Todas las religiones matan

Todas las religiones matan

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

“Desde hace muchos siglos, no verá usted a un católico o a un cristiano matar en nombre de su religión o de sus creencias. Hay otros pueblos que tienen algunos ciudadanos que sí lo hacen. Horas después, declaró una ¿rectificación?: Con carácter general no hay un problema de terrorismo católico en el mundo mientras que si hay un problema de integrismo islámico” (Núñez Feijóo, 26.I.2023)

“Durante una redada, los sionistas asesinan en Jenín a diez (10) palestinos” (misma fecha)

NB para no españoles: Feijóo, heredero del franquismo, amigo de narcos, jefe de la oposición al actual gobierno, aspira a convertirse en el próximo Presidente de España.

Miles de instruidos ciudadanos –súbditos a su pesar- han manifestado al negacionista Feijóo que no hace “muchos siglos” ni siquiera ‘muchos minutos’ desde la más reciente masacre cristiana –véase la citada matanza de Jenín perpetrada por los primos carnales de los cristianos. Es más, los creyentes y los clérigos (con sotana, turbante o corbata), matan siempre, ayer, hoy y mañana, incluso independientemente de que no atribuyan su vesania a la religión. Por mi parte, le sugeriría al fanático proto-Presidente (¿) que consultara la asequible aunque voluminosa obra Historia criminal del cristianismo (*) En efecto, sus miles de páginas están atiborradas de crímenes ‘cristianos’, muchísimos dellos perpetrados contra otros cristianos. No creo que las lea ningún asesor de Feijóo; más bien buscan quemarla en un Auto de Fé. Por ello, se las resumimos para su gabinete en la sombra: “Consejero enchufado, docto narco, chófer o leguleyo que cuida del Prócer Feijóo: detalle usted los Papas que han sido asesinados por su Corte de cardenales, tuvieran o no posibilidades de sucederles en el Trono vaticano. Pero cuente con paciencia porque la lista es enorme”. De hecho, es harto probable que, por muy añoso que estuviera, ningún Papa haya fallecido de muerte natural –y lo mismo leeríamos de cualquier otro líder religioso, cristiano, mahomético, confuciano o etcétera.

En muchos países que se creen primordialmente civilizados pero que no miran más allá de sus posesiones, es común jibarizar las religiones que inficionan el globo terráqueo a sólo dos: el Cristianismo como legítimo dueño del Mundo porque es la única Verdad… y el Islam como Diablo necesario en cualquier maniqueísmo. En el affaire Feijóo, más de un insurrecto ha caído en esa trampa. Por ello, me ha sorprendido que muchos bienintencionados comentaristas hayan sostenido que la Religión General es contraria a la violencia –terrorista o ‘civil’. Las peroratas exculpatorias son conocidas: consuelan al afligido, orientan la moral, satisfacen la creencia universal en el Más Allá… e insertan al individuo en una comunidad con estricta identidad. Así pues, digámoslo prontamente para que nadie se llame a engaño: quien suscribe afirma que todas las religiones violentan y matan –al Juicio y al Prójimo discrepante. Ahora bien, ¿qué es la religión? Entre las miles de definiciones que circulan, es natural que citemos la nuestra:

Religión es aquello que comporta en grado superlativo no menos de los siguientes diez (10) mandamientos:

1) la Sumisión o Islam (a una deidad, a varias y/o a sus delegados terrícolas), que conlleva asimetría y obligación gratuita.
2) la irracionalidad (en muchas ocasiones, activa y combativa).
3) la creatomanía (o alucinación que ve la Creación como única, fatal, ubicua y cognoscible).
4) la individualización absoluta (que excluye las “religiones” colectivas).
5) la personalización/antropomorfización de la deidad (que niega de plano una hipotética meteorización o identificación con fenómenos naturales difusos).
6) la eliminación del mito vía la eliminación de la metáfora (que pasa a ser interpretada al pie de la letra) y, según otra providencia, vía la formalización de la narrativa.
7) la hipostasia de las desiderata (o sacralización de un método aritmético, el del signo más confundido con el signo infinito).
8) la confusión interesada, voluntaria y explícita entre lo abstracto y lo concreto (o destrucción del pensamiento científico).
9) la inquina contra lo objetivo (o desprecio del empirismo), consecuencia práctica del rasgo anterior y que se compensa con la exaltación de lo emocional (o subjetivo).
10) el delirio de inmortalidad (maquillado como vida-en-el-más-allá), grado cero del trascendentalismo.”
(cf. A.P., Ni dios ni Manitú. Notas sobre el ateísmo indígena, Junio 2007; disponible en https://docs.google.com/document/d/1cQByuEcD1erXk5urt_7unIsqavLkrIZxwY6vQfmOlGU/edit )

Guiados por esta definición y por la estadística más ramplona, es obvio que el cristianismo es la religión más expandida, ergo la más invasiva, ergo la hegemónica, ergo la más delictiva. Digan lo que digan sus propagandas proselitistas, ninguna religión llega a ser hegemónica sin violencia. Y es que la irracionalidad y la estricta jerarquización son consustanciales a todas ellas. Al igual que su correlato: su adicción al Poder civil, única manera que conocen de dominar la sociedad -léase, de extirpar de su seno la Razón y la Igualdad.

El budismo

¿Es un Papa, es un obispo? No, es un lama con hábito de huesos humanos

No le guardamos especial recelo, incluso diríamos lo contrario debido a que amigos próximos a sus círculos nos lo han explicado y hasta, sibilinamente, ‘algo’ adoctrinado. Pero el atentado que cometen las religiones contra la Humanidad es tan profundo que debemos mencionar el orientalismo popular que abarca desde el budismo hasta majaderías esotéricas. En este sentido, hemos de deslindar este pútrido tremedal para salvar un mueble, así sea religioso. Chapoteando en esa ciénaga, rescatamos al budismo porque se presenta a cara descubierta y no como el esoterismo, disfrazado de magia de saldo, léxico abstruso y, lo peor: ciencia-todo-a-zen.

No hay muchas religiones que prioricen en la práctica el pacifismo aunque a todas ellas se les llena la boca de ‘paz y amor’. La que más éxito ha tenido en su espectáculo ha sido el budismo desde que escogió condensar su ideología en unos lemas pertenecientes al campo semántico de la pasividad: meditada quietud, trascendencia animalista y hasta nutrición vegetariana –perdón, probiótica. Bien, pero se nos cae la venda cuando contemplamos al budismo en el Poder. Por ejemplo, en buena parte de Asia. Probablemente, el caso más hiriente sea el de los déspotas milicos de Myanmar (ex Birmania) empeñados en exterminar a los Rohingya por la exclusiva razón de que es un pueblo musulmán. Si se nos perdona la autocita, diremos:

“Los turistas religiosos conocerán en Myanmar lo que es una dictadura militar budista. ¿Una rareza? Para nada: religión es religión y su apellido es Terror. Que se lo pregunten a los tibetanos sometidos en denantes a una teocracia que se adornaba con collares de huesos humanos. O a las víctimas de los Jemeres Rojos de Camboya, genocidas no menos budistas. Y nos da igual que los fieles de Sidarta Gautama aseguren que lo suyo no es religión porque no tienen dioses y que, al reencarnarse, lo mejor es volver a ser persona porque convertirse en Dios es de pobretones.”¿Es un mandala?, ¿es de plástico? No, es un cráneo humano que adornaba a la teocracia budista tibetana (ambas ilustraciones publicadas con estos mismos pies de foto en Belicosos pacifistas, 14-15 sept 2017)

*.- Karlheinz Deschner. Kriminalgeschichte des Christentums; 1986, Hamburgo; 1990, ed. española, Martínez Roca, Madrid.

Imagen de portada: Breivik, año 2011, cristiano escandinavo que asesinó a 77 personas arias igualmente cristianas

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