Soy una mujer maltratada. Volver a empezar
Por Turón Valle. LQSomos.
¿Quién nos puede hacer tanto daño? ¿Cómo hemos dejado que nos hicieran tanto daño?
¿Qué es la esperanza que nos lleva ha repetirnos, una vez tras otra, en dolorosas que esperamos cambiar? ¿Quién nos llevara a reiniciar nuestro yo perdido en todos aquellos que amamos o creemos amar?
En principio parecía fácil y aunque sabia de sus defectos tenía suficiente amor y energía para creer que podría cambiarlo. Los incipientes malos tratos eran superados con suplicas al perdón de días que despertaban al agasajo. Luego vinieron los hijos y las suplicas se hicieron increíbles en cada tira que dejaba de mi misma.
Todo sucedía deprisa, tan rápido que el tiempo voló y yo caía perdida hacia un abismo. Eran años y yo una mujer muy adulta llena de cicatrices sin fuerzas para creerme retornable.
Ahora, son mis hijos quienes repiten: ¡déjalo, mamá déjalo ¡
¿Cómo hacer si no encuentro el rastro del camino que se separa en dos?
Es la cara de adolescente triste y gestos lentos de mi hijo mayor quien me devuelve la culpa de no tener salida, ni el sentido de la vida que él dice no encontrar. Es tan joven y tan mió que aunque intento dotarle de alegría no puedo engañar al olvido de lo que ha vivido.
Lo he intentado tantas veces que la “magnifica decisión” que los otros dicen debo tomar, solo yo, se esfuma en un miedo intenso e interior que huye de cualquier claro en el horizonte.
Mi hija pequeña me consuela y me cuenta la historia de nuestra vida sin él: “mamá, los tres solos vamos a estar mejor”.
A solas, yo me quedo a solas con él, aquel amado, en las noches de infierno clavada en sus ojos como una muñeca de trapo. Intuyo como un resorte cuando viene cargado de todo y me mimetizo con los objetos para dejar de ser vista. Nada sirve, soy su presa y su diana, la furia de lo que el más odia y se arrepiente. Soy el sentido de su vida, el lugar de descarga y el afecto que entiende. Me busca, controla, no puedo reírme, ni mostrar alegría.
Trabajo, cuido y mantengo mi casa, me esfuerzo por soplar el tiempo de llegar y proteger a mis hijos de las punzadas de sus palabras. No tengo dependencia económica, él depende de mí. Soy una mujer educada, formada. Soy una mujer rota, sin fuerzas para volver a empezar, aunque sé que es lo que hago todos los días de la vida que paso con él.
Soy una mujer maltratada.
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