Sin techo
Juan Gabalaui*. LQS. Mayo 2019
En apenas doce meses ha aumentado un 24% el número de personas sin hogar que duermen en la calle. El trabajo se precariza y el acceso a la vivienda se convierte en una posibilidad cada vez más improbable
Son las ocho de la mañana. Un coche de la policía local se acerca a los soportales de los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid. Decenas de persona ocultas debajo de cartones y mantas se despiertan. Se levantan y estiran los brazos entumecidos. Comienzan a recoger sus enseres bajo la mirada de la policía despertadora. Es hora de que abandonen el lugar y se desperdiguen por la ciudad.
Los trabajadores y los turistas ocupan las calles, las tiendas están a punto de abrir y hay que mostrar una ciudad viva, despierta y dinámica. Las sombras se difuminarán entre los cuerpos que tienen donde ir y qué hacer. Vagarán confundidos entre la multitud, escondidos en las esquinas, acurrucados en cualquier recoveco.
Algunos se reunirán en la plaza de Jacinto Benavente y regarán de alcohol sus entrañas. Otros solitarios se agarrarán a su botella, tumbados en medio de la calle, sorteados por decenas de piernas que se mueven incesantemente, mientras rumian pensamientos insondables.
Algunos se acomodarán en los parques mientras comen algo que han comprado o les han dado. Otros se situarán en las puertas de comercios e iglesias y colocarán un cartel a sus pies que remueva la conciencia de los que van y vienen sin prácticamente mirar lo que les rodea.
Algunos se pasean por las terrazas con un vaso de plástico en la mano, en busca de monedas sobrantes, acechados por los trabajadores que no quieren que se moleste a sus clientes. Otros se organizan y acampan frente al Ministerio de Sanidad en el Paseo del Prado, en decenas de tiendas de campañas, gritando a quien les quiera escuchar que ellas, las personas que viven en la calle, también tienen derechos.
Son las nueve de la noche. Las sombras se hacen cuerpo entre los soportales de la Plaza Mayor. Se ubican en sus lugares y extienden los colchones, las mantas y los cartones. Preparan cuidadosamente lo que será su dormitorio durante la noche. Los perros se recuestan a sus pies. Los insectos se acomodan entre los pliegues de la ropa y de los utensilios. Los cuerpos comienzan a desaparecer entre los cartones. Se preparan para volver a desvanecerse entre la multitud del mañana.
En apenas doce meses ha aumentado un 24% el número de personas sin hogar que duermen en la calle. No esperemos que esta realidad forme parte del debate político. El trabajo se precariza y el acceso a la vivienda se convierte en una posibilidad cada vez más improbable pero en Madrid podremos disfrutar de un hotel de cinco estrellas en el antiguo edificio del Monte de Piedad, Bien de Interés Cultural (BIC), aprobado con los votos de los que se presentan a la alcaldía bajo la marca de Mas Madrid de Manuela Carmena junto con Ciudadanos y el Partido Popular, viviendas de lujo y otro hotel de cinco estrellas en el proyecto de Canalejas del constructor Villar Mir y el hotel de cuatro estrellas de la plaza Mayor, con servicios de lujo, en pleno entorno también declarado Bien de Interés Cultural. Habitaciones a partir de 200 euros la noche. Se dice pronto. Este es el modelo de ciudad de la clase política, de viejos y nuevos partidos. Se construyen hoteles de lujo para clientes de lujo rodeados de personas durmiendo en la calle debajo de cartones. Esta es la realidad. Las palabras, las que pronuncian en los debates de televisión, en la radio y en los mítines son de esas que se las lleva el viento.
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Si hay algo más triste que esa foto del parque de las Vistillas, esa triste realidad que pintas en tu artículo, es la gris docilidad en la que hemos caído.