Una historia diferente e innovadora de Syd Barrett y Pink Floyd

Una historia diferente e innovadora de Syd Barrett y Pink Floyd

Por Mariano Muniesa.

Su psicodelia hundía sus raíces en una cepa de fantasía, que en Inglaterra se llamaría “eduardiana” hasta que dejó de serlo; una de sus últimas canciones con Pink Floyd se llamaba “Scream Thy Last Scream” y no era ninguna broma…

Lamentablemente, las leyendas del rock clásico que murieron jóvenes son numerosas y muchas de ellas contribuyeron la edificar la triste leyenda del llamado “club de los 27”: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Brian Jones, Kurt Cobain… Syd Barrett, uno de los fundadores de Pink Floyd, vivió hasta los 60 años, una edad no demasiado avanzada para la esperanza de vida actual. Pero su muerte artística, prolongada y gris, aconteció con apenas 20 años, cuando ya se había convertido en un oculto recluso de su propia leyenda antes de cumplir los 30.

Tal vez Syd Barrett era una de las últimas estrellas, llamémosla así, “malditas” de la historia del rock a las que les faltaba tener su documental, y con toda seguridad por ello, hace ya bastantes años Roddy Bogawa y una de las personas más íntimamente ligadas a la historia de Pink Floyd, Storm Thorgersron, diseñador de muchas de las afamadas portadas de Pink Floyd y amigo personal de Syd Barrett, tristemente fallecido en 2013, iniciaron la filmación del documental, un interesante y poliédrico trabajo, como no puede ser de otra manera cuando hablamos de Pink Floyd llamado “Have You Got It Yet? The Story of Syd Barrett and Pink Floyd”, recientemente estrenado en cines en Estados Unidos e Inglaterra y de muy pronta emisión en las principales plataformas de streaming.

Algo que siempre alimentó no diría necesariamente el morbo, pero sí una curiosidad inquietante sobre la desconocida y en momentos oscura historia de Syd Barrett fue el hecho de lo poco que tanto antes, como durante y después de su estancia en Pink Floyd, se supo sobre él. Ya a finales de los 60, en medio de la vaporosa nube de aromas lisérgicos y atmósferas psicodélicas del Londres del UFO y Carnaby Street, se decía de Syd Barrett, antes que de Jimi Hendrix, que podía ser un extraterrestre o un fantasma. Este documental, sin duda arroja cierta luz sobre muchas de las sempiternas incógnitas que el personaje siempre encerró, pero tiene a mi juicio la gran virtud de que por otro lado, mantiene muchos de los enigmas que siguen haciendo de Syd Barrett un personaje tan fascinante como tenebroso.

No obstante, el documental no trata en modo alguno de hacer un retrato romántico, idealizado o de artista atormentado de Syd Barrett. Pone mucho el acento en el hecho de que aún cuando en la segunda mitad de los años 60 era ya un mito viviente, nunca adoptó actitudes mesiánicas de poses de divo, a pesar de que todos los músicos que intervienen en la cinta coinciden en afirmar en que poseía una personalidad realmente carismática.

Tanto sus ex compañeros en el grupo como en otros muchos músicos que le conocieron, siendo quizá uno de los más significativos el de Pete Townshend de The Who, inciden muy especialmente en este aspecto, en el de un músico inteligente, lúcido y capaz de entender, contrariamente a como se ha dicho en muchas biografías, el mundo y la realidad en la que vivía. Un ejemplo muy similar al de Jim Morrison, un artista mucho más inteligente, creativo e imaginativo que lo que se mostró en el predecible, mediocre y prescindible film que hizo sobre los Doors Oliver Stone, dicho sea con todo mi respeto a este gran director, de cuya obra en su práctica totalidad salvo con esta excepción siempre me he declarado gran seguidor.

Mucho antes de que las drogas destrozasen su psique y bloqueasen su creatividad, y tal vez rompiendo algunos mitos exagerados sobre su personalidad, escribió canciones sobre ladrones de ropa interior, gnomos y el sistema solar. Su psicodelia hundía sus raíces en una cepa de fantasía, que en Inglaterra se llamaría “eduardiana” hasta que dejó de serlo; una de sus últimas canciones con Pink Floyd se llamaba “Scream Thy Last Scream” y no era ninguna broma.

Merece la pena insistir en este aspecto, pues es de capital importancia a la hora de emitir un juicio lo más objetivo posible acerca de este documental. Por interesante y hasta morbosa que pudiera ser la historia de una estrella de rock caída, no se relata en esta cinta un gran colapso explosivo y ruidoso, lleno de la espectacularidad y melodramatismo que quizá muchos esperarían.

Se representa a Barrett cayendo de una manera mucho más silenciosa y tenue en su descenso a los infiernos de lo que se ha narrado de otros muchos de sus contemporáneos y de una manera que resultaría instantáneamente obvia con una sola mirada. Tanto es así que la vida de Barrett después de Pink Floyd no se muestra como una espiral inevitablemente autodestructiva, sino como un proceso hasta cierto punto irreversible pero no doloroso, con una salud que empeora lentamente y que casi le muestra como un fantasma, lo que hace que uno de los recuerdos compartidos de la banda con él se haga sentir particularmente conmovedor.

Mentiría si dijera que no me decepcionó en cierta medida lo impersonal que es la mayoría del metraje de “Have You Got It Yet? The Story of Syd Barrett and Pink Floyd” en el sentido de que nos revela muchos menos secretos de lo que cabría esperar, aún cuando se puede decir que todos los involucrados en la cinta realmente se preocupaban por Barrett y querían respetarle y reivindicarle sin endulzar ni edulcorar innecesariamente nada, al tiempo que resultaban muy significativos los detalles acerca de “Shine On You Crazy Diamond”, que estaba dedicada a él, y que sí, hay que reconocerlo, conmueven a todo aquel que haya sido o sea fan de Pink Floyd.

Gracias a este documental sabemos como fue Barrett durante sus años escolares, incluido cómo amaba tanto el arte, lo extrovertido que era y sobre todo, la necesidad que aparentemente tenía de dejar salir afuera ese anhelo de expresión y canalizarlo en algo concreto. Es un caso clásico de alguien que parece estar tan al tanto de las cosas mental y socialmente, alguien de quien no esperarías que se derrumbara como lo hizo él.

¿Motivos? El documental, sin tratar de profundizar en exceso a la hora de dar una respuesta a este interrogante, sí señala dos factores fundamentales: el impacto quizá inesperado y seguramente difícil de asimilar de su éxito con Pink Floyd y su uso del ácido. No es en absoluto un secreto que toneladas de músicos, especialmente en la década de los 60 fueron fuertemente alimentados a nivel mental por drogas que mejoraron en parte sus procesos creativos, y se menciona explícitamente que Barrett no fue la excepción. Las imágenes de sus actuaciones cuando está claramente bajo la influencia de estas sustancias son realmente efectivas para mostrar como se encuentra en ese momento, pero también las raíces intrínsecas de la desestabilización que causan las drogas.

En cualquier caso, un trabajo muy buen hecho, bien documentado, narrado de manera ágil y también pausada cuando el relato lo requiere y que recomiendo con toda sinceridad no solo a todos los fans de Pink Floyd: todo aquel que quiera conocer más sobre la psique de los genios incomprendidos, tiene en este documental toda una cátedra audiovisual.

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