Yemen. Los secretos del genocidio
Guadi Calvo*. LQSomos. Octubre 2017
Desde marzo de 2015, una coalición liderada por Arabia Saudita, junto a más de una treintena de países musulmanes, con mayor o menor intervención y el apoyo político y logístico de Estados Unidos, están masacrando al pueblo yemení. Esta incursión, en medio de una guerra civil iniciada en septiembre de 2014, provocó la renuncia del presidente Abdu Rabbu Mansour Hadi en enero del año siguiente, desde su exilió en Riad, y a instancias de los sauditas, por lo que Hadi pretendió retomar el poder, profundizó la crisis política y agudizó el enfrentamiento armado.
La incursión saudita en el conflicto yemení, ya se ha cobrado no menos de 20.000 vidas, un número incalculable de heridos, entre 12 y 14 millones de desplazados internos, además de un número que rondaría los 800.000 que han abandonado el país. Y ello además de sumergir a toda su población en una crisis alimenticia y sanitaria que la pone al borde de la hambruna, que podría provocar un número mayor de muertos. Solo la epidemia de cólera, que estalló en octubre de 2016, ya se cobró 2.500 vidas, mientras otras 500.000 personas están contagiadas. Toda la infraestructura: rutas, puertos, redes fluviales y fábricas eléctricas se ha colapsado. Cientos de hospitales, escuelas y miles de viviendas han sido demolidas por los ataques de la aviación sauditas, con la colaboración táctica y estratégica de pilotos israelíes.
Junto a Arabia Saudita, el país más involucrado en este genocidio, son los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que a diferencia del primero, sí han puesto tropas terrestres en territorio yemení. Aunque no para combatir estrictamente, ya que esa misión la cumplen los efectivos de al-Qaeda y Daesh.
La tarea de los efectivos de la UEA, junto a agentes norteamericanos es la de perseguir y detener a los duros combatientes houthis, una unidad de resistencia yemení compuesta especialmente por miembros de la comunidad chií, un 47 % del total de los 28 millones de yemeníes, junto a los sectores más pobres de la mayoría suni.
En 2016 Estados Unidos destinó un número pequeño de comandos del cuerpo de élite navy seals, que opera a lo largo de la costa sur. Para apoyar las operaciones de las tropas de los emiratos, con quien está llevando a cabo acciones contra la población civil, se intenta impedir el apoyo a los combatientes houthis.
En enero último se denunció el asesinato de 59 civiles, 10 niños y 9 mujeres en una operación ejecutada por los seals. Los sobrevivientes del ataque han denunciado que los comandos norteamericanos llegaron en plena noche en varios helicópteros, al poblado de Yakla, en una zona apenas poblada de la provincia de al-Bayda.
Según los militares norteamericanos, que ha desautorizado la versión de la masacre, tenían información de que allí se alojaba un importante grupo de AQPA (al-Qaeda para la Península Arábiga). Según esas fuentes los terroristas abrieron fuego al verse rodeados por lo que debieron repeler el ataque. En la “batalla”, que tiene la carga simbólica, de constituirse en el primer ataque en Yemen de la era Trump, intervinieron bombardeos aéreos, drones y helicópteros artillados, habiéndose extendido a lo largo de varias horas, al tiempo que solo fueron destruida tres casas del poblado, a pesar que los objetivos fueron una escuela, una mezquita y un centro sanitario.
Otra vez la guerra sucia
Graves denuncias de familiares, abogados y organizaciones vinculados a los derechos humanos están señalando que una guerra sucia se está librando por debajo la guerra formal, por parte de las tropas del EAU. Se han detectado por lo menos 14 centros de detención clandestinos en diferentes puntos del país donde habrían recluido por los menos a unos 3.000 yemeníes sin procesos judiciales. Ex detenidos han denunciado que cientos de hombres murieron tras ser torturados por miembros de al-Qaeda que operan en la red secreta de cárceles en el sur del país. Allí los prisioneros padecen todo tipo de torturas, hasta el punto de ser maniatados a un artefacto que gira sobre el fuego, como un espetón.
Abogados, activistas, familiares y ex detenidos describieron al menos seis centros de detención informales o secretos en Adén. Una persona que había recolectado más de 150 nombres de los detenidos por las fuerzas de seguridad verificó sus listas con las listas de los detenidos en la Cárcel Central y CID y encontró que unos 50 de ellos no estaban en ninguna de las instalaciones de detención. Diversas fuentes -entre ellas funcionarios gubernamentales- dijeron que los abogados, activistas, jueces, fiscales y organizaciones internacionales no tenían acceso a los centros de detención informal, ni a las cárceles secretas de Adén. En febrero, el viceministro del Interior Nasser negó que hubiera centros de detención informales o cárceles secretas en Adén.
Estas prisiones que han sido detectadas funcionan en Buraika, un barrio de del puerto de Adén, que casualmente se encuentra frente a la base de los Emiratos Árabes Unidos. Más denuncias señalan que en Adén también funciona otra prisión secreta en el distrito de Tawahi. Las denuncias señalan que estas cárceles funcionan dentro de bases militares, almacenes del puerto, aeropuertos, casas privadas y hasta en desactivados clubes nocturnos. En muchos casos se utilizan contenedores como calabozos donde son encerrados prisioneros que no solo sufren el encierro y el hacinamiento en la más completa oscuridad sino las altas temperaturas que se concentran en esas cajas de metal. La información consignada describe los abusos como de rutina, mientras que las torturas que se aplican en los interrogatorios son extremas.
Una de las prisiones secretas más importantes se encuentra en el aeropuerto de Riyan, en la ciudad Mukalla, al sur del país. Ex detenidos denunciaron que estuvieron en contenedores de transporte, manchados de sangre y heces humanas. Se ha sabido que militares norteamericanos han llegado a estar a pocos metros de estas cajas, sin importarles los gritos que de allí salían. La particularidad de esos encierros ha conseguido que el número de prisioneros muertos se dispare a raíz de múltiples infecciones contraídas durante el encierro.
Se ha conocido que también opera como centro de detención clandestino una nave a fondeada a poca distancia de la costa donde expertos en diferentes técnicas de interrogatorio, incluido el uso de polígrafos y sicología, realizan largas sesiones de interrogatorio con prisioneros ilegales. Se ha sabido de menores de 15 años que también han sido torturados, y mantenidos encerrados con adultos, donde sufren todo tipo de violaciones.
Un padre ha referido que después de una intensa búsqueda, cuando encontró a su hijo el niño había perdido la razón. Human Rights Watch documentó en cuatro oportunidades menores detenidos sin ninguna razón y luego desaparecidos en la prisión central de Adén y en el campamento militar de Tariq. Otro prisionero liberado ha referido haber visto en la prisión central entre siete u ocho menores que se encontraban en su mismo pabellón con los ojos cubiertos y signos evidentes de haber sido golpeados.
Funcionarios norteamericanos reconocieron que algunos de sus hombres habían participado en los interrogatorios, aunque solo se encargaron de las preguntas, sin torturar personalmente a nadie.
Una investigación atribuida a la Associated Press (AP) revela que la violencia que se ejerce contra supuestos extremistas y houthis deriva en agresiones sexuales, golpes y permanecer encerrados con los ojos vendados durante semanas. Al tiempo Abu Dabi y Washington han rechazado también estas acusaciones.
Funcionarios del Pentágono, preservando su identidad, dijeron que las fuerzas norteamericanas participan de manera frecuente en interrogatorios en distintas lugares de Yemen, indicando qué preguntas deben hacer los interrogadores locales y agregando que los altos mandos norteamericanos conocen de estas intervenciones. Mientras que fuentes oficiales norteamericanas han negado todas las acusaciones sobre detenciones ilegales y torturas.
Se ha conocido que algunos detenidos han sido trasladados a través del Mar Rojo ilegalmente a una base de los EAU en Eritrea. En 2016, el Grupo de Vigilancia de las Naciones Unidas sobre Somalia y Eritrea sacó un informe en el que se señalaba “la rápida construcción de lo que parece ser una base militar con estructuras permanentes” en Assab, una localidad costera de Eritrea a escasos kilómetros de Yemen, atravesando el Mar Rojo.
Esta nueva red de prisiones secretas remite a los numerosos centros de detención conocido como “agujeros negros” a lo largo del mundo (Polonia, Rumania, Egipto, Malasia entre otros) creados por la CIA después del 11 de setiembre, donde eran remitidos los sospechosos de terrorismo para su interrogatorio. En el año 2009, el presidente Barack Obama ordenó su desmantelamiento, aunque con esta nueva administración parecen haber retornado, como parte de un genocidio secreto
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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