongando las sílabas.
En mayo, el valor de la Bolsa Familia de Luzia saltó de R$ 70 reales a R$ 212. La madre celebra: "ahora puedo comprar cosas para mi hija: rompió su sandalia y ahora puedo comprarle otra”. En los pies de la niña, está el calzado que costó R$ 7,50. "Primero compré para mi hija, el próximo mes compro para mí", explica Lucía, con los pies descalzo.
"Mi destino"
Más divorcios
Al salir de la miseria, "de la espera resignada de la muerte por hambre y enfermedades relacionadas con la pobreza”, en palabras de Walquiria, estas mujeres están empezando a ser protagonistas de sus vidas.
En la estación de policía del pueblo, el delegado explica que el clima siempre es "muy tranquilo, sin ninguna denuncia. Sólo algunas peleas de parejas, situación en las que aconsejamos y ellos regresan", dice.
Mirela Aline Alves da Rocha es una de las que se cuenta con los dedos. A sus 18 años, la hermosa joven explica: "A pesar de mi edad ser avanzada para la gente de aquí, no me importa lo que ellos dicen. Yo quiero estudiar”. La mayoría de sus amigas se casaron a los 13 años. En cambio Mirele, soltera, cursa tercer año de secundaria en la escuela estadual de Guaribas, donde vive con su tía – sus padres viven en el municipio de Cajueiro. La tarjeta de Bolsa Familia está a nombre de su madre, que recibe $R 102 por Mirele y por la hija menor de nueve años. Ambas están estudiando. "Veo la realidad de mi madre y no quiero seguir el mismo camino. Quiero estudiar para tener un futuro, para ser independiente, para no quedar dependiendo de un hombre ", proclama con firmeza la joven.
En el primer trimestre de 2013, en Guaribas, la asistencia escolar alcanzó 96.23% por ciento, para niños y adolescentes entre 6 y 15 años de edad – el equivalente de 869 alumnos – y 82.29% para jóvenes entre 16 y 17 años, que suman 175.
Mirele va hacer el Enem* y "ver qué pasa". Para estudiar en la universidad ella tendrá que dejar el Guaribas, pero planea graduarse y regresar: "Me gusta vivir aquí."
"Nunca esta demás recordar que nuestra pobreza no es un hecho contingente, sino que descansa y tiene profundadas raíces en nuestra historia y en la forma de conducir políticamente las decisiones estatales”, evalúa Walquiria. "El Bolsa Familia debería ser transformado en política pública, no solo política de un gobierno”. "Es un proceso, un avance que solo está comenzando. Todavía es muy insuficiente. Pero quien narra una historia, tiene que ser capaz de narrar cada paso de esta historia”, concluye.
* Eliza Capai documentalista independiente, autora de la película ‘Tan lejos es Aquí. Este reportaje fue realizado a través del Concurso de Microbolsas [Micro Becas] para reportajes de Pública, publicado originalmente en la Agencia pública (http: www.apublica.org) con becas de reportaje a través de nuestro proyecto de crowdfunding Reportajes Pública.
*_ Enem: Examen establecido a nivel federal, como paso para poder ingresar a la universidad.
– Traducción de ricazuga51@yahoo.com para ADITAL