Reseña: La Primera Internacional y la alianza en España

Reseña: La Primera Internacional y la alianza en España

Por Ángel E. Lejarriaga*

Si bien el protagonismo de este magnífico libro hay que adjudicárselo a Wolfgang Eckhardt, lo cierto es que hay que mencionar especialmente a dos participantes imprescindibles que han realizado una gran aportación al mismo: Felipe Orobón Martínez (traductor) y Juan Pablo Calero (realizador del epílogo)

Wolfgang Eckhardt es un colaborador asiduo en el espacio anarquista Biblioteca de los Libres en Berlín e investigador de la historia del anarquismo desde el año 1990. Ha realizado numerosas publicaciones, entre las más importantes: “The First Socialista Schism. Bakunin vs. Marx in the International Working Men’s Association” (2016) y una edición en varios tomos de las obras de Bakunin en alemán.

Felipe Orobón Martínez es traductor, “teatrero”, según él mismo se define, y miembro de la FAU. Llegó a Berlín en 1988 y allí ha realizado gran parte de su trabajo.

En cuanto a Pablo Calero, es profesor de enseñanza media y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha escrito libros como: “El gobierno de la anarquía”, “Élite y clase. Un siglo de Guadalajara (1833-1930)”, “Isabel Muñoz Caravaca mujer de un siglo que no ha llegado aún”, “Anarquistas y marxistas en la Primera Internacional”, “Cien imágenes para un centenario: CNT (1910-2010)”.

Primer congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864)

Hablar de la primera Internacional es rememorar la ilusión que recorrió el mundo entre las clases oprimidas. Esto fue así porque los planteamientos de la misma expresaban que la revolución social era la única alternativa que tenía la clase trabajadora y, además, ésta era posible. Esos tiempos pasaron y como dice Juan Pablo Calero en el epílogo del libro: “[Es un hecho] La evidente reducción del eco de su mensaje entre aquellos que han sufrido la marginación y pagan ahora las consecuencias que los modelos políticos y económicos […] han experimentado en estas tres últimas décadas”; y añade que ninguna de las catástrofes que han golpeado Europa en los últimos años han servido para que el anarquismo tenga un mayor protagonismo, al menos en nuestro continente.

“Algo estamos haciendo mal cuando al acierto de nuestras críticas no le acompaña la capacidad de ofrecer soluciones atractivas para una población que busca respuestas en nuevos escenarios.”

Parece que repetimos debates que ya se plantearon en el pasado. El “anarquismo nunca pretendió ser una verdad revelada, ni un método científico, ni una filosofía del absoluto […] es un ideario que se ha ido construyendo a lo largo de dos siglos […] ha vivido debates ideológicos y sufrido desgarros personales de los que han nacido postulados teóricos y posicionamientos prácticos que, en líneas generales, han sido aceptados por todos”, dice Calero. También apunta que hay paralelismos entre experiencias durante la Primera Internacional y la AIT en 2016. En ambos casos el problema es el tema del voto de los delegados de las secciones nacionales. Tanto en 1872 como en 2016 se daban las circunstancias de que organizaciones que no tenían apenas afiliación o actividad, poseían el mismo voto que organizaciones mayoritarias. En la página 196 del libro hay un texto de Tomás González Morago bastante significativo sobre el tema.

“La Región Española cree que el sistema actual de votación no es democrático: es injusto que el mandato de muchos miembros no valga más que el de unos pocos.”

Estos debates están reflejados en los documentos de este libro y pueden aclarar muchos interro­gan­tes. Calero, por ejemplo, destaca que entre los documentos recuperados se constata la importancia que tuvo Fanelli en el nacimiento de la FRE. El 24 de noviembre de 1868 Fanelli llegó a Madrid, prácticamente un mes después, el 21 de diciembre, constituyó un primer grupo de la Internacional. Rafael Farga Pellicer (1840-1890) fue uno de los interlocutores de Fanelli. El mensaje de Fanelli fue claro desde el principio: “La verdadera revolución debe acabar tanto con los republicanos como con los monárquicos”.

Han existido muchos debates sobre el porqué de esta influencia, sobre todo cuando Lafargue se instaló por nuestras tierras, difundiendo con ímpetu las ideas de Marx y no obtuvo los mismos resultados. Quizá los propios posicionamientos autoritarios de Marx y Engels pudieron influir en ello. Sobre el vanguardismo de los dirigentes del Consejo de la Internacional apuntó Bakunin:

“[las revoluciones] nunca fueron hechas ni por individuos, ni siquiera por sociedades secretas: surgen por sí mismas, por la fuerza de las cosas, por la dinámica de los acontecimientos y los hechos.”

Lafargue informaba puntualmente a Engels del “tufillo a Bakunin” que despedían los internacionales españoles. Es conocido que el Consejo General de la Internacional, en aquel entonces, es decir, Carlos Marx, menospreciaba a los países europeos meridionales, entre ellos España. Cuando Engels analizó varios periódicos internacionales españoles de inmediato comunicó a Marx: “ser percibe por todas partes la fraseología de Bakunin”. Es obvio que la paranoia de Marx iba a actuar en consecuencia. Tanto él como Engels tenían una idea del Consejo General bastante clara:

“La experiencia ha probado por doquier que el mejor medio de emancipar a los obreros de esta dominación de los viejos partidos, ha sido fundar en cada país un partido proletario con una política propia, una política que se distingue muy claramente de la de otros partidos, puesto que debe expresar las condiciones de la emancipación de la clase obrera.”

La posición de los internacionales españoles se encontraba en el polo opuesto, y los documentos que contiene este libro recopilados y anotados por Eckhardt así lo constatan.

No es el lugar para entrar a dilucidar sobre ello pero lo cierto es que en 1910 el “obrerismo anarquista” contaba con el “apoyo mayoritario de la clase trabajadora española”. Evidentemente, el nacimiento de la CNT supuso un revulsivo aún mayor para la extensión del anarquismo entre las masas proletarias.

Es un hecho que el anarquismo tuvo una implantación en España superior a la de cualquier país del mundo. Lo cual se podría calificar de “anomalía”, así lo define Calero. ¿A qué se debió?, se pregunta, y responde que “el trabajo de Eckhardt nos resulta imprescindible, porque aporta nuevos datos que refuerzan algunas ideas que ya teníamos […] Pocos niegan el carácter revolucionario del anarquismo […] hasta sus más encarnizados enemigos reconocen que el anarquismo es una crítica radical del sistema vigente y una enérgica voluntad de cambio de esa realidad. Pero, ¿cómo hacer la revolución?, ¿ha de ser necesariamente violenta?”, se sigue preguntando. A este interrogante responde Tomás González Morago en una carta dirigida al Comité de la Sección de la Democracia socialista de Ginebra el 18 de diciembre de 1869: “[…] de poco serviría que asesinasen ministros, si no conseguían dar a los trabajadores un criterio de justicia con el cual se destruyesen los vicios de organización social que aquellos representaban”, y continúa, citando a Reclus, “que una revolución vanguardista sólo puede tener como resultado una sociedad elitista, que es la antítesis de la comunidad libertaria”. También cita a Anselmo Lorenzo cuando éste dice que la Revolución social ha de ser obra de los trabajadores mismos “como enseñó la Internacional”.

El triunfo de la Internacional se debió a sus miembros, desde luego, a su tenacidad. Cuando la Internacional fue ilegalizada y perseguida no se escondieron sino que se mezclaron con los trabajadores, se fusionaron con ellos, compartieron sus intereses.

Dice Calero concluyente: “Si algo destaca entre los documentos que se presentan en este libro es la voluntad constante y permanente de organizar a todos los trabajadores como único medio de conseguir su más completa emancipación”.

Volviendo al tema del arraigo del anarquismo entre la clase trabajadora española, Fernando Tarrida de Marmol en una carta a los compañeros franceses dice: “vamos a todas partes donde hay obreros, cuando creemos que nuestra presencia puede ser útil a la causa de la anarquía”.

Francisco Tomás, de Palma de Mallorca expone así la coherencia política que debe imperar entre los internacionalistas:

“¿Saben los internacionales lo que deben hacer cuando van al municipio? El deber que tienen de destruir el municipio; por lo mismo, el internacional que acepta un puesto político deja de serlo. Cuando un internacional ocupa un puesto militar, deja de serlo si no procura destruir el militarismo puesto que los socialistas no queremos ejército permanente ni ninguna clase de milicias. Y cuando está ocupando un puesto en las cortes, ¿creéis que pueda ser internacional? Si nosotros declaramos la abolición completa de todos los Estados, ¿creéis que un internacional pueda convertirse en un instrumento autoritario? No, sino que debe abolir el Esto, y si no puede abolirlo, no puede ni debe ir a las Cortes. Si nosotros, que no aceptamos este actual orden de cosas y deseamos destruirle, ¿cómo es posible ocupar los puestos de la casa que queremos destruir?”

Los internacionalistas y por ende los anarquistas tenían claro que la única forma de llevar a cabo la Revolución social era contando con la mayoría de los trabajadores. Así, la Federación Regional Española y sus continuadores hasta 1939 estuvieron siempre atentos a las necesidades de la clase obrera y por ello crearon cooperativas de consumo, hicieron sindicatos de inquilinos, formaron sociedades de socorro mutuo para aliviar las “penurias que provocaba la enfermedad”, abrieron escuelas diurnas de primera enseñanza para niños y nocturnas para trabajadores. Todo esto lo hacían sin reclamarse anarquistas. No pretendían hacer proselitismo; sin embargo, los participantes en todos estos proyectos comprendieron enseguida en la práctica “que el anarquismo era su mejor herramienta para defenderse de un capitalismo que les explotaba y para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo”.

El exhaustivo esfuerzo que realiza Eckhardt no sólo confirma lo dicho hasta ahora sino que reafirma la idea de que la Internacional dio “esperanza” a la clase trabajadora, algo que hasta cierto punto todavía hoy no se ha perdido.

El libro se compone de 56 documentos relativos a la Primera Internacional en España (1869-1872) comentados por Wolfgang Eckhardt. Estos documentos fueron recuperados de archivos de Rusia. No sabemos cómo llegaron allí.

El conjunto de documentos están agrupados en cinco secciones, cada una posee su respectivo estudio preliminar. Algunos de ellos se encuentran en el idioma original con la correspondiente traducción, y rigurosamente comentados.

A través de su lectura se va a percibir con claridad el proceso interno que llevó a la Internacional a su ruptura, y lo que es más importante, a la división irreconciliable desde entonces en las estrategias y tácticas del movimiento obrero: concentración de poder o federalismo, dirigismo o autonomía, lucha parlamentaria o acción directa, en sí, autoritarismo o antiautoritarismo.

La parte primera del libro la compone la correspondencia entre Tomás González Morago y la sección de la Alliance de Ginebra (1869-1870): 5 cartas y 3 borradores.

La parte segunda contiene cuatro cartas de internacionales españoles al Consejo General de Londres (1871-1872): Carta de Gaspar Sentiñón a Federico Engels; carta de Francisco Mora, secretario del Consejo Federal de la Región Española; y dos cartas de Anselmo Lorenzo.

La parte tercera suma documentos enviados por la Nueva Federación Madrileña al Consejo General (1871-1872): Carta de Víctor Pagés, secretario del exterior; carta de José Fontana, secretario de la Seccao Internacional de Lisboa a los federados de Madrid; proyecto de organización social para el caso de una prohibición de la Internacional; circular de la sección internacional de Valencia; carta de Peregrín Montoro a Jesús Busquiel; carta de Charles Alerini a André Bastelica; circular de la sección internacional de Palma de Mallorca; circular de la sección internacional de Barcelona; carta de Rafael Farga Pellicer a los “queridos amigos”; carta de Nicolas Alonso Marselau a la sección internacional de Madrid; circular de la sección sevillana de la alianza; Estatutos de los Grupos Defensores de la Internacional; carta de la sección internacional de Sevilla y carta de la sección madrileña de la Alianza.

Parte cuarta (1872): La delegación española al congreso de La Haya. Extracto de la memoria remitida por el Consejo Federal de la Región Española al V Congreso Internacional; Mandato imperativo para los delegados de la FRE; Mandato de unos internacionales de Marsella; estadística de carácter económico desde el 1 de septiembre de 1871 hasta el 31 de mayo de 1872; Mandato del consejo Federal de la Región Española: dos mandatos con la misma fecha; uno dirigido por Francisco Tomás a Charles Alerini y otro a Rafael Farga Pellicer; otro más a Nicolás Alonso Marselau y a Tomás González Morago. Protesta del consejo General de la Región Española al V Congreso Internacional reunido en La Haya, 30 agosto 1872; resumen de dos cartas de delegados desde La Haya al Consejo Federal de la Región Española; propuesta al V Congreso de Morago, Alerini y Pellicer; proyecto de resolución (Morago, Alerini, Pellicer y Marselau); enmienda (Morago); proyecto de resolución (Pellicer, Alerini); resumen de dos cartas de delegados desde Zurich a “El Condenado”; carta de los delegados desde Saint-Imier al Consejo Federal de la Región Española; memoria a todos los internacionales españoles.

La quinta y última parte se compone de correspondencia mantenida entre internacionales españoles y belgas (1869-1872): Carta de Rafael Farga Pellicer a Eugene Hins, César De Paepe y Désiré Brismée, 23 de octubre de 1869; carta de Eugéne Hins, secretario general del Consejo Federal belga, al congreso fundacional de la Federación Regional Española reunido en Barcelona, mayo/junio de 1870; carta de Francisco Mora a César De Paepe, 3 de febrero de 1872; carta de Anselmo Lorenzo, secretario general del Consejo Federal de la Región Española, al Consejo Federal belga, 19 de junio de 1872; carta de José Llunas Pujals, secretario del exterior del Consejo Local de la federación barcelonesa, al Congreso Federal belga reunido en Bruselas, 10 de julio de 1872; carta de Pierre Desguin, secretario del Congreso Federal belga, a la federación barcelonesa, 1 de agosto de 1872; carta de Charles Alerini, Nicolás Alonso Marselau, Rafael Farga Pellicer y Tomás González Morago a “La Liberté”, 17-18 de septiembre de 1872; carta de Charles Alerini y Rafael Farga Pellicer a César De Paepe, secretario del exterior del Consejo Federal belga, 18 de noviembre 1872; carta de Francisco Tomás, secretario general del Consejo Federal de la Región Española, al Consejo Federal belga, 28 de noviembre de 1872; carta de Rafael Farga Pellicer a César De Paepe, 14 de diciembre de 1872; carta de Francisco Tomás, secretario general del Consejo Federal de la Región Española, al Congreso Federal belga reunido en Bruselas, 20 de diciembre de 1872; telegrama del Congreso Federal de la Región Española reunido en Córdoba (fdo. Francisco Tomás, Jaime Balasch) al Congreso Federal belga reunido en Bruselas, 25 de diciembre de 1872; y telegrama del Congreso Federal belga reunido en Bruselas (fdo. Eugéne Steens) al Congreso Federal de la Región Española reunido en Córdoba, 25-26 de diciembre de 1872.

Tras lo expuesto queda decir que este libro es imprescindible —no sólo por los documentos que contiene, sino también por la riqueza de las anotaciones de Eckhardt— para todas aquellas personas que deseen profundizar en las raíces del internacionalismo proletario, que ha determinado políticamente a muchas generaciones de luchadoras, y que ha fecha de hoy seguimos defendiendo a ultranza.

La “ficha

La Primera Internacional y la alianza en España. Colección de textos inéditos o raros.
Edición anotada de Wolfgang Eckhardt, traducida por Felipe Orbón, con epílogo de Juan Pablo Calero.
Editorial: Fundación Anselmo Lorenzo – FAL.
Idioma: Castellano. Número de páginas: 338.
Fecha de publicación: 2017. ISBN: 978-84-946807-3-1

* Fundación Anselmo Lorenzo (FAL)

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