Un gallego en la contracultura californiana
Mariano Muniesa*. LQS. Agosto 2020
La leyenda de Grateful Dead, el grupo que simbolizaría lo que se conoció como el West Coast Rock, y la de Jerry Garcia en particular como uno de los más conocidos hippies de Haight-Ashbury se acrecentó cuando se hizo pareja sentimental de Carolyn Adams…
Jerry Garcia: el gallego más famoso de la California Hippie
Jerry Garcia conoció siendo casi todavía un niño el rock’n’roll y el blues gracias a su hermano mayor, convirtiéndole en todo un melómano.
El 9 de agosto se cumplieron 25 años de la muerte de Jerry Garcia. Uno de los iconos de la cultura –o mejor dicho, de la contracultura- hippie, alma máter de los míticos Grateful Dead y que descendía de emigrantes gallegos por parte de su familia paterna, más concretamente de la localidad coruñesa de Sada, de donde procedía su abuelo, que llegó a California en 1918.
Jerry Garcia conoció siendo casi todavía un niño el rock’n’roll y el blues gracias a su hermano mayor, que le introdujo en Ray Charles, John Lee Hooker, B. B. King, Hank Ballard y Chuck Berry, convirtiéndole en todo un melómano, hasta el punto que cuando cumplió 15 años en 1957, sus padres le regalaron un acordeón. Sin embargo el joven Jerry cambió este instrumento por una guitarra en cuanto tuvo ocasión: desde muy pronto tuvo claro que su futuro estaría en el rock’n’roll. De hecho, su carácter rebelde y aconvencional, que creció paralelamente a su afición por el rock, le provocó el deseo de viajar, conocer mundo, salir de su ciudad y vivir otras experiencias.
Paradójicamente, con tal objetivo se alistó a los 17 años en el ejército de los Estados Unidos, iniciando su entrenamiento y formación de combate en Fort Ord, cerca de Monterey, en la costa del Pacífico. Pero tan solo tres meses después de ingresar en las fuerzas armadas, es dado de baja por la autoridades debido, según decía su hoja de servicios, a su “absoluta incapacidad de adecuación al estilo de vida militar”.
A finales de 1961 se estableció en la localidad de Palo Alto, en donde empezó a labrarse su carrera como músico tocando la guitarra en la calle, en cafés y clubes, tocando principalmente bluegrass y folk. Hacia 1964, junto con sus amigos Bob Weir y Ron “Pigpen” McKernan formaron el grupo que sería la semilla de la cual nació Grateful Dead, llamado Mother McCree’s Uptown Jug Champions, al mismo tiempo que conoció y empezó a experimentar con el LSD. “Bueno, con el LSD cambió todo…” – dijo en una entrevista a Rolling Stone en 1970- “Me liberó porque de repente me di cuenta de que mi pequeño intento de tener una vida recta y ordenada era una ficción y simplemente no iba a funcionar”.
En el otoño de 1966, ya como Grateful Dead e inspirados por el ambiente musical y contracultural que se empezaba a vivir en San Francisco, Jerry y el resto de la banda se mudan a una casa comunal ubicada en 710 Ashbury Street, lugar que muy pronto se convertirá en el epicentro de la escena musical local, proporcionando un lugar para muchos conciertos gratuitos durante el año y medio que viven allí. Esto lleva a Grateful Dead a convertirse en unos referentes, musicales y sociales, de todo una revolución en la América de los 60: el movimiento hippie.
Janis Joplin llegó a decir: “Jerry Garcia se convirtió en una especie de padre, hermano y colega a la vez de todos los que vivíamos en Haight-Ashbury. Si un día no tenías nada en la nevera, podías ir al chamizo de los Dead y Jerry siempre podía darte un muslo de pollo y una raja de sandía. Eran una verdadera comuna”.
La leyenda de Grateful Dead, el grupo que simbolizaría lo que se conoció como el West Coast Rock, y la de Jerry Garcia en particular como uno de los más conocidos hippies de Haight-Ashbury se acrecentó cuando se hizo pareja sentimental de Carolyn Adams, también conocida como “la chica de la Montaña”, después de que ella rompiera su matrimonio con George Walker, un miembro de los “Merry Pranksters”, la comuna itinerante que viajaba en un destartalado autobús compartiendo sexo, drogas y rock’n’roll por toda América y que fue genialmente inmortalizada por Tom Wolffe en uno de los textos de cabecera del fenómeno del “nuevo periodismo” y de la literatura contracultural de los años 60: “Gaseosa de ácido eléctrico”.
“The Grateful Dead” (1967) y “Anthem Of The Sun” (1968), sus dos primeros discos les convirtieron en un verdadero fenómeno de masas, que continuó con “Aoxomoxoa” (1969) y “Workingman’s Dead” (1970), junto a la singularidad, la fuerza y la calidad de sus actuaciones en directo. Si en los años 70 grupos como Santana, Jethro Tull, Led Zeppelin o Deep Purple cimentaron su leyenda en aquellas impresionantes actuaciones en las que alargaban los temas a base de improvisaciones o medleys hasta 12 ó 14 minutos, Grateful Dead fueron los precursores de esos conciertos que ya no se basaban en tocar una canción tras otra tal y como había sido grabada en el disco, sino en hacer de cada concierto una experiencia única, basada en ese libérrimo espíritu de improvisación. Tanto en “Live/Dead” (1969) como en el sensacional “Europe’72”, sus mejores discos en directo, se puede apreciar a esos Grateful Dead libres de todo condicionamiento, en cuyos conciertos la música… simplemente fluía en total y absoluta libertad.
Política y socialmente, Jerry Garcia fue todo un símbolo de su tiempo. Participó activamente en toda clase de festivales, manifestaciones o actividades contra la guerra de Vietnam, fue siempre un convencido pacifista, defendió la legalización del consumo de drogas como la marihuana, el hachís o los ácidos, y fue de los músicos que siempre se posicionó más en contra de la ultraconservadora administración Nixon.
Con el devenir de los tiempos y el cambio de mentalidad social que llegó con los años 70 y 80, Grateful Dead continuaron, pero ya sin la atención de los focos ni la popularidad de antaño. A finales de los 70, Jerry se hizo adicto a la heroína –fumada, no inyectada- lo cual pasados unos años, unido a su tabaquismo, sus problemas de apnea del sueño y sus malos hábitos alimentarios, que le hicieron ganar excesivo peso, le dificultaron mucho poder hacer actuaciones en directo, perdió mucha voz y tuvo problemas respiratorios que le llevaron al hospital en varias ocasiones. Tuvo que ser ingresado urgentemente en 1986 por un coma diabético, que se le repitió en 1992. A pesar de que tras esta última experiencia dejó de fumar, se hizo vegetariano y mejoró su salud, sin embargo volvió a consumir cocaína y heroína, lo cual le provocó un amago de infarto por el cual volvió a ser ingresado en el verano de 1995.
Por desgracia, ya no saldría del hospital. En la madrugada del 8 al 9 de agosto de 1995, Jerry Garcia sufrió en su cama del hospital un segundo infarto del que ya no hubo forma de salvarle la vida. Peace and Love, Brother… y gracias por la magnolia de azúcar.
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