50 años del concierto más multitudinario de la historia. La génesis del Summer Jam de 1973 comenzó como una lluvia de ideas de los promotores Shelly Finkel y Jim Koplik
Cuando la mayoría de periodistas e historiadores del rock nos referimos a grandes festivales, a citas inmortales y emblemáticas, casi siempre nos quedamos en los nombres de Woodstock, Monterey y la Isla de Wight como las más recordadas jornadas de leyenda. Sin que en modo alguno dejen de serlo, se tiende a pasar por alto un evento que en lo que se refiere a número de asistentes, fue mucho más grande que cualquiera de ellos celebrado años más tarde.
El 28 de julio de 1973, se acaban de cumplir 50 años, se celebró en el circuito de motor de Watkins Glen, Nueva York, el Summer Jam Festival, un concierto al que asistieron un total de 600.000 personas y en el que curiosamente solo tocaron tres grupos: The Allman Brothers Band, Grateful Dead y The Band. Esa cantidad fue suficiente para que el Summer Jam Festival obtuviera el galardón de “mayor audiencia para un festival de rock” por el Libro Guinness de los Récords. Si bien las estimaciones de asistencia al festival a menudo varían, centenar arriba centenar abajo, la cifra eclipsó a los 400.000 que se adjudicaron a Woodstock’69, el festival de mayor poder de convocatoria celebrado hasta aquel año.
¿Cómo fue posible que en 1973, ya entrados en la década de los 70 y teóricamente superada y olvidada la epopeya de los gigantescos festivales al aire libre de la época de la contracultura de los 60, un concierto con tan solo tres grupos lograse un éxito de audiencia tan desproporcionadamente masivo?
Sin duda, porque en primer lugar el Summer Jam Festival no se concibió como los festivales de los 60, que adquirieron el carácter de eventos que iban mucho más allá del disfrute de los conciertos. En los años posteriores a 1969, más aún después de la tragedia de Altamont y del desastre económico que supuso Wight’70, los festivales de rock dejaron de ser el centro de reunión de los jóvenes que querían hacer el amor y no la guerra o que esperaban la llegada de la era de Acuario envueltos en el humo de la marihuana o en un viaje de ácido.
En 1972, la industria de la música, impulsada por la popularidad y el inmenso crecimiento del rock, por primera vez en la historia había superado a la del cine en generación de ingresos. Por tanto, los festivales de rock pasaron a ser fundamentalmente grandes puestas en escena al servicio de los grandes nombres del rock para promocionar sus discos y dejar en la caja, tanto de promotores como de artistas ingentes cantidades de dólares. Aunque el Summer Jam no nació en un primer momento con la idea de convertirse en un negocio de tales dimensiones, lo cierto que se aprovechó de esa dinámica.
La génesis del Summer Jam de 1973 comenzó como una lluvia de ideas de los promotores Shelly Finkel y Jim Koplik, quienes habían organizado en el verano de 1972 en el Estadio Roosevelt de Hartford, Connecticut, un concierto de Grateful Dead en el que de manera improvisada se unieron Dickey Betts y Berry Oakley de la Allman Brothers Band. En el backstage todos hablaron de lo interesante que podría resultar organizar un concierto con las dos bandas el año siguiente, y tras concretar la invitación a The Band por sugerencia de ambos grupos, tomó cuerpo la celebración en Watkins Glen de este concierto, al que bautizaron como The Summer Jam Festival.
Aproximadamente 150.000 entradas se vendieron al precio de 10 dólares anticipadamente, lo cual ya daba idea de las proporciones que podría alcanzar el evento, pero para sorpresa de todos, la noche anterior al concierto ese número de intrépidos viajeros ya se había presentado en el recinto del festival. Para la hora de apertura de puertas el número superaría los 600.000 asistentes.
A pesar de la planificación de los promotores y las autoridades previas a la noche del concierto, las carreteras y autopistas se bloquearon a más de diez kilómetros de las inmediaciones del lugar, las tiendas en Watkins Glen y las áreas circundantes fueron limpiadas de comestibles y cerveza, las rutas 14 y 17 se bloquearon, e incluso las entradas secretas de las carreteras secundarias estaban congestionadas con centenares y centenares de coches abandonados, puntajes olvidados y viajeros mochileros que se dirigían al lugar del festival.
El día 27 de julio, las tres bandas llegaron, evaluaron la situación y se quedaron boquiabiertos ante la cantidad de personas que ya estaban en el lugar del festival. La leyenda cuenta que cuando Robbie Robertson, guitarrista de The Band, preguntó acerca de la posibilidad de poder hacer una prueba de sonido en preparación para el amplio lugar al aire libre, las tres bandas decidieron hacer lo mismo esa noche y convertirlo en una mini presentación.
Lo que sucedió después es de lo que están hechas las leyendas. Las tres bandas tocaron inolvidables sets para los afortunados que llegaron temprano. The Band interpretó un par de sus conocidos clásicos, además de tocar algunos instrumentales únicos que se remontaban a sus días como The Hawks, cuando todavía tocaban en bares y clubes de Toronto. The Allman Brothers Band en esa “prueba de sonido” regalaron a los privilegiados asistentes versiones impagables de “Ramblin´Man” y “One Way Out” y en cuanto a la prueba de Grateful Dead, que acabó por ser un concierto en toda regla, hay quien afirma que fue mucho mejor que la actuación “oficial” de aquel día.
Sobre el concierto en sí, The Grateful Dead subió al escenario puntualmente al mediodía con una presentación de Bill Graham, quien exclamó: “¡Desde el condado de Marin hasta Watkins Glen… ¡The Grateful Dead!”. Con una emocionada “Bertha”, los Dead hicieron un show excelente que culminó con un formidable “Playing In The Band”, los Allman Brothers deslumbraron con sus versiones de “Whipping Post” y “Stateboro Blues” y en cuanto a The Band, su formidable show de Country-Rock estuvo en todo momento a la altura de lo que las otras dos bandas habían ofrecido.
Tal vez si en ese gigantesco macroconcierto hubieran estado los Rolling Stones, Led Zeppelin o The Who hoy sería más recordado y sería otra de esas citas de referencia en la historia del rock, pero no fue así… lo cual no le resta mérito alguno. Uno de los conciertos más multitudinarios de la historia, que a pesar de llevarse a cabo una lluvia torrencial que convirtió el recinto en una piscina de arenas movedizas, con atascos que tardaron días enteros en solucionarse y más de medio millón de personas en el evento, no registró ni una sola detención, incidente digno de mención, denuncia o heridos.
Nos obligan a molestarte con las "galletitas informáticas". Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información
Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.