Tesis, másteres, plagios y otras vanidades
Arturo del Villar*. LQS. Septiembre 2018
A nadie le interesa escarbar en estos asuntos, porque la corrupción de las universidades en el reino es inmensa. Muchas tesis doctorales, muchos ensayos y muchos libros firmados por unas personas se deben al trabajo de otras
Por el momento están de actualidad las polémicas sobre las tesis doctorales y los másteres de algunos políticos. Ha habido dimisiones, acusaciones, explicaciones increíbles, y al final todo quedará en el olvido, porque el reino de España es un gran patio de Monipodio desde hace muchos siglos. Los escándalos permanecen unos pocos días en los medios de comunicación, pero enseguida se olvidan, y sus protagonistas continúan sus actividades como si no hubiera pasado nada. La corrupción endémica del reino favorece que un escándalo acalle otro sucesivamente.
Recordemos, aunque nadie se quiera acordar, el escándalo nacional cuando se descubrió en el año 2000 que un libro firmado por la presentadora televisiva Ana Rosa Quintana, titulado Sabor a hiel y publicado por Planeta, era un plagio de Danielle Steel y de Ángeles Mastretta. Ella se disculpó alegando no tener arte ni parte en la redacción, ya que lo había escrito completamente por encargo suyo su cuñado David Rojo. De este modo la disculpa se convertía en otra acusación: la presunta autora no había escrito nada, sino que utilizaba el reclamo televisivo de su nombre para vender ejemplares, a costa del trabajo de un negro literario vengativo.
En todo caso quedó patente que Ana Rosa Quintana es una mujer sin honor, que merece el desprecio general de la sociedad por engañar al cuñado, a la editorial, a los lectores y a doña Ana Botella, alcaldesa que fue de Madrid y presentadora del libro en un acto público ridículo. Pues continuó con sus programas televisivos y los espectadores olvidaron el tema.
Otro caso, o mejor dicho otros casos de plagio los protagonizó la muy laureada novelista, poeta, dramaturga y demás que dice llamarse Lucía Etxebarria, aunque es posible que también el nombre sea una mentira de las suyas. Descubiertos sus plagios literales a Elizabeth Wurtzel, Antonio Colinas y Jorge Castelló, declaró que no había copiado los textos, sino introducido como intertextualidad en los suyos, y se quedó tan tranquila, y sus obras se siguen vendiendo.
La consigna del silencio
Para qué citar más casos de plagio y cara dura. Podemos apostar que en poco tiempo se olvidará el tema de los másteres y las tesis que ahora afecta a unos políticos de diversos signos. A nadie le interesa escarbar en estos asuntos, porque la corrupción de las universidades en el reino es inmensa. Muchas tesis doctorales, muchos ensayos y muchos libros firmados por unas personas se deben al trabajo de otras. Lo saben los directores de las tesis, los miembros del tribunal examinador, los rectores, los editores, los críticos, pero se callan, porque en el patio de Monipodio es preferible no remover el estiércol, para evitar que sea vea lo que hay al fondo. El personaje de Vicente Blasco Ibáñez que me resulta más querido es el desdichado Isidro Maltrana, protagonista de La horda (1905). Hospiciano, educado gracias a la caridad de una mujer, escribe con soltura y arte, pero al carecer de apoyos y recomendaciones se ve obligado a trabajar como negro literario, redactando ensayos para otros que le pagan una miseria. Ve morir de penuria a su madre y a su mujer, y en sendos accidentes laborales a su padre y a su padrastro, ambos albañiles. El padre de su mujer era un cazador furtivo, al que mataron los guardas de El Pardo por robar para que comiera su familia los conejos que mataba el rey para divertirse.
Blasco volvió a introducir a Maltrana en La maja desnuda (1906), donde se le encarga escribir el discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes del pintor protagonista de la novela. Leer como propio un discurso escrito enteramente por otra persona es una indignidad, pero todos los oyentes lo sabían en la novela, porque los modales de artista eran los de un bruto, y los académicos no decían nada porque muchos de ellos, si no todos, habían utilizado el mismo recurso. La cuestión a discutir es si se debe exigir a un pintor, un verdadero maestro en su arte, que además sea un buen escritor. Es lo mismo que si para ingresar en la Real Academia de la Historia se exigiese a los aspirantes que pintasen un cuadro de tema histórico. En este reino grotesco impera el absurdo en todas las facetas de la vida.
Esto es una borbonidad
La Universidad española padece la corrupción generalizada en el patio de Monipodio que es el reino. Hay escritores sin éxito personal que se dedican a escribir tesis doctorales para otros. Yo mismo lo he hecho, y aunque no poseo ningún título universitario puedo presumir de haber logrado que mis tres tesis doctorales escritas para otros, en mi caso otras, recibieran el calificativo de cum laude. Estoy en condiciones de discutir con cualquier doctor sobre las ideas de don Juan Valera respecto a la poesía lírica, o sobre la poesía escrita por curas y frailes, o sobre la pintura y las ideas estéticas de Juan Ramón Jiménez, trabajos premiados con tres doctorados.
En estos días se duda si unos políticos han escrito o no sus tesis, y si en caso afirmativo han plagiado o no con todo descaro. El dato de que unos pertenezcan a la izquierda y otros a la derecha demuestra que a la hora de la corrupción todos son iguales. Por eso no podemos exigirles que dimitan, como se hace en otros países, ya que todos son corruptos del mismo rango.
La culpa la tiene el mal ejemplo. Cuando las corruptelas de Juan Carlos de Borbón son públicas, pero el Congreso no puede discutirlas, es que el reino se halla en grave crisis. Y solamente hay una solución para eso.
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
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