Lituania en tiempos de guerra

Lituania en tiempos de guerra
Presidente lituano: Gitanas Nausėda

Por Michael Casper *

El domingo 26 de mayo, el presidente lituano, Gitanas Nausėda, fue reelegido para un segundo mandato de cinco años, al imponerse por una mayoría decisiva en una segunda vuelta a la actual primera ministra, Ingrida Šimonytė. Nausėda, centrista que se presentó en una candidatura independiente, y Šimonytė, que representa a la conservadora Unión Nacional Demócrata Cristiana, se habían enfrentado previamente en la contienda presidencial de 2019, con resultados similares

El escrutinio refleja una inercia profundamente arraigada entre la clase política del país, que ha adoptado una línea de máxima dureza contra Rusia mientras desatendía una amplia gama de problemas sociales y económicos en el frente interno. ¿Cuánto tiempo puede persistir este enfoque? ¿A qué oposición podría enfrentarse?

La militarización en curso de Lituania continuará en los próximos años, encabezada por el ministro de Defensa Laurynas Kasčiūnas, nombrado por Šimonytė y Nausėda en marzo. Antiguo jefe de una organización juvenil neonazi, Kasčiūnas ha acelerado el ruido de sables del gobierno contra Rusia, impulsando la creación de una fuerza armada civil, el reclutamiento militar universal y la retirada de los tratados que prohíben las municiones de racimo. También ha permitido que un batallón del ejército estadounidense permanezca en Lituania indefinidamente y ha visitado Washington para presentar a la industria de defensa su «vasto plan de adquisiciones», que incluye lanzacohetes, misiles aire-aire, cuatro helicópteros Blackhawk, 500 vehículos tácticos y sistemas aéreos no tripulados.

La administración de Nausėda también está iniciando una nueva era de cooperación militar con la Alemania posterior a la Zeitenwende. Hace apenas unas semanas, se estacionó en suelo lituano el primer tramo de un total previsto de 4.800 soldados alemanes y 200 trabajadores civiles, con el objetivo de estar «listos para el combate» en 2027. Aumentarán los 1.100 soldados alemanes ya destinados allí en el marco de la misión de la OTAN Presencia Avanzada Reforzada y de la operación alemana Búho Vigilante, que entrena a las fuerzas lituanas en guerra electromagnética. El mes pasado se desplegaron 12.000 soldados de la OTAN en operaciones con fuego real como parte de la Operación Steadfast Defender, que la OTAN describe como su «mayor ejercicio militar desde la Guerra Fría». Lituania también ha anunciado que adquirirá tanques alemanes Leopard y que gastará 200 millones de euros anuales en una nueva división del ejército, al tiempo que abrirá una fábrica de Rheinmetall para producir proyectiles de artillería estándar de la OTAN. El presupuesto nacional de defensa ha crecido más de un 16% cada año desde 2020, y una ley aprobada en abril pretende ampliar la industria armamentística nacional. El Ministerio de Finanzas ha propuesto subir los impuestos y ampliar una tasa bancaria para aumentar el gasto militar.

El belicismo de Lituania ha sido demasiado para algunos de sus aliados occidentales. En 2022, la UE le obligó a levantar las sanciones impuestas al tránsito ferroviario ruso por su territorio. En la cumbre de la OTAN de 2023 en Vilna, el país anfitrión fue el único que pidió la adhesión inmediata de Ucrania a la organización. Y este año, cuando el ministro lituano de Asuntos Exteriores, Gabrielius Landsbergis, exigió una «respuesta firme» tras las informaciones de que Rusia planeaba redibujar las fronteras en el mar Báltico, fue reprendido por el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, quien señaló que «en Finlandia, siempre investigamos primero los hechos en detalle y luego sacamos conclusiones». Landsbergis, que preside la Unión Nacional-Demócrata Cristiana -actualmente la mayor agrupación parlamentaria del país-, es uno de los más rabiosos guerreros de la Nueva Guerra Fría de Lituania. Ha denunciado a Hungría por bloquear la ayuda militar a Ucrania y ha arremetido contra la política estadounidense de no permitir el lanzamiento de misiles de largo alcance sobre territorio ruso. Bajo su mandato, Taiwán abrió su primera embajada oficial en la UE, creando un escándalo diplomático y tensando las relaciones entre Pekín y el bloque comercial.

Mientras Lituania se prepara para la guerra, el frente interno se presenta sombrío. Tras tres trimestres de descenso del PIB, el país entró en recesión técnica en otoño. El crecimiento es de los más bajos de la UE, mientras que la inflación es de las más altas, con más del 24% en septiembre, aunque se ha ralentizado este año. La inflación de los precios de los alimentos, agravada en parte por la sequía, superó el 30% durante ocho meses consecutivos entre 2022 y 2023. La disminución secular de la población del país se invirtió recientemente, pero los jóvenes con estudios siguen emigrando en gran número en busca de salarios más altos. Un sector tecnológico otrora prometedor empieza ahora a contraerse. Lituania también ha sido uno de los focos de la crisis migratoria europea, después de que las sanciones de la UE contra Bielorrusia en 2021 llevaran a Aleksandr Lukashenko a enviar emigrantes a la boscosa frontera de su país con Lituania, que respondió construyendo 500 kilómetros de nueva valla fronteriza y emprendiendo «retrocesos» ilegales. La población tiene sentimientos encontrados hacia los inmigrantes. En algunas ciudades fronterizas, los lugareños han colgado carteles exigiendo su expulsión; sin embargo, el país también ha abierto sus puertas a más de 65.000 refugiados ucranianos desde el comienzo de la guerra, lo que ha provocado acusaciones de favoritismo.

Las presiones económicas, junto con la normativa de la UE, han activado entretanto a los agricultores lituanos, que, como sus homólogos de toda Europa, han organizado una serie de protestas masivas. El año pasado, contra los bajos precios de la leche, vertieron estiércol cerca del Parlamento. En enero organizaron una manifestación de dos días en Vilna, atascando las calles con tractores y exigiendo cambios en las normas de gestión de la tierra de la UE, así como el exorbitante impuesto especial del gobierno sobre el gas licuado de petróleo (que posteriormente fue eliminado). Los disturbios no se han limitado al sector agrícola. El sindicato que representa a la mayoría de los profesores de Lituania inició dos huelgas a principios de este curso escolar, mientras que los trabajadores del transporte público protagonizaron un paro laboral durante la mayor parte de diciembre de 2022.

En general, el gobierno no ha respondido al descontento popular. Pero dos acontecimientos recientes han alterado un panorama político por lo demás previsible. En 2021 se creó una organización conocida como Movimiento Familiar, tras una serie de concurridas marchas contra el rígido sistema lituano de pasaportes vacunados. Se opone a la legislación pro-LGBT, incluido el matrimonio homosexual y las uniones civiles, y a otras supuestas amenazas a la familia nuclear. También está en desacuerdo con la opinión de las élites sobre Ucrania. En febrero, formó un partido político uniendo fuerzas con la Unión Cristiana, que se separó de la Unión Patria-Demócratas Cristianos en 2020. Ignas Vėgėlė, antiguo presidente del Colegio de Abogados lituano y estrechamente vinculado al Movimiento Familiar, llevó a cabo una vigorosa campaña presidencial independiente sobre una plataforma de euroescepticismo suave, mayor inversión en educación y sanidad y desescalada militar (aunque dejó claro que seguía apoyando las sanciones a Rusia). Hasta el 21 de abril ocupaba el segundo puesto en las encuestas, aunque no llegó a la segunda vuelta.

La otra novedad es el ascenso de la Alianza Nacional, otro partido de derechas fundado en 2020 que se opone a la emigración y a la integración europea. Está dirigido por Vytautas Sinica, de 34 años, antiguo líder del movimiento juvenil conservador cristiano Pro Patria y doctor en Teoría Política. Describe el grupo como un «partido intelectual» que aspira a promover el «conservadurismo nacional», mezclando una política cultural reaccionaria con un atlantismo de línea dura. Su lema, «¡Levanta la cabeza, lituano!», está tomado del título de un panfleto antisemita publicado en 1933 por Jonas Noreika, un general lituano famoso por firmar la muerte de miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En entrevistas, se sabe que Sinica aparece junto a un ejemplar de las memorias de Kazys Škirpa, fundador del Frente Activista Lituano, colaboracionista con los nazis. Tras ganar tres escaños municipales en Vilna el año pasado, el partido se prepara ahora para las elecciones parlamentarias y europeas, que pondrán a prueba su popularidad fuera de la capital.

Aunque la izquierda lituana ha crecido en los últimos años, sigue siendo una presencia marginal en la escena nacional. En 2022, se formó un nuevo movimiento llamado Alianza de la Izquierda a partir de un thinktank de Vilna. El mes pasado lanzó un partido político llamado Juntos, cuyo manifiesto reclama inversiones a gran escala en servicios públicos y programas contra la pobreza. En cuestiones de guerra y militarización, sin embargo, no hay mucha diferencia con la Alianza Nacional. La Alianza de la Izquierda ha rechazado los llamamientos a un alto el fuego en Ucrania, argumentando que «la consolidación de la paz sólo es posible cuando se detiene y castiga plenamente al agresor autocrático que invade el país soberano». Asimismo, Juntos apoya «la preparación integral del ejército para la defensa nacional» y «la preparación de la defensa civil». A falta de una voz antibelicista seria en la izquierda, elementos del Movimiento Familiar han llenado el vacío, formando un grupo llamado Coalición por la Paz, que se presenta a las próximas elecciones europeas. Dirigida por un antiguo general, e integrada por miembros de los democristianos y de un partido regional que representa a los lituanos occidentales, su plataforma se centra en la oposición al envío de soldados a luchar en Ucrania y a la apertura de un frente en Lituania. Uno de sus líderes ha instado al país a «empezar a hablar el lenguaje de la diplomacia».

En todo el espectro, los políticos lituanos no han puesto remedio al retraso económico del país, al malestar popular y a la crisis migratoria. Los socialdemócratas y el Partido Laborista y Campesino promueven el paquete estándar de políticas neoliberales de centro-derecha dentro y fuera del país. Lo mismo ocurre con el Partido de la Libertad, fundado en 2019, aunque ha intentado atraer a votantes más jóvenes con su plataforma pro-LGBT y su llamativa marca rosa. La Unión de Agricultores y Verdes, que representa a la industria agrícola, tiene una plataforma económica más progresista, dada su dependencia de los subsidios gubernamentales, pero es más conservadora en cuestiones sociales. El desencanto con estas opciones electorales es generalizado. Una encuesta realizada el año pasado reveló que sólo el 20% de los encuestados tenía una opinión positiva del Parlamento, mientras que el 30% tenía una opinión positiva del Gobierno. Se espera que la participación en las próximas elecciones al Parlamento Europeo sea extremadamente baja, lo que puede beneficiar a los partidos más nuevos.

Sigue sin estar claro si podrá surgir una izquierda popular que aproveche el descontento que hasta ahora ha captado el Movimiento Familiar. Protestarán las generaciones más jóvenes contra la introducción del servicio militar obligatorio y el aumento de la belicosidad en las fronteras de Lituania? Nuevas revistas como Lūžis (Fractura) y Šauksmas (Grito) expresan una perspectiva de izquierda más opositora que germina en las universidades: teóricamente sofisticada, firmemente anticapitalista y crítica con el atlantismo. El sindicato Gegužės 1-osios Profesinė Sąjunga (G1PS) también ha estado organizando a trabajadores gig, trabajadores artísticos y limpiadores domésticos desde que se fundó en 2018. Pero el alcance de estas instituciones es limitado. G1PS se conoce como «gipsas» en lituano, que es la misma palabra para «yeso». Algunos han bromeado diciendo que la izquierda del país no consiste más que en una fractura, un grito y una escayola.

Nausėda insiste en que mejorará las prestaciones estatales, como las pensiones, para reducir la desigualdad y aliviar la carga de la inflación. Pero mientras su prioridad sea la «defensa nacional», el progreso social es improbable. Ya se teme que el alojamiento de las tropas alemanas y sus familias provoque un repunte de los alquileres, en un mercado en el que los precios de la vivienda se duplicaron con creces entre 2010 y 2023. Y mientras el Gobierno da la bienvenida a una presencia militar alemana «permanente» en su suelo, sigue erosionando el sentimiento de soberanía que muchos lituanos ansían, y cuya única articulación ha venido hasta ahora de la derecha populista. A menos que la izquierda también empiece a desafiar la agenda de militarización, hay pocas esperanzas de cambiar el equilibrio de poder del país.

* Nota original: Wartime Lithuania
– Edición en castellano tomada del blog personal de Rafael Poch de Feliu

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