“Tratos”, Cervantes en el CIE
Carlos Olalla*. LQSomos. Septiembre 2016
Qué hacer cuando te encierran en un no lugar donde conceptos como justicia o ley quedan lejos, demasiado lejos?, ¿Cómo vivir cuando la amenaza de que te detengan y te encierren sin que hayas cometido delito alguno es la realidad a la que te enfrentas cada día?, ¿Cómo sobrevivir al miedo constante de que te deporten de la noche a la mañana aunque lleves años viviendo aquí, aunque tengas familia aquí, aunque hayas luchado durante toda tu vida para ser admitido aquí?, ¿Es posible seguir vivo en un mundo en el que nadie te ve porque nadie quiere mirarte siquiera? Esa es la realidad de las personas migrantes en nuestro país, una realidad amarga y dura que refleja el montaje teatral TRATOS, inspirado en el Trato de Argel que Cervantes escribió tras sus cinco años de cautiverio. Escrito y dirigido por Ernesto Caballero, TRATOS es una apuesta valiente y necesaria para denunciar la injusta situación en la que viven hoy y aquí, a nuestro lado, las miles de personas que llegan a nuestro país huyendo del horror y la miseria a la que nuestro civilizado Estado del “bienestar” ha condenado a sus países. Es necesaria para denunciar la atroz injusticia que todos, con nuestro silencio o nuestro egoísmo, permitimos, y valiente, muy valiente, porque está hecha en estos tiempos de criminalización de la cultura desde un teatro público, el CDN ni más ni menos.
La sobria puesta en escena en un espacio, los sótanos del Centro Conde Duque, en cuyos muros todavía resuenan los ecos de cuando fue cuartel, sumerge al espectador en ese pozo sin fondo que son los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) cuya sola existencia debería avergonzar a cualquier persona que haya aunque solo sea leído la declaración universal de los derechos del hombre. Prisiones en las que los internos no tienen ni los derechos de los presos; cárceles encubiertas en las que no hay servicio médico las 24 horas del día y donde son los policías, porque los CIEs dependen del Ministerio del Interior, quienes deben dictaminar si un interno debe ser trasladado o no al hospital; Guantánamos locales donde miles de personas son encerradas cada año en espera de la tramitación de su expulsión en un limbo jurídico que no cuenta siquiera con los servicios de traducción imprescindibles; infiernos legalizados donde en más de una ocasión se han denunciado malos tratos y agresiones de género por parte de la policía… Los CIEs existen hoy en nuestro país, en nuestras ciudades, pero no los vemos porque no queremos verlos y porque no quieren que los veamos.
Si el teatro es una forma de mostrar la realidad para intentar cambiarla, una apuesta como TRATOS es hoy imprescindible. Nada de lo que cuenta la obra es falso o tendencioso, sino que refleja la realidad a la que pueden tener acceso las ONGs que trabajan en estos centros mediante los testimonios de los propios internos. El mero hecho de que estén encerrando en los CIEs hoy a personas que no han cometido delito alguno sino por una simple falta administrativa, la de no tener papeles, habla, y bien claro, del modelo de sociedad que tenemos, una sociedad que recibe con los brazos abiertos y pagando millones de euros a los inmigrantes que saben pegar patadas a un balón pero que persigue, maltrata y encierra a todos los demás. Porque esa es nuestra realidad, una realidad en la que te exigen que te identifiques por el solo hecho de ser negro y en la que te expulsan por el imperdonable delito de ser pobre.
La dirección de Caballero dota a su obra del dinamismo y la veracidad necesarios para contar una historia como ésta. No sobra ni falta una sola frase en su texto, como tampoco sobra o falta una sola acción o movimiento de sus intérpretes. Un reparto muy equilibrado y totalmente comprometido con la obra transmite en todo momento el drama al que asistimos. La proximidad del público a los actores permite también captar todos esos sutiles matices con los que dan vida a sus personajes. A lo largo de la obra vemos la trasposición de dos mundos absolutamente diferentes: el de los funcionarios con sus loables discursos derechohumanistas y los navajazos traseros que se dan para trepar en el escalafón y el de los internos, personas como tú o como yo que luchan por defender sus derechos sin perder lo único que tienen, su dignidad. Ahí tratos_marcosgpunto_12los papeles que bordan Astrid Jones, Elton Prince y Primo José Meñán, nos llegan dentro, muy dentro. Cada uno desde su realidad lucha como puede por sobrevivir. Saavedra, magistralmente interpretado por Primo José, es un hombre al que la vida le ha enseñado que lo importante no es no caer sino levantarte de nuevo, un hombre que no pierde la alegría ni la esperanza incluso en los momentos más duros porque sabe que su victoria, y con él la de todos nosotros, está en la lucha y en no rendirse jamás. Aurelio, el profesor universitario especializado precisamente en Cervantes al que da vida Elton Prince, es capaz de llevarnos a todos los estados de ánimo por los que atraviesan los internos: la incredulidad ante lo que le está pasando, la reflexión, la rebeldía, la defensa de sus derechos, la dignidad de quien no se vende… Y qué decir de Astrid, esa Silvia que, desde su primera aparición, te llega al alma. Su impresionante presencia escénica, la suave cadencia de sus movimientos o la sutilidad con la que deja que los silencios arropen su soberbia voz empujan al espectador, irremisiblemente, a no apartar los ojos de ella. Su duelo con el director del CIE, magistralmente interpretado por un actor de la talla de Chema Adeva, es de los que no se olvidan. La tierna sobriedad con la que Ione Irazábal afronta su personaje de la doctora del CIE hace que te identifiques plenamente con esos funcionarios que, a pesar de pesares y recortes, luchan a diario por dignificar y humanizar su trabajo.
Y finalmente en Carmen Gutiérrez recae el papel de la otra cara de la moneda, la de esos funcionarios que, envueltos de esplendorosas soflamas y discursos, no tienen ojos para ver más allá de sí mismos, de su futuro y de todo lo que pueden hacer para apartar a quienes les separan de él. Realmente un reparto magnífico al que la sabia dirección de Caballero ha sabido sacar lo mejor que llevan dentro.
Aplaudo sin recato y con orgullo una iniciativa como la que han tenido el CDN y San Sebastián 2016 de llevar a escena una obra tan bella y necesaria como TRATOS. Estará en el Centro Conde Duque hasta el 24 de septiembre y a continuación en Tabakalera, el Centro Internacional de Cultura Contemporánea de Donostia. ¡No os la perdáis!