2013: Vivir en la mentira
El poeta y revolucionario Percy Bysshe Shelley escribió, a principios del siglo XIX: “Por alrededor de tu cara se teje una red de mentiras”. Shelley firmó el panfleto “La necesidad del ateísmo”cuyo contenido, arriesgado y crítico, le supuso, entre otros problemas, su expulsión de la Universidad de Oxford.
Hoy, doscientos dos años después de la obra que cuestionaba la existencia de Dios y señalaba las mentiras que se urden para forzarnos a creer en él, alrededor de nuestras caras se tejen decenas de mentiras, cientos de ellas, para formar la gran mentira global. Según el diccionario, la palabra que es el denominador común de este presente que nos ha invadido, poco a poco, designa “la falta a la verdad con intención de engañar” y determina su distinción del error precisamente en la intención. Según la definición, el error se opone a la verdad mientras la mentira lo hace a la veracidad. Para complementar la descripción de su significado, en la definición se incluye el término hipocresía, la mentira en acción.
Sobre mentiras, y no errores, se encumbra la podredumbre de los políticos que se pasean por el mundo superior, techo de este submundo al que han ido relegando nuestra existencia. Unos y otros. Los de la gaviota, revoloteando ya sobre nuestras cabezas mientras muestran su verdadera naturaleza, la de las aves carroñeras. Los de la rosa, marchita también entre mentiras y omisiones, entre la ausencia de acción y la cobardía, que es el efecto secundario de los tratos y los canjes con los otros, los supuestos opuestos. Los unos, sobrevolando con sus alas podridas, el falso océano de la mayoría absoluta, robada bajo promesas a los incautos, crédulos e inconscientes que escribieron la inicial repetida en las papeletas con las que se ha disfrazado el aniquilamiento y recorte de nuestros más elementales derechos. Los otros, cacareadores de una oposición que nunca acaba de serlo.
Unos y otros se han especializado en la mentira, en su uso, no solo como ocultación de la verdad, sino como la manipulación más eficaz para construir una realidad a conveniencia de unos pocos, de los mismos, de unos y otros. Tienen en su repertorio de falsedades mentiras de diferentes tipos, pero de igual inmundicia: mentiras improvisadas, premeditadas, intermitentes y, por último, las mentiras que son las cuerdas con las que se sujetan, como garrapatas hambrientas, al poder, las mentiras que preparan las mentiras posteriores, las siguientes.
Mintieron, mienten, con mentiras premeditadas, pronunciadas en los labios con carmín siempre discreto -disfraz que cubre la boca de las alimañas- para explicar sin explicar, para medio-contestar con nebulosas pegajosas y tramposas, en las ocasiones en que han sido pillados (los mentirosos creen que jamás será descubierta las falsedades que traman). Salen momentáneamente de su guarida, paredes de las que cuelgan cuadros valiosos y luces brillantes, para balbucear basura con la que creen que nos tapan los oídos, los ojos y la conciencia. Improvisan interpretaciones nada brillantes, siempre tras el atril o un rectángulo cobarde de plasma. Mentiras por las que un finiquito pretende ser una simulación; un delito un “mero indicio” y la imputación, un hecho accidental sin importancia. Se ponen un traje impoluto, de colores neutros como su moralidad, amoral, y aparecen, entre la tramoya que han construido, solo unos instantes –esos estúpidos, nosotros, no merecen más– para repetir, con tono solemne y estudiado, un todo es una estrategia de los otros para dañar nuestra credibilidad, que no, que no va con ellos, que en su país imaginario caben inocentes operaciones, dispendios inimaginables, INJUSTIFICABLES solo para los habitantes del submundo que pisotean.
Mintieron, mienten, unos y otros, con mentiras que se juegan caprichosamente a los dados el hambre, el puesto de trabajo y la salud de los estúpidos a los que gobiernan con el guante pretendidamente blanco de su corrupción.
Mintieron, mienten, unos y otros, con mentiras que preparan nuevas mentiras, mentiras trama, como las que sustentaron la no-existencia de la burbuja inmobiliaria, hasta que sobre nosotros se cebó su efecto devastador; mentiras con las que pretenden hacernos creer que el nivel de paro no es tan grave como parece o juegos falsos de falsas cifras, como las que se esconden tras los manipulados números enunciados por el (des)gobierno sobre el PIB, los mismos que si las continuas descargas del electroshock anestesiante se detuvieran unos días, y nos permitieran recordar y despertar, nos haría creer que sufrimos una crisis que no es sino una alucinación, ya que son las mismas cifras sobre el PIB en…¡2007!. Escupen sus mentiras terapéuticas, las destinadas a preparar el escenario de sus tropelías y salir indemnes de los chanchullos que organizan, trasvases de influencias, promesas chantajeadoras. Mentiras como las que urdieron, y continúan urdiendo, para que creyésemos la necesidad imperiosa de ayuda a la banca-ellos mismos, sus familiares, amigos, conocidos, círculos concéntricos donde la porquería se haya protegida- que ha recibido el fruto de un robo a los habitantes del submundo, unos 275.000 MILLONES de euros cuyo destino es, una vez más, un territorio que linda con la mentira más grande. Mentiras premeditadas para perpetuar el orden artificial de la realidad que a ellos conviene, vendida a nosotros como un “orden social de bienestar”, para que no cuestionemos el papel cuestionable de fantasmas, diletantes, dilapidadores estructuras, inservibles instituciones, rémoras con corona, trono y condecoraciones: urdangarines; monarcas cazadores que se levantan de las muletas para viajar y acompañar a los empresarios con los que tiene favores pendientes; infantas confundidas que confunden a notarios y sesudos agentes tributarios; altos cargos de altas mentiras institucionales-que sospechosamente ya se crearon bajo la condición de un tanto por ciento para cada bando de la mafia política, para asegurarse de que unos no se volvieran superiores a los otros- que pintan el rostro de la mentira con una pátina de legalidad que colará en la legislación, pero no en la ética; mentiras cuyo objetivo es mantenernos en un estado de stand-by letal, ilusionarnos momentáneamente, permitiéndonos creer que es posible algo hasta que un nuevo golpe de su puño mentiroso se encaja en la boca de nuestro estomago casi vacío, nuestros pies casi sin casa, nuestra mente casi sin cultura.
Mintieron, mienten, y nada puede hacernos esperar que no lo continúen haciendo, con mentiras que ya han calado tanto en ellos, en los unos y los otros, que se han transformado en gestos vitales, como el que ha realizado uno ellos, grandioso mentiroso mientras estaba en la famiglia y ahora, repentinamente, abanderado de la verdad, siempre a medias por si acaso: pedir que le permitieran, para declarar, vestirse como solía hacer cuando no estaba entre rejas, con traje y corbata, con complementos de mentira con los que continuar viviendo su mentira, la de todos ellos, bien distinta a la insalvable mentira que nos imponen, esa realidad en la que apenas logramos sobrevivir.