Sobre tradiciones milenarias
Nònimo Lustre*. LQS. Abril 2021
Según Otto y Verloop, el origen del famoso espectáculo de los Hombres de Barro del valle del río Asaro tiene fecha fija y actores claros y hasta individuales: en 1957, el indígena de esa comarca Ruipo Okoroho fue invitado por los organizadores del primer Eastern Highlands Agricultural Show de Papua New Guinea, PNG –una Feria del Campo en la jerga franquista- a que su pueblo desplegara en esa ocasión un resumen de sus danzas tradicionales –Coros y Danzas en la susodicha jerga-, en el ya habitual formato de baile singsing. El señor Ruipo se acordó de las consejas de su abuelo sobre las artes del girituwai, las adornó y así creó el embrión de los hoy archiconocidos Mudmen –hoy, un símbolo nacional de PNG. Curiosamente, sus compadres se resistieron a la innovación porque ellos querían presentarse con su habitual regalía de plumas y maquillajes, por entonces muy alabados en la provincia. Pero, a la postre cedieron. Además, un pueblo competidor, los Ifi Yufa, inventaron una canción y se la regalaron a los del Asaro propio. Esa melodía hablaba del miedo que sentían al ver a los holosa –‘fantasmas’ en daño, la lengua asaro; por extensión, los enmascarados. Los todavía anónimos Mudmen (MM) ganaron el primer premio de aquella feria de 1957.
Desde esa fecha, la fama de los MM comenzó a crecer al mismo tiempo que se incorporó la música de los vecinos Ifi Yufa. Sin embargo, hasta siete años después, los MM sólo actuaron en la antecitada Feria. Pero, en 1965, su actuación se hizo en Komunive –la aldea de Ruipo- y, de ahí, se amplió al resto de las Highlands de PNG. En 1977, su show llegó a Nueva York.
Y comenzaron los pleitos por los derechos de autor. El primero dellos, tuvo lugar en 1987, cuando Ruipo fue llevado a los tribunales por un paisano de Watabung quien declaró que Bukiro, el abuelo de Ruipo, había llegado a esa aldea y que fue allí donde aprendió el arte de los MM. (ver Ton Otto y Robert J Verloop. 1996. “The Asaro Mudmen: Local Property, Public Culture?”, pp. 349–386, en Contemporary Pacific, 8: 2)
Cuando visité a los MM, servidor no sabía nada de la etnohistoria sobre este caso de invención de la tradición que hubiera hecho feliz a Hobswawm et allii. Pero sí conocía la enorme notoriedad que ya tenían. A continuación, transcribo literalmente algunas de las notas que figuran en mi cuaderno de campo:
<<26.septiembre.1983. Finalmente, entablo las consabidas –y, en este caso, un tanto rutinarias- negociaciones con los hombres de barro, los Asaro Mud Men. Según un librito que es la biblia de muchos viajeros, a los buses de turistas les cobran 12 kinas per capita si son seis personas y 17 k. c/u si sólo son dos. A mí me piden 60 k. por la representación y lo dejamos en 40 k. Como somos tres, estamos un pelín por debajo de las tarifas ‘oficiales’. Además, exigen un sinfín de polaroids hasta de sus cochinos. Los precios están normalizados hasta en la duración del show: tres kinas/hombre si actúan durante cinco o seis minutos, 5 k. si el numerito dura veinte minutos. El intérprete nos va dictando los mejores encuadres, filtros y lentes; conoce perfectamente la técnica cinematográfica y también la fotográfica. Incluso adelanta que la filmación puede quedar montada en cámara si se siguen sus instrucciones. Desde luego, sabe que la Aaton es una cámara de 16 mm. apreciada por ser silenciosa y seguro que se hubiera reído –o cabreado- si el camarógrafo Pedro, simulando ladinamente que está apuntando a otro sitio, llega a sacar el objetivo con espejo interno en 45º que desde el primer momento le prohibí usar [por dentro, el tubo de la lente está partido por un espejo en 45º de manera que apunta a un sitio y, en realidad, está filmando un motivo que está a 45º]
No caben ilusiones primitivistas ni engaños técnicos: desde hace once años, desde que hizo furor The Valley, la película de Barbet Schroeder ilustrada musicalmente por Pink Floyd con su Obscured by Clouds (1972), los turistas acosan a los Mud Men (Gururumba y otros) y éstos se saben de memoria los documentales que han protagonizado y hasta los tipos de cámaras utilizadas, desde las amateurs hasta las profesionales. Incluso creo que han tenido un cierto cuidado urbanístico en alejar la otra cara de la industria -los tejados de zinc y la carretera- de la quebradita y la plaza donde escenifican su obra teatral, no fuera a ser que cualquier turista sin tino para el enfoque publicara fotos contaminadas.
Al finalizar el rodaje, los ‘asaro’ vuelven a la carga con las 60 k. argumentando que se han extendido más de la cuenta. Contraataco con los regalos de tabaco y polaroids. Salvo los (míseros) honorarios adelantados, nada para el intérprete porque, amén de innecesario, ha dado más problemas que soluciones; es más, se queda algo perplejo cuando me adelanto y le pido que me regale algo. Por si fueran útiles para insertos en la posproducción, compro los colmillos que adornaban las máscaras de barro. Me cuestan 2 k. c/u, sería un buen negocio revenderlos en Vanuatu donde podrían valer 10.000 vt. Pedro y J. están encantados con “lo bonito que es esto de los hombres de barro”. A mí me parece ridículo porque, para filmarlos, ha habido que evitar las omnipresentes camionetas, la carretera principal que está a pocos metros al costado del escenario, los carteles de propaganda que la pueblan y hasta las camisetas que anuncian esta floreciente industria turística. En cualquier caso, dejo constancia de todo ello gracias al super 8 pero me pregunto si las guerras floridas y las no tan floridas también acabarán siendo materia turística. A fin de cuentas, es posible que algunos de los enmascarados actores del barro sean parientes de los guerreros que han peleado a un tiro de piedra de aquí.>>
Aclaración de la última frase:
Carta abierta sobre Pedro Saura Ramos (1994) Quisiera hacer catorce puntualizaciones con respecto al artículo “El fotógrafo de la tribu. Un español, reportero oficial de los indígenas incontaminados en Papúa Nueva Guinea” (Gonzalo Botín, El País, 12.III.94): …f) Dice PS que, en 1991, filmó una batalla entre dos clanes papúas. Puede ser que la filmara pero, en todo caso, no fue la primera refriega más o menos ritual que contemplaba: el lunes 26.septiembre.83, le llevé al valle del Asaro para que filmara un enfrentamiento entre las gentes de Kofaina y las de Kasena y Lunimbe; desgraciadamente, le atenazó el pánico y no acertó siquiera a apretar el disparador de la cámara Aaton. Por lo demás, estas “batallas” (en realidad, duelos no singulares), son espectáculos frecuentes en las mesetas de PNG.
De ayer a hoy
Las máscaras, antes de una simplicidad aquea, ahora se han ‘enriquecido’ con multitud de añadidos de manera que son más propias de un carnaval barroco. Asimismo, a las manos de los danzantes les han nacido unas uñas larguísimas. Han aparecido lanzas donde antes sólo había ocasionales arcos y flechas. Han surgido pinturas corporales donde sólo vi barro blanco. Se ha creado un MM Cultural Centre monográfico. Y ahora todo ello está más considerado como arte que como atracción turística. Huelga añadir que las agencias de viaje ofrecen tours por los “Asaro Mudmen” con unas tarifas que cubren no sólo el baile de los enmascarados sino toda una panoplia de otras ceremonias y teatrillos. Ejemplo: sólo el baile con máscaras, 40 US$ / per capita; la ‘cannibalistic ceremony’, 50 US$ per capita.
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