Portugal: 50 años de libertad aquí al lado

Portugal: 50 años de libertad aquí al lado

Por Arturo del Villar

El pueblo portugués estuvo sometido a una violenta dictadura personal fascista, paralela a la que sufrimos los españoles, con la diferencia de que nuestros vecinos tuvieron agallas para poner fin al régimen despótico, en tanto nosotros aceptamos su prolongación sin más que un cambio de nombre para disimular su realidad

50 años de la última revolución europea

En Portugal hubo una revolución en la que tomaron parte el Ejército y el pueblo unidos, que alteró las viejas estructuras dictatoriales para abrir paso a una verdadera República, mientras que en España se produjo una evolución de la dictadura personal fascista hacia la monarquía impuesta por la única voluntad del dictadorísimo genocida para perpetuar su régimen en la que él mismo denominó monarquía del 18 de julio, por el día de su traición. En Portugal la política dio un vuelco total, mientras en España se colocó una corona real.

Los portugueses habían permitido que el dictador fascista Antônio de Oliveira Salazar dominase al país, con el cargo titular de primer ministro, entre 1932 y 1968, y que muriese en la cama a causa de un accidente que le impidió continuar en el cargo. El país era nominalmente una República personal, sin elecciones ni libertades públicas, con una Constitución aprobada en 1933 a la medida del dictador que dio lugar al conocido como Estado Novo. Cualquier disidencia era castigada.

El pueblo portugués con su Ejército

Coincidió buena parte ese régimen intolerante con la dictadura fascista implantada en España tras la derrota de la República constitucional en 1939, cuando el exgeneral golpista iniciador de una guerra fratricida se convirtió por su omnímoda voluntad en dictadorísimo dueño de vidas y haciendas de sus sometidos vasallos. Ambos dictadores se entendieron muy bien y formaron un llamado Pacto Ibérico en febrero de 1942 vigente hasta 1978, una vez muertos los dos. Pero la historia de las dos dictaduras resulta muy distinta, lo mismo que su continuación hasta el momento presente.

Historia de Portugal

España y Portugal se hallan unidas geográficamente, por lo que es natural que la frontera creada de manera artificial no exista de hecho para las poblaciones vecinas. Históricamente Portugal perteneció al reino de Galicia desde el año 1071, hasta alcanzar su independencia en el 1143, sin que los repetidos intentos de conquista por parte de los castellanos tuvieran éxito. Una de las victorias más rotundas lograda por los portugueses sobre los castellanos fue la histórica de Aljubarrota, librada en 1385, una fecha reverenciada por los portugueses deseosos por gozar de su independencia libres de la tutela española. Vecinos, pero distantes políticamente.

Hasta que en 1580, vacante el trono portugués, lo ocupó Felipe II de España, nunca aceptado por los portugueses, que se consideraron una colonia española, y desde entonces sienten una permanente desconfianza de sus vecinos imperialistas. Los monarcas de la Casa de Austria no podían concitar seguidores en ningun lado, porque eran ineptos y corruptos. El nombre de Felipe está gafado en la historia de España, y fueron ellos precisamente los que dominaron sobre la colonia portuguesa.

La Casa de Austria reinó en España a consecuencia de la boda de su representante, Felipe I, apodado El Hermoso, con la hija de los Reyes Católicos, Juana, apodada La Loca, de quien heredaron la demencia congénita sus descendientes, seres incapaces, fanáticos religiosos, criminales si llegaba el caso.

Felipe II ordenó encarcelar a su secretario Antonio Pérez, en quien había descansado su gobierno mientras le convino, cosa que no puede sorprender puesto que hizo lo mismo con su propio hijo Carlos; era un sádico que gozaba presidiendo los llamados autos de fe de la Inquisición. Su sucesor Felipe III abandonó el gobierno en su valido el duque de Lerma, tan corrupto que lo derribó su propio hijo, el duque de Uceda, no mejor que el padre. Su hijo Felipe IV se dedicó a gozar de su cargo tras encargar de la gobernación al conde duque de Olivares, sinistro personaje que se rodeó de malhechores y provocó la revuelta de Catalunya el día del Corpus de 1640, fecha histórica celebrada por todos los catalanes, y la sublevación de Lisboa el 1 de diciembre del mismo año, ambas fracasadas por la fuerza de las armas.

Portugal independiente

El último monarca de la Casa de Austria fue Carlos II, conocido por El Hechizado por ser una piltrafa humana dirigida por una sucesión de validos intrigantes y frailes crédulos, tanto que mandaron hervir en agua bendita las ropas del rey para librarle de los supuestos hechizos, además de someterlo a diversos exorcismos. Durante su reinado alcanzó al fin Portugal la independencia en 1668, y se liberó esa caterva de seres monstruosos integrantes de la historia de España. Es comprensible que los portugueses rechazasen cualquier acuerdo con los españoles vasallos de esa galería de seres anormales, maléficos y crueles. Como lo es que continúen desconfiando de las intenciones mantenidas por los españoles respecto a su independencia.

Todavía durante el aciago reinado de Carlos IV y su favorito Manuel Godoy se intentó volver a conquistar a la nación portuguesa, con éxitos tan ridículos en batallas estúpidas que abochorna leerlos, utilizados para el encumbramiento del favorito. Los portugueses son portugueses, y no españoles, y no toleran ser colonia. También se hartaron de las desvergüenzas de sus propios reyes, por lo que el 5 de octubre de 1910 proclamaron la República Portuguesa.

Siguió siéndolo nominalmente, pero desde 1932 bajo la dictadura fascista de Oliveira Salazar. Dada su ideología, fue el gran enemigo de la República Española proclamada el año anterior. Por eso colaboró abiertamente con los militares monárquicos sublevados en 1936, enviando a combatir contra el Ejército leal unos soldados llamados viriatos, cómplices activos de los nazis alemanes y las fascistas italianos, que también intervenían en la guerra librada en España, aunque su presencia resultó solamente testimonial, además de permitir que su territorio sirviese de punta de lanza contra el español, y eso sí tuvo mayor trascendencia.

Retirado Oliveira por enfermedad en 1968, le sucedió Marcelo Caetano, sin que fuera posible ya parar las protestas populares, en exigencia de una libertad que desconocían. Las fuerzas armadas comprendieron que su papel consistía en colaborar con el pueblo, y así fueron decisivas a la hora de cambiar la caduca historia del país: aquel memorable 25 de abril de 1974 el ejército portugués recordó que pertenecía al pueblo y se levantó contra la dictadura, dando lugar a la conocida como Revolución de los Claveles.

Aquella noche que ya forma parte de la historia Râdio Renascença emitió la canción “Grândola, Vila Morena”, señal para que comenzase la rebelión contra la dictadura, y el pueblo portugués recuperase la libertad. No es una canción de lucha revolucionaria, sino todo lo contrario, aunque se convirtió en un himno a la libertad debido a las circunstancias de aquel momento. Compuesta en 1964 por José Alonso, letra y música, exalta la fraternidad humana y la potestad del pueblo para dirigirse democráticamente sin imposiciones ajenas. La dictadura la clasificó simplemente como comunista y la prohibió:

Grândola, vila morena,
Terra da fraternidade,
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade.
Em cada esquina un amigo,
Em cada rosto igualdade,
Grândola, vila morena,
Terra da fraternidade.

El Movimiento de las Fuerzas Armadas la tomó como señal que marcase el inicio de la revolución. El organizador principal de la revuelta, el mayor Saraiva de Carvalho, se puso de acuerdo con el locutor de Râdio Renascença para emitir la canción a las 0,20 horas, y así comenzó la Revolución de los Claveles, sin duda la más pacífica de todas las habidas. Recibió ese título porque al día siguiente en la boca de los cañones de los tanques y de los fusiles brillaba esplendoroso un clavel rojo.

La canción se escuchó en todo el mundo libre, y ha sido versionada por numerosos cantantes. En la España sometida a la dictadura ya en sus últimos meses, pero todavía matando, los esclavizados vasallos la cantábamos en voz baja, preguntándonos qué podíamos hacer para imitar el ejemplo de nuestros vecinos y proclamar nosotros también la República Española. Y no hicimos nada, porque nuestras fuerzas armadas no estaban al servicio del pueblo, como las portuguesas, sino de la dictadura.

Los pueblos que desean realmente ser independientes lo consiguen. Los portugueses rechazaban ser una colonia de España y se libraron de su tutela; repudiaban la monarquía y proclamaron la República; despreciaban la dictadura y acabaron con ella; objetaban el colonialismo y le pusieron fin en sus posesiones ultramarinas. Hace cincuenta años que gozan de la libertad suprema.

Son nuestros vecinos geográficamente, pero nosotros habitamos en otra galaxia intelectual. No podemos decir que sean un ejemplo, puesto que no lo seguimos. Nos dan envidia, sencillamente Y seguimos.

50 años de la última revolución europea

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