Dos reyes
Arturo del Villar*. LQSomos. Julio 2017
El corazón de Jesucristo también quiere reinar en España
Los catolicorromanos son aficionados a trocear los cadáveres de las personas consideradas santas, para procurarse reliquias a las que solicitan después la realización de milagros. Por eso no extraña que hayan tenido la osadía de trocear también el cuerpo de Jesucristo, su líder celestial, y que concedan autonomía a su corazón. Le rinden culto como Sagrado Corazón de Jesús, y el rey Alfonso XIII tuvo la ocurrencia de entregarle el reino de España, pero sin abdicar él. Como acaba de conmemorarse su fiesta, es oportuno recordar los detalles de este esperpento.
Todo empezó con una monja histérica, Margarita María de Alacoque, declarada santa por la Iglesia catolicorromana, como es natural. Vivió entre 1647 y 1690, y profesó en el convento de Paray-le-Monial, en la Borgoña francesa, donde tuvo continuas alucinaciones. El 27 de diciembre de 1673, víspera de la festividad de los santos inocentes, dijo que se le había aparecido Jesucristo y le había cambiado su corazón por el de ella. Todos los catolicorromanos creen semejante estupidez. Contó además que la aparición le ordenó que el viernes siguiente a la celebración del llamado “Corpus Christi” se organizase una solemne fiesta a su corazón. Asimismo le prometió que quienes comulguen durante nueve primeros viernes de mes seguidos tienen asegurada la salvación eterna. Todavía hay quienes lo creen.
También hay casos de histeria entre cierto tipo de hombres, como el vallisoletano Bernardo de Hoyos. Siendo seminarista aseguró que el 14 de mayo de 1733 recibió la denominada por los jesuitas “revelación de la gran promesa”: se le apareció Jesucristo con su corazón desprendido del cuerpo y le manifestó: “Reinaré en España con más veneración que en cualquier otra parte.” A éste solamente le han beatificado, pero tiene abierta la postulación para hacerle santo. El lugar donde, según él, se produjo el portento fue consagrado como Santuario Nacional de la Gran Promesa.
Los jesuitas se adjudicaron A la exclusiva del culto al Sagrado Corazón de Jesús, apropiándose del lema “Reinaré en España”. Venden imágenes, cuadros y estampitas, organizan comuniones los primeros viernes de mes, así como novenas, y cuando yo era niño también procesiones callejeras, aunque esta costumbre ha quedado reducida a los pueblos más asilvestrados. En 1915 crearon en Bilbao la editorial Mensajero, todavía existente, para publicar la revista mensual El Mensajero del Corazón de Jesús y del Apostolado de la Oración; también imprime unos calendarios muy afamados y libros. Todo un negocio mercantil en torno a la sagrada víscera.
Indulgencias por dinero
Fue fácil convencer a aquel fantoche real llamado Alfonso de Borbón, para que ejecutara el deseo de la sanguinolenta víscera de reinar en España. Los jerarcas catolicorromanos le propusieron levantar un templo en su honor, que fuese como su palacio, desde el que pudiera sentirse como el rey espiritual de España. El efectivo seguiría siendo Alfonso XIII, por supuesto. Se aprobó edificar el templo en el llamado Cerro de los Ángeles, en la provincia de Madrid, considerado el centro geográfico de la península.
Ya sólo faltaba conseguir el dinero para costear al proyecto, lo que se logró por suscripción nacional muy fácilmente, ya que el papa Benedicto XV concedió indulgencias a quienes contribuyesen a la erección, como en tiempos de las grandes edificaciones romanas. Se superó el medio millón de pesetas, una cantidad muy considerable en 1916. El 30 de junio de ese año, festividad del Sagrado Corazón de Jesús, se colocó la primera piedra.
Se encargaron las obras al arquitecto Carlos Maura Nadal y al escultor Aniceto Marinas. Sobre una plataforma se alza un pedestal de forma piramidal, y sobre él se asienta la figura de Jesucristo de cuerpo entero. A sus pies figura el lema “Reinaré en España”, ese capricho extraño declarado al visionario según su confesión. Dos ángeles sostienen el escudo de Borbón, y una paloma lleva un ramo de olivo en el pico, todo de bronce. La figura central está rodeada por otras de santos variados. Las medidas del monumento son 28 metros de alto por 31,5 de ancho.
La ceremonia inaugural
Y llegó el día de la solemne inauguración del monumento, con la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, hecha por su majestad el rey católico Alfonso de Borbón. Tuvo lugar el 30 de mayo de 1919. Una enorme bandera borbónica estaba desplegada en el lugar, en donde flameaban estandartes de Ayuntamientos y Parroquias, todo adornado con profusión de claveles. A la derecha se colocó una tribuna para la llamada familia real, aunque sea la más irreal del reino, emperifollada con tapices de la Casa Real, traídos para la ocasión.
Enfrente estaban situados los sillones para el Gobierno, presidido entonces por Antonio Maura, el criminal al que toda Europa había criticado diez años antes por la espantosa represión de la conocida como Semana Roja de Barcelona. En lugares destacados se situaron las autoridades civiles y militares. A ambos lados de la carretera había sillas para el pueblo. El Regimiento Inmemorial del Rey rindió los honores de ordenanza.
De Madrid salió un tren especial hasta Getafe, cargado de crédulos creyentes. También se veían aparcados varios automóviles, aunque entonces la motorización era escasa en España, limitada al rey y los llamados nobles, que al parecer acudieron todos, a juzgar por las crónicas periodísticas, en las que destacan duques, marqueses y condes. También se juntaron numerosos jerarcas eclesiásticos. En una palabra, allí se reunió la alta sociedad del reino junto con el pueblo llano. Sin embargo, al parecer no asistió ningún ángel, pese a estar en su cerro, porque las crónicas periodísticas no los mencionan.
El rey vestía uniforme de capitán general, luciendo el Toisón de Oro y la gran cruz de la Orden de Carlos III. Su mujer vestía un traje gris con abrigo de seda negra y sombrero negro. Con ellos estaban la reina madre María Cristina de Habsburgo, y el resto de la familia irreal.
Francesco Ragonesi, nuncio del papa Benedicto XV, bendijo el monumento, y a continuación celebró misa el obispo de Madrid-Alcalá, Prudencio Melo Alcalde. A su término se dio lectura a un telegrama remitido por el secretario de Estado del Vaticano al obispo de Madrid-Alcalá, que decía:
Roma, 28. El Santo Padre ha sabido con particular satisfacción la inauguración del monumento nacional dedicado al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles de esa diócesis. Concede de muy buen grado a V. E. la facultad de dar la bendición papal con indulgencia plenaria, en las condiciones ordinarias, a todos los que asistan a la ceremonia religiosa. Cardenal Gasparri.
Así lo hizo el obispo. Las “condiciones ordinarias” para recibir la presunta indulgencia plenaria que se arrogan los papas para perdonar absolutamente todos los pecados de un crédulo consisten en pagar un estipendio.
La consagración
Una vez todos los asistentes santificados gracias a la posesión de la indulgencia, el rey se trasladó al altar y leyó la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, de la que copio los párrafos más sustanciosos:
Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del mundo, Rey de reyes y Señor de los que dominan: España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la religión y su adhesión a la monarquía. […]
Desde estas alturas que para Vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo. […]
Como si hablara un líder comunista, a los dos años escasos del triunfo de la Revolución Soviética, el rey de España pedía a la sacrosanta víscera que mejorase las condiciones laborales del proletariado.
A él, que era indiscutible soberano de España, con poderes por el momento absolutos para hacer su real gana, no se le ocurría ordenar a sus cortesanos la aprobación de unas leyes sociales en ese sentido. Prefería reclamar la realización de un milagro a la víscera celestial. Desde luego, era más cómodo y barato, y caso de que los proletarios siguieran padeciendo miseria, la culpa habría que achacársela a la falta de caridad de la bienaventurada víscera, sorda al requerimiento real. Por su parte, había cumplido el papel constitucional, nadie podría echarle en su cuenta el hambre de los asalariados.
Es llamativa también la referencia a que España era la herencia de la venerable víscera, porque no se tiene noticia de que se la hubiera dejado nadie. Asimismo sorprende la alusión a “todas las razas” que en 1919 habitaban en España, después de haber expulsado a los judíos, los mahometanos y los moriscos. Y el colmo de la desvergüenza es la apostilla acerca de la “adhesión a la monarquía” presentada como una característica de España: ignoraba, al parecer, que en 1868 su abuela Isabel II fue expulsada al exilio, y que si se restauró la monarquía en la persona de su padre fue gracias a la traición de un general, sin ninguna intervención del pueblo. En los párrafos finales, no copiados en la cita, se reitera la unidad entre la religión y la patria.
A continuación se llevó la hostia consagrada en un ostensorio de oro a la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. Al llegar allí, el cardenal primado impartió la bendición con la hostia, mientras las bandas de música interpretaban la Marcha real, y después se marcharon todos efectivamente.
Este esperpento fue representado en la España borbónica en 1919, pero también podría escenificarse hoy mismo, pasado casi un siglo, en la España borbónica de siempre.
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio