Si detestan el patriarcado, partenogénesis
Partenogénesis
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
De una serie de seis collages sobre la reproducción animal y humana…
¿Cuál es la forma de gobierno predominante entre las sociedades biológica y políticamente heterosexuales?, ¿el Matriarcado o el Patriarcado? Como vimos en la anterior viñeta, para los sabihondos de la Antigüedad Clásica, no había duda: el segundo. Pero, andando los siglos, se observaron sin tantos prejuicios pseudo-filosóficos a nuestros parientes más cercanos. Y se vio que no todos los primates eran patriarcales. Dos ejemplos: lémures en peligro de extinción como el Propithecus coquerel cuyas hembras llegan a arrancarles el pelo a los machos y hasta propinarles rudas somantas. Y, asimismo, en otra forma de demostrar su poderío, la gran panda Ailuropoda melanoleuca obliga a los varones a pasar varios meses con sus gónadas incrementando su motilidad y creciendo hasta tres veces su volumen cotidiano. Se ponen a punto de reventar –cual, como dicen en inglés, cojones azules– para estar listas cuando la señora tenga a bien ovular –anualmente, sólo durante uno o tres días.
Desde el punto de vista de la reproducción, el debate entre matriarcado y patriarcado carece de sentido cuando ésta es asexual. Así acontece en unas 70 especies de vertebrados y en muchas más de invertebrados. Dentro del género (taxonómico) Aspidoscelis, en la especie A. neomexicana sólo hay hembras que ponen huevos a los que previamente han duplicado sus cromosomas hasta llegar a la heterocigosidad –cigotos hembras y machos. Esta suerte de heterosexualización de emergencia se debe a que, al parecer, llegan a la habitual reproducción sexualizada porque históricamente sobreviven así a un episodio de hibridación en el que las hembras se aparearon con machos de otras especies.
Un caso parecido de matriarcado también es común entre algunos insectos palo como el Extatosoma tiaratum. Esta fásmida prefiere olvidar a los machos pues puede reproducirse por partenogénesis –huevos sin padre de los que sólo nacen hembras. Vistas desde el lenguaje humano, parecen haberse convencido de que no necesitan andar cortejando a nadie cuando pueden clonarse a sí mismas. Cuando un macho las acosa, estos palos herbívoros ocultan sus hormonas, emiten enjundias anafrodisíacas y hasta patean al acosador con sus robustas patas traseras. Como ocurre en la Humanidad masculina, la hembra del mentadísimo dragón de Komodo (Varanus komodensis) alberga cromosomas de ambos sexos; pero, a diferencia del Homo sapiens, en una suerte de descendencia con sexo predeterminado, puede autofertilizarse a voluntad mediante la partenogénesis.
Y también hay procesos aún más extremos de animalidad unisexual: la Cnemidophorus neomexicanus, es una lagartija sin individuos masculinos. La exégesis humana de este comportamiento reza que esto representa una ventaja evolutiva: no gastan energía en producir machos. Item más, puesto que se reproducen sin necesidad de machotes, quizá para estimular la ovulación, quizá por juego o quizá para espolear su partenogénesis, de tanto en tanto, se abandonan gozosamente en ceremonias rituales lésbicos.
Ilustración: Sobre un telón de caballos desbocados, abajo a la izqda., vemos en un grabado alemán renacentista a Aristóteles siendo cabalgado por la hetaira Filis –masoquismo llamado peribasie por los griegos, equus hectoreus o venus pendula por los romanos y equus eroticus en la modernidad. Abajo a la drcha., zoofilia caballuna.
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