Una nueva era cambiaria
Por Bertin Acosta*
La reducción del uso del dólar en las transacciones internacionales y en las reservas de las naciones, conocida como desdolarización, no es una conspiración. Más bien, es la consecuencia de una serie de factores interconectados que reflejan los cambios en el panorama económico mundial. La pérdida de relevancia de Estados Unidos en la economía global, el crecimiento del comercio entre economías emergentes y la búsqueda de menores costos en las transacciones internacionales son los principales protagonistas de este fenómeno
El comercio entre economías emergentes ha aumentado hasta representar cerca de la mitad del comercio global
En 1944, el Acuerdo de Bretton Woods determinó la posición del dólar estadounidense como la principal moneda de reserva del mundo. Este dominio estaba estrechamente ligado al poder económico mundial de Estados Unidos en la posguerra. Desde entonces, la participación de Estados Unidos en el PIB mundial se ha reducido del 40% al 15% en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA).
La dinámica del comercio global también experimentó cambios significativos. En el momento de la firma de Bretton Woods, las exportaciones globales representaban cerca del 10% del PIB mundial; hoy en día rondan el 60%. Actualmente, las exportaciones de Estados Unidos representan alrededor del 8% del total que es menos del 5% en proporción al PIB mundial.
En 1971 el presidente Nixon, ante los problemas del déficit estadounidense, decidió suspender unilateralmente la convertibilidad directa del dólar en oro y liberalizar el tipo de cambio. Como consecuencia dio por terminada la estabilidad que el dólar, acordado bajo el sistema de Bretton Woods, redefinió el panorama financiero internacional y la relación entre las principales monedas. Esto significó que el valor del dólar comenzó a determinarse por las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado cambiario, lo que introdujo una mayor volatilidad en todos los tipos de cambio.
El fin del sistema de Bretton Woods coincidió con un proceso de comercio creciente, que ha llevado a un aumento en el volumen y la diversificación a nivel global. El comercio evolucionó considerablemente desde el período de posguerra, donde predominaban los flujos comerciales entre países desarrollados y los precios estaban fijados en dólares estadounidenses.
A partir de la década del 70, los bancos centrales de todo el mundo comienzan a adoptar el modelo de objetivos de inflación, el primero fue Chile en 1973 y se masifico hacia la década de 1980, incluida la Reserva Federal de Estados Unidos para restaurar la estabilidad de precios. Estas políticas, aunque lograron su objetivo, estuvieron acompañadas de la interconexión entre las tasas de interés y la disminución de la tasa de crecimiento económico. En la primera década del siglo XXI, la estabilidad de precios y de los tipos de cambio beneficiaron las transacciones en monedas locales, lo que finalmente disminuyó la función del dólar estadounidense como intermediario en el comercio internacional.
El comercio entre economías emergentes ha aumentado hasta representar cerca de la mitad del comercio global. El comercio Sur-Sur no tiene necesidad de utilizar el dólar estadounidense como moneda intermediaria y puede usar monedas alternativas, que ofrecen la posibilidad de reducir los costos de transacción y hacer que el comercio internacional sea más eficiente.
El auge de las cadenas de valor globales (CGV) remodeló la forma en que se llevan los productos al mercado. En el centro de las cadenas de valor mundiales se encuentra la fragmentación de los procesos de producción. Los bienes complejos ya no se fabrican únicamente en un solo lugar. Las tareas se dividen y asignan en función de factores como los costos laborales, la disponibilidad de recursos y la especialización regional.
Este cambio ha conllevado a una mayor interdependencia entre las economías, que participan en diferentes etapas de la cadena de valor para producir un producto final. Este modelo ha expuesto a los países a ciertos riesgos, especialmente en lo que respecta a los tipos de cambio y los costos asociados con las transacciones internacionales.
Los países con monedas que no pertenecen a los derechos especiales de giro (SDR) se enfrentan a convertir sus monedas a dólares para participar en el comercio internacional, lo que conlleva costos adicionales. La conversión se realiza al importar componentes y al exportar sus bienes y servicios. Los costos de doble conversión llevan a la búsqueda de alternativas que reduzcan los costos de transacción.
Algunos países han recurrido a alternativas como los swaps bilaterales, con los que los bancos centrales intercambian sus monedas a un tipo de cambio preestablecido durante un período determinado. Esta estrategia elimina la necesidad de intermediación con el dólar estadounidense y permite a las empresas realizar transacciones en sus propias monedas o en monedas regionales, lo que puede reducir significativamente los costos asociados con la conversión de divisas. Así, se facilita el comercio y la inversión entre países, lo que puede contribuir al desarrollo económico regional y a la integración económica, al mismo tiempo que abarata los costos de transacción.
Las alianzas entre países en desarrollo juegan un papel importante. Al reducir la dependencia del dólar, los países pueden aislarse en mayor medida de las grandes fluctuaciones del mercado cambiario estadounidense y proteger su estabilidad financiera. Estas alianzas, suelen implicar la coordinación de políticas monetarias y cambiarias, y pueden incluir la creación de monedas regionales, el establecimiento de bancos de desarrollo y la implementación de sistemas de pago alternativos.
El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) ha explorado la posibilidad de crear una moneda común, basada en una cesta monetaria [O. Ugarteche (2021)], para facilitar el comercio regional y reducir la intermediación del dólar estadounidense, cuyo desenlace fue el acuerdo entre el banco central de Brasil y el BCA en octubre de 2008 y luego entre todos los bancos centrales del MERCOSUR.
La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ha implementado iniciativas para promover el uso de monedas locales en el comercio regional y reducir uso del dólar estadounidense, como la Iniciativa de Chiang Mai, que es un acuerdo swap multilateral de divisas que permite a los países miembros acceder a préstamos en monedas locales para estabilizar sus mercados financieros, hasta la fecha nunca se ha utilizado.
Los BRICS han establecido sus políticas monetarias y cambiarias dando cada vez más prioridad a las monedas de sus miembros en el comercio internacional entre ellos. Han establecido el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), que proporciona préstamos denominados en monedas nacionales de los países miembros, y un acuerdo de reserva contingente (CRA) para facilitar las transacciones comerciales y financieras liquidadas en sus monedas locales. También hacen uso de sistemas de pago alternativos como el Sistema de Pago Interbancario Transfronterizo (CIPS) chino.
La desdolarización no se limita al ámbito comercial. El auge del Mercado de Futuros de Shanghái (SHFE) como referencia global para la fijación de precios de materias primas, marca un paso importante en la desdolarización del sistema financiero internacional.
Tradicionalmente, el mercado de futuros de Nueva York (NYMEX) es el punto de referencia para transacciones de comercio al por mayor, denominadas en dólares estadounidenses. Sin embargo, el creciente volumen de comercio en el SHFE, donde los contratos se liquidan en yuanes chinos, desafia la hegemonía del NYMEX.
Las sanciones impuestas por EEUU fragmentaron el mercado petrolero global. Tradicionalmente, el petróleo se ha comercializado y tasado casi exclusivamente en dólares estadounidenses. Sin embargo, el petróleo ruso se cotiza en rublos y el petróleo de países sancionados como Irán, Yemen, Venezuela, por mencionar algunos, en yuanes. Un ejemplo más, es el comercio de futuros de hidróxido de litio (que se utiliza para producir las baterías de los EV) se realiza en el SHFE y se denomina en yuanes, en occidente no existe mercado de futuros para este material.
Esta fragmentación tiene varias implicaciones. Dificulta que Estados Unidos utilice el petróleo como arma geopolítica, ya que las sanciones al dólar estadounidense tendrían un impacto menos significativo en los países que ya no dependen del dólar para sus transacciones petroleras y limita la capacidad de Estados Unidos para utilizar el dólar como herramienta de sanciones. A medida que más países y empresas realicen transacciones en otras monedas, las sanciones al dólar estadounidense tendrán un impacto menos significativo.
La desdolarización no es una conspiración orquestada contra Estados Unidos, sino un reflejo natural de la evolución del panorama económico mundial. La disminución de la relevancia económica estadounidense, el crecimiento del comercio entre economías emergentes y la búsqueda de menores costos en las transacciones internacionales son los motores que impulsan este proceso. El declive del dólar nos conduce a una era de mayor fragmentación financiera, con otras monedas propias y sistemas de pago alternos. En el futuro el dólar coexistirá con otras monedas de reserva del sur global, lo que traerá consigo un nuevo sistema monetario y financiero internacional y una nueva arquitectura.
* En OBELA. Más artículos del autor
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