La crisis de la izquierda

La crisis de la izquierda

Se habla de la crisis económica, pero la real no es lo que está sucediendo, lo cual no deja de ser normal en un mundo caótico llevado por la inercia y un capital voraz, sino que la auténtica crisis es la falta de respuesta, la incapacidad de enfrentarse al Poder económico y proponer otro modelo por el que luchar.

La izquierda está dentro del modelo de la crisis y por eso grita y se queja sin hacer nada efectivo. Esta situación obliga a ampliar el punto de mira para encontrar una solución, la cual pasa por una crítica al pensamiento político, cuando hoy no se hace reflexión alguna, sino que se es forofo de un partido u organización o líder, sin ver que son parte del estancamiento en el que estamos porque la izquierda está en crisis. La consecuencia es  no hacer nada

No voy a hacer una retahíla de lo que ha supuesto las subvenciones, de entrar en el marco de la negociación para llegar finalmente a donde estamos con el barro al cuello, ni siquiera el abandono a la ciudadanía en paro por las organizaciones de izquierdas, o la conversión de los militantes progresistas y algún alternativo en asalariados de la política. Voy a hacer, como alguien dijera, un análisis concreto de la realidad concreta.

La izquierda ha renunciado a luchar, cuando la lucha por unas ideas en favor de lo público, del pueblo, y luchar por socializar los bienes es lo que define a la izquierda. Por eso hoy no hay izquierda, sino que lo que así se denomina forma parte de la amalgama de la crisis, incluidos partidos pequeños que se integran al espectáculo de la decadencia social y política sirviendo de coro a la tragedia que vive la sociedad. Asistimos a una situación dantesca que sólo reconociéndola podremos superar.

Mientras que el gobierno y la derecha engañan al pueblo como si las personas fueran niños pequeños, a los que cuenta milongas una y otra vez y un cuento tras otro para que estemos siempre pendientes de lo que va a decir y con ansia por saber cómo termina una historia interminable: la salida de la crisis. La izquierda, mientras tanto, trata al pueblo como si fuera un perrito al que saca a pasear en las manifestaciones. Es lamentable esta situación en la que se ha convertido la izquierda: ser una fábrica de manifestaciones, que son necesarias cuando hay una lucha de por medio, pero cuando no ¿para qué sirven?, para desfogar, para hacer que se hace algo sin hacer nada. Un paripé.

No se puede seguir haciendo fuegos artificiales de concentraciones masivas para cada tema,porque forma parte de la estrategia de desgaste social. Ahora contra le ley mordaza…. pura espuma. Dentro de dos días igual que cuando el movimiento estudiantil terminaba cuando empezaban los exámenes. Es el momento de definir unos puntos claros y distintos al modelo actual para luchar por ellos hasta lograr un gobierno democrático, democracia integral, y aplicar el derecho a existir de manera universal e incondicional.

A esto se une el espejismo en las redes sociales con campañas, quejas, fotos fotoshop y mensajes de militantes que sentados frente a una pantalla se convierten en unos bocazas porque nunca han hecho nada ni lo van a hacer, pero engañan a otros que se engañan entre ellos y da lugar al radicalismo virtual inútil. Ya no hay manifiestos, hay post. Y quienes empiezan a tener una visión crítica caen en este simulacro de rebeldía. Y a la palabra revolución ponen “me gusta” como acto que culmina su actividad social y se “comparte”. O salimos de este engaño y esta ficción o poco queda por hacer.

Hoy la izquierda y el mundo alternativo organizados políticamente han dejado de tener ideas, sólo moldes que ya no sirven. Lo que se agrava más por cómo el nuevo militante desprecia y crítica a la antigua militancia, cuando muchos compañeros han dado su vida, su tiempo, su situación social por esa lucha y son anatemizados, cuando no tildados de trasnochados. Sin la historia de las organizaciones sus proyectos van a la deriva, son pompas enormes que desaparecen al instante y hay que hacer más pompas en la prensa y en las redes sociales… política de pompas de jabón, porque ya no saben hacer otra cosa.

Ante un situación así, que ya ha sucedido a lo largo de la Historia, la extrema derecha crece con símbolos y mensajes simplistas por el vacío de ideas en la izquierda y el beneplácito de quienes gobiernan que siempre necesitan perros guardianes que ladren. Al final en lugar de atacar al corazón del poder la izquierda se pierde en luchas contra idiotas de la esvástica, creados precisamente para esto. Y siempre entran al trapo.

Según el filósofo político, Mario Bunge, para que una revolución surja y prospere hacen falta dos condiciones, en el caso de que haya gente dispuesta a organizarse y estar decidida a realizar un cambio social:

1) La debilidad del Estado, algo que las cuestiones nacionalistas van a conseguir por más que se refuerce el nacionalismo de la unidad de la patria, porque sólo ser puesta en cuestión la unidad territorial debilita, lo mismo que sucede con el principio de autoridad.

2) La mejora de la situación económica, ya que no es cuando las cosas van mal cuando el pueblo reacciona, sino cuando mejora la economía, ya que el Poder se niega a repartir lo que se ha logrado con el sacrifico de toda la ciudadanía. Ya está sucediendo con el penúltimo eslabón de las privatizaciones, de manera que todo aquello que ha logrado el pueblo como los derechos políticos y sociales y la riqueza colectiva y bienes comunales se lo están llevando unos pocos.

¿Qué sucede que no pasa nada?, ¿se está gestando una revolución?…. hay un estado de ánimo naciente para reaccionar, pero los partidos políticos de izquierdas hacen teatro, declaraciones altisonantes, convocatorias de las que nada queda el día después. Una parodia que liberados y afines mantienen, porque es lo que les interesa personalmente, el vodevil como actores de la política y del sindicalismo cuya obsesión son sus cotas de poder en su correspondiente organización.

Los partidos de izquierdas dan vueltas sobre sus estrategias electoralesy los marginales también, convertidos en puntos de apoyo de una izquierda taciturna con una estrategia absurda de supervivencia ante la opinión pública, lo que les hace esconder las ideas que los han originado. Partidos pacifistas, que sus estatutos así lo recogen, han apoyado guerras como contra Serbia y contra Libia, con sus respectivas matanzas y atrocidades. Pero nadie dice nada. No pasa nada.

La crisis económica no es un problema de falta de dinero ni de recursos, sino de su distribución más o menos equitativa. Recientemente se quiso hacer un acto el día de la Constitución de 1978, por haberla cambiado los dos partidos mayoritarios gobernando el PSOE, de manera que  la riqueza de la nación se supedite al pago de la deuda a los bancos y empresas financieras, la cual han originado unos pocos  sobre la base de una política económica corrupta, de la que una sólo una minúscula parte está siendo juzgada en los tribunales de justicia. Una de las cosas que pidió la manifestación de colectivos y partidos de izquierda fue “trabajo”. ¿Qué lucha es ésta?, la que hace el juego al Poder cuyas actuaciones de recortes es sobre la falacia de crear empleo.

La izquierda está frenando la lucha social y política por la Renta Básica, la apoyan, pero no la apoyan, lo mismo que los partidos alternativos que empiezan con esta propuesta y, para admitir pactos y espacio en los medios de comunicación e intervención en universidades, que censuran el tema de la Renta Básica, apartan esta idea, dicen que la apoyan, pero la deforman y sobre todo introducen elementos contrarios a ella, como es el reparto del empleo, que es una consecuencia de la misma, pero no una propuesta que cambie la situación actual, pues agudizaría más la crisis y supone recortar aún más los derechos, pero lo pregonan. De esta manera anulan el punto de apoyo de la revolución posible y necesaria.

Todo lo que está sucediendo, desde los recortes de los derechos laborales y sociales, a la perdida de los derechos de la mujer y de la libertad de expresión es por una razón de base que, como el café sin cafeína, quita a la democracia la representación del pueblo: el método D’Hont, que hace que una fuerza política con el 23% de los votos se erija con una mayoría absoluta y el dinero que a eso corresponde, que es muchísimo. Más de un cincuenta por ciento de los votantes no está representado por no haber un sistema proporcional y esta exigencia debería ser el fundamento de la lucha política: acabar con este sistema electoral fraudulento amparado en una ley. Pero los partidos de izquierdas participan de él. Se estrangula el debate, las nuevas ideas, y ningún partido lo reclama como tema fundamental. No se podrá hacer nada sin luchar antes por la abolición del método D’Hont.

Sin estas dos premisas, una política: abolir el método D’Hont, y otra económica: establecer la Renta Básica, no hay capacidad de una acción revolucionaria, sino que se cae en la metafísica de las ideologías, que a su vez siguen basándose en el empleo, sólo que en modelos de sociedades de diseño.

Las organizaciones centran su labor en mantener sus anquilosados aparatos y crecer ellas, engañan para tener más apoyos. Las de izquierdas y alternativas hacen lo mismo con la esperanza de rebañar votos ante el desencanto. Aparecen organizaciones periféricas de la derecha que refuerzan al aparato del Estado, lo que da una apariencia de pluralidad y modernidad y lo rebañado por éstas queda en casa y sirven para exacerbar el nacionalismo de Estado

Pero nada ni nadie, ni siquiera la tecnificación de la conciencia, podrá impedir una revuelta que una vez asimile las nuevas ideas y vea claro qué es lo que amordaza al pueblo saldrá a luchar para apartar directamente del Poder a quienes lo detentan subrepticiamente. Será una rebelión que no se espera, con ideas de progreso y para defender los derechos de todas y de todos, no de un sector o un gremio, o en favor a un grupo de afectados. Será una lucha que se contagiará a medida que se organice en torno a los pilares de una sociedad más justa y democrática en el sentido de democracia integral como la que propone Bunge, y será imparable, y bárbara, es decir de fuera, desde fuera de las organizaciones establecidas que hoy están apalancadas en su mismidad. Surgirá, seguro, sin espectáculos carismáticos ni mediáticos en supermercados y devorará toda la injusticia que se ha vertido tantos años, y dispararán contra contra quienes luchen, pero no habrá balas que puedan detener el grito de la libertad, ¡Renta Básica y libertad!, y los pelotas y vocingleros de la izquierda querrán moderar esta lucha, y gritarán como los que más sin haber hecho nada convirtiéndose en serviles de la revolución, porque es lo único que han hecho ante el Poder, por eso es hora de poner a la izquierda al servicio de la revolución, para salir de la crisis. No queda otra: la lucha. 

* Ramiro Pinto

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