“Yo no perdono, yo odio a la policía”

“Yo no perdono, yo odio a la policía”

Por Agencia Mp3*. LQSomos.

Argentina. Otra jornada antirrepresiva tuvo lugar el sábado 18 de febrero en La Placita de Lxs Pibxs, diagonal 80 y 115, La Plata, esta vez acompañando a Sandra Gómez en la conmemoración de los 10 años del asesinato de Omar Cigarán por parte del policía Diego Walter Flores.

Como en cada jornada, una ronda de testimonios con palabras que levantan un torbellino emocional que sostiene nuestros cuerpos, casi como una ceremonia que acuna y sacude el dolor. El respeto y el agradecimiento para visibilizar lo que pasa, lo que vivimos, lo que podríamos vivir.

Marta Ramallo nos dice que tuvo el honor de conocer a Omar, que era parte de un grupo de jóvenes en rebeldía pero no más que eso: “Tuvieron casi el mismo destino con Johanna. El destino de nuestras pibas no puede ser una red de trata ni una bala en la cabeza que luego despedazan a las familias… Por más que lo hayan gatillado a Omar, hoy sigue vivo”.

Florencia, compañera de Marcos Bazán, anuda dos lógicas de este sistema de muerte: “la policía, si no te mata un pibe, te arma una causa”. Y nos cuenta que un conocido le cuestionaba por qué venía a estos lugares de lucha anticarcelaria y contra el gatillo fácil, que acá “había malas energías”. Con firmeza y una sonrisa nos dice que acá hay hermandad, compañerismo, lucha. Por eso hoy está parada frente a nosotrxs y acompañando a Sandra.

Pasar y repasar lo vivido de las vidas, las muertes de tantxs pibxs y los encuentros y las luchas de tantas madres, de tantxs hermanxs, familiares y amigxs. Madres que nacen a la lucha desde las entrañas del dolor que impulsa a salir a pedir justicia “hoy por mi hijo, mañana por otro hijx”.

Dolor que hace nacer una forma –otra más– de maternidad colectiva. Formas y gritos transmitidos y heredados por las madres y las abuelas de la plaza. Cada testimonio nos ahoga y cierra, puño en alto, con el grito de la insistencia de la lucha, ahora y siempre. Se lo debemos a lxs pibxs, afirma una madre. ¿Cómo lograr esquivar un destino de balas que arrebatan vidas?, se pregunta otra madre. A veces parece que el destino elige hermandades, las del dolor y la lucha que dan aire y envión para seguir.

El Estado presente, gatillando. Una hermana denuncia: “Amenazan, atacan y se meten con nuestras familias armándoles causas”. “Yo, ingenua, creía en la justicia”, dice una madre. “Esta es mi trinchera y acá decido quedarme”, dice otro familiar.

Fiscales corporativos con la institución policial que ramifica y dispersa las causas. Saberes transmitidos por otras madres, zurcidos como a retazos y aprendidos a los golpes. Juicios que dejan sabor a poco, con resultados que solo invitan a la resignación. Juicios que vuelven a asesinar desde miradas hostigadoras, mentiras y vejaciones en los tribunales. Juicios que investigan a las víctimas: “La justicia no llega aunque llegues a juicio”. Juicios que, cuando llegan, duran días y días y funcionan como escenario para una sarta de mentiras con testimonios y pruebas armadas. Juicios que siempre decepcionan a familiares y deshonran a las víctimas. Alguien concluye: “Muchos juicios, pocas condenas”.

Aun así, la integridad de un dolor que no quiere venganza y que pide justicia cuando pareciera que tienen que luchar contra ella porque nunca está de su lado, ¿acaso la justicia tiene lados? Siempre cae parada en el mismo lugar, contra las víctimas.

“No me importa que me traten de loca”, se escucha una y otra vez. Otra mamá pide “entender y acompañar, sin que te pase” y cuenta que canalizó el dolor en el armado de un merendero en La Boca. “No se puede vivir con tanto dolor, con este dolor es muy difícil no pensar en suicidarse pero tenemos que seguir, tenemos que luchar, a nosotrxs nos iluminan nuestrxs hijxs», dice Alfredo Cuéllar. Horacio, padre de Diego Cagliero, se pregunta por qué no hay más padres. No juzga, solo es una intriga que lleva adentro. La misma pregunta se la hacen Sandra y Alfredo hace 10 años. ¿Será porque existe cierta reticencia en mostrar dolor, llanto y vulnerabilidad en los cuerpos masculinos?

El torbellino que provoca esta ceremonia sacude y sacude, hay quienes se quiebran, quienes susurran, quienes tiemblan, quienes piensan en voz alta y quienes hablan con las tripas y gritan “yo no perdono, yo odio a la policía”.

* Cobertura colectiva de: La Obrera Colectivo Fotográfico + Aislamiento Represivo + Radio Zona Libre + La Chispa Prensa + Periódico Gatx Negrx + Lisando Amado

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