Un genocidio preventivo
Nònimo Lustre*. LQS. Septiembre 2020
En la España de los años 1980’s, McNamara fue un personajillo público. Famoso pero mal afamado porque fue uno de los mayores asesinos del pueblo vietnamita. Seguramente para premiar su genocidio, luego fue gran mandamás de las finanzas internacionales. Su ambigua notoriedad llegó al extremo de que Fabio McNamara, una estrella de la troupe de Pedro Almodóvar, tomó su nombre aunque, afortunadamente, sin usar armas. Hoy recordamos que el McNamara gringo dijo en los años 1960’s que era preferible gastar un euro en control de natalidad antes que dilapidarlo en armas. Esta declaración formal fue una de las primeras veces que nos bombardearon desde los Gobiernos urgiéndonos a implantar el control de natalidad –referido siempre a la natalidad de los pobres, claro está. Por otra parte, nada es más lógico: un administrador de la muerte bélica reciclado en amo de los dineros se opone a la proliferación incontrolada de la mano de obra barata. La primera medida –plomo va plomo viene-, le resulta lenta, cara y fastidiosa de manera que escoge la vía discreta del genocidio preventivo. Algunos de cuyos métodos siguen en boga. De uno dellos versa este post:
Hoy, hemos recordado al infecto McNamara que-en-el-Averno-esté, porque algunas noticias vomitadas por los media versan sobre latinoamericanas y/o hispanics migrantes en los EEUU que están siendo esterilizadas en hospitales públicos de ese país. Los reportajes abundan en detalles a cual más racista; algunos dellos, están adobados en morbo y tremendismo, extremo quizá innecesario porque semejante política sanitaria es tan brutalmente racista y clasista como para no requerir ornamento alguno. Ejemplo:
Escribe la periodista de CNN Samantha Young que, “en 1939, Rose Zaballos tenía solo 16 años. Su hermano la inscribió en un procedimiento de esterilización en un hospital estatal para que no tuviera bebés que pudieran ser una carga para la familia. Rose murió durante la operación. Su sobrina Barbara Swarr ha reconstruido los detalles de la corta vida de su tía y las actitudes predominantes hacia los inmigrantes, los pobres y las personas con discapacidades que permitieron esterilizar a más de 20.000 californianos bajo la ley estatal de eugenesia, a menudo sin su consentimiento, durante un período de 70 años en el siglo XX.”
Bien avanzado el siglo XXI, los Estados de Carolina del Norte, Virginia y California han comenzado a destinar unos pocos dollares para indemnizar a las esterilizadas. En general, el Eugenics Sterilization Compensation Program apenas dispone de fondos por lo que las indígenas, las inmigrantes, las negras y las hispanics, a la postre no accederán a ninguna de las limosnas que prevé. Sin olvidar a las presas puesto que, sólo en las cárceles de California, entre 2006 y 2010, los (literalmente) matasanos esterilizaron a 148 mujeres.
Llegados a estas alturas, conviene precisar que eugenics en los USA no significa lo mismo que eugenesia en Europa. Eugenics es un eufemismo para enmascarar esterilización –y para crear confusión. En lugar de ‘el mejor nacimiento’, debería conocerse como tanatofilia temprana, necrofilia ejecutiva o necrofobia de los ricos para evitar su propia muerte perpetrando la de los demás. Por supuesto, también podemos evitar esos bizantinismos y definir la eugenics como un crimen mayor porque encarna la infame aspiración a un mundo limpiado de pobres y de extranjeros –aporofobia y xenofobia extremas y sinergéticas; o, simplemente, distopía destilada.
¿Cómo funciona la esterilización gringa? Pues abarcando un amplio espectro porque la esterilización puede ser de varios grados, desde la absolutamente irreversible hasta la (difícilmente) reversible. Al parecer, las cirugías que se practican actualmente en los USA optan por la primera lo cual se traduce en extirpación del útero. Nada de ligadura de trompas de Falopio que luego llega un habilidoso y humanitario cirujano y es capaz de desatarlas: histeroctomía a lo grande –a lo bestia habría que decir.
Generaciones perdidas (lost generations)
Las latinas son sólo una parte de ese conglomerado sufriente y marginado –remember, desde indígenas hasta afroamericanas- que vive en permanente peligro de ser mutiladas por el Estado gringo. Por simple medida cronológica, las indígenas son las más antiguas en padecer algún tipo de genocidio; antes las mataban con pólvora, ahora con cirugías. Ejemplo:
En 1969, la indígena diné Jean Whitehorse quedó embarazada de su hija. Fue al centro médico para realizarse un chequeo y le preguntaron si tenía seguro médico. Cuando dijo que no, le presentaron algunos documentos. “Me dijeron: ‘Si firmas estos papeles, se cubrirán tus gastos médicos’. Les pregunté a qué se referían. Dijeron: ‘Su hija será dada en adopción y las personas que la adopten pagarán por su adopción médica’. Me negué y me fui”.
Poco después tuvo apendicitis. Fue conducida en ambulancia a un hospital diferente donde la exigieron que firmara varios papeles. La sra. Whitehorse supuso eran la documentación habitual que se firma antes de cualquier cirugía. La conminaron: “Si no firmas, no podemos hacer nada”. Retorcida por un dolor intenso, firmó sin leerlos. La extirparon el apéndice… y algo más. Cuando volvió a un hospital le pidieron sus registros médicos y le dijeron que había sido esterilizada
Amá, documental de Lorna Tucker. “Amá” es madre en lengua diné, antes navajo.
En mayo del 2019, Whitehorse denunció en la ONU la campaña estatal de esterilizaciones forzosas contra las indígenas. Su alegato no fue registrado por ningún medio mainstream. Tuvo que ser Brenda Norrell, periodista de Censored News, quien informara al mundo de los datos básicos: “In the U.S., as many as 70,000 Native women were the victims of forced or coerced sterilization by the Indian Health Service and privately contracted physicians between 1960 and 1978”, denunció la indígena diné. Y añadió: en 1979, el profesor Lehman Brightman (sioux y cree) calculó que, sobre el total de población indígena en USA, habían sido esterilizados coercively, el 10% de los hombres y el 42% de las mujeres. ¿Cuántas generaciones de indígenas se han perdido en estos últimos cuarenta años? Desde un punto de vista estrictamente etnográfico, ¿tiene sentido estudiar como si fueran pueblos ‘normales’ a unos pueblos amerindios olvidándonos que han esterilizado a la mitad de sus mujeres? (para una historia general del genocidio preventivo contra las latinas/hispanics, ver Stern, Alexandra Minna (2016) “Eugenics, sterilization, and historical memory in the United States.” en História, Ciências, Saúde – Manguinhos, Rio de Janeiro, v.23, supl., dez. 2016, p.195-212. http://dx.doi.org/10.1590/S0104-59702016000500011)
Canadá.- Del racismo gringo nadie tiene la menor duda. Pero, ¿y su vecino del Norte?, ¿no es cierto que Canadá es un país más liberal y hasta pluriétnico que los EEUU? Pues esa es su fama internacional pero, en lo que respecta a sus indígenas, no encontramos ninguna diferencia entre la política represiva canadiense y la que hemos pormenorizado en los USA. La canadian eugenics se abolió oficialmente en 1973 pero multitud de casos nos enseñan que se sigue perpetrando en la actualidad.
Esa infame ley eugenésica, estuvo vigente en Alberta entre 1929 y 1972 (2800 esterilizaciones) y, en Columbia Británica de 1933 a 1973 (400 esterilizaciones). Una prueba de la clandestinidad en la que se desarrolló es que nunca se publicaron los datos nacionales. Pero, en julio 2017, las investigadoras indígenas J. Bartlett e Y. Boyer (otra vez los profesionales indígenas desmontando las mentiras estadísticas) demostraron que las esterilizaciones se mantuvieron entre 2005 y 2010. La estrategia racista del abuso contra las mujeres indígenas es similar a la de los USA: “Me insistieron en que el procedimiento era para no superar el tamaño óptimo de una familia”, “el médico me indicó que era el único método para no quedar otra vez embarazada”, “me hablaron con términos técnicos que no comprendí y me sentí forzada a firmar la autorización”, “en 2001, la afectada dio a luz por parto natural y fue llevada al quirófano poco tiempo después para ser esterilizada. Ella protestó, pero nadie le hizo caso. No recuerda haber firmado la autorización. El médico exclamó tras haberle realizado el procedimiento de ligadura de trompas: ‘Cortadas, atadas y quemadas. Listo. Ya nada pasará por ahí”. En 2018, Maurice Law, la primera firma de abogados en Canadá fundada por miembros de pueblos indígenas presentó varios pleitos todavía inconclusos: “Hasta el momento nos han contactado unas 70 mujeres. La mayoría son originarias de la provincia de Saskatchewan, pero también de Columbia Británica, Manitoba, Alberta y Ontario. El caso más reciente habría ocurrido en 2017” (en Jaime Pozas Ferreyra, 19.XI.2018)
Un sempiterno genocidio universal
La esterilización de los indeseables es una antiquísima práctica estatal que no se limita a los casos más conocidos: India, China, USA, Canadá y Perú (ver infra) contra los pueblos indígenas, el III Reich alemán, su epígono Israel contra los palestinos y los falasha ( judíos etíopes), Rusia contra los discapacitados, Sudáfrica contra las mujeres VIH positivas, etc. Sin embargo, la casuística es infinitamente más extensa, más antigua… y más reciente.
De hecho, en lo que atañe a la discriminación elitista, su antigüedad intelectual puede remontarse a1803, cuando Louis Robert propuso la creación de una nueva disciplina científica a la que denominó megalanthropologenesy. Este impronunciable palabro proponía permitir al Gobierno ”to identify men of superior abilities, select women of outstanding breeding talents, and closely monitor the entire reproductive process from insemination to delivery in state institutions”. El Estado como verdugo, paritorio e incubadora. La más jerárquica de las injusticias criminales caucionada por un ‘experto científico’…
Suiza fue la primera que cruzó la línea roja entre la teoría y la práctica gubernamental. En 1928, cuando el NSDAP o partido nazi de Hitler sólo obtenía poco más del 2% de los votos, el cantón of Vaud promulgó una ley de esterilización forzosa para los retrasados mentales. Al año siguiente, Dinamarca decretó lo mismo que Vaud como culminación de la política eugenésica que había comenzado en 1924 con la ascensión al poder del primer gobierno socialdemócrata. Suecia la siguió en 1934 y 1941, también bajo gobiernos ‘laboristas’. En 1960, más de 50,000 suecas habían sido esterilizadas, primero con subterfugios médicos, después por pura discriminación social [En la Finlandia de 1970, ascendían a 56.000 las mujeres que habían sufrido igual terrorismo de Estado] Las excusas socialdemócratas para justificar estas iniquidades son llamativas: como el gobierno se enfrentaba (dentro de un orden) a la oposición llamada ‘liberal’, en 1936, una comisión oficial dictaminó que la actitud de sus oponentes se anclaba en una “extremely individualistic view” que atentaba contra los derechos colectivos (ver Dikotter, F. (1998) “Race Culture: Recent Perspectives on the History of Eugenics”; en The American Historical Review, 103(2), 467. doi:10.2307/2649776)
Posdata retrospectiva
Permítasenos repetir un párrafo de un antiguo post: “Hace 20 años, en pleno fujimorato, tuve que escribir un artículo de divulgación sobre los Shipibo, un pueblo amazónico muchas de cuyas mujeres habían sido esterilizadas. Como no podía ser menos, incluí unos párrafos sobre este genocidio posmoderno. Los editores, subvencionados para la confección de ese número de esa revista por la Embajada de Perú en España, pusieron el grito en el cielo y me pidieron que los eliminara. Me negué y negociamos; me prometieron que mantendrían el cogollo del caso pero, al final, lo que salió publicado fue sólo esta mísera frase: “[a los indígenas] Los embaucan con orquestinas, banderolas y un plato de arroz para que asistan a la Gran Fiesta de la Salud. Gratis: ligadura de trompas y vasectomía” (ver “El pueblo shipibo”, en Altaïr nº 1, primavera 1999) Encima, para añadir el escarnio a la traición injuriosa, incluyeron en otra página la versión oficial. Excuso decir que otorgándola más espacio y más visibilidad (ver en este blog el post Feminicidios posmodernos, 27 abril 2017)
Tres años después de esta denuncia, en el 2010, la Corte Interamericana de Derechos Humanos recordó al Estado peruano el compromiso que firmó en 2003 de “investigar y sancionar debidamente a los responsables”. Cuatro años después de esta segunda conminación, el Estado peruano respondió con la desfachatez que correspondía a un Estado racista: “Perú archiva el caso de la esterilización ‘forzada’ de más de 300.000 mujeres. La Fiscalía de la Nación considera que la política de control de la natalidad del Gobierno de Fujimori no cometió un delito contra la Humanidad” (prensa 29/01/2014)
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