500 abriles: Comuneros contra el rey

500 abriles: Comuneros contra el rey

Arturo del Villar*. LQS. Abril 2020

La economía castellana se hallaba en crisis, a consecuencia de las guerras mantenidas por los Reyes Católicos. Y como siempre los obligados a resolver la situación era el pueblo con sus impuestos

Hace quinientos años los castellanos se alzaron contra el despotismo real

Hace ahora 500 años se produjo la rebelión de Castilla contra el rey Carlos I, continuada después en Valencia y Mallorca, dos territorios pertenecientes a la Corona de Aragón. Los dos reinos peninsulares más importantes se habían aunado en las personas de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, unidos en matrimonio en 1469 gracias una bula del papa Paulo II, porque eran primos: la endogamia practicada por los monarcas españoles ha sido la causa de su progresiva degeneración física y mental, lo mismo con la Casa de Austria que con su sucesora de Borbón. En este caso se trató de una unión personal, no política, puesto que cada reino conservó sus fueros y costum-bres.

Aunque los historiadores monárquicos ponen a Isabel y Fernando como auto-res de la unidad de España, y la dictadura fascista los exaltó hasta la más ridícula exageración, lo cierto es que ellos no tuvieron en mente esa posibi-lidad. Se trata de una de esas falacias repetidas con intención de presentar a los sucesivos monarcas como personas dotadas de gran inteligencia y sa-piencia, puestas al servicio del engrandecimiento de la patria, cuando la ver-dad es que únicamente persiguieron todos ellos el medro personal, sin im-portarles nada ni la patria ni sus habitantes.

La unidad de España se produjo por casualidad. Los esposos deseaban ser reyes absolutos de la península, y para ello primero combatieron a la nobleza, privándola de su poder feudal, y declararon después la guerra al reino la expulsión de los judíos de sus tierras, para que todos sus vasallos siguie-ran la misma religión. Por ese motivo el inmundo papa Alejandro VI les con-cedió en 1496 el título de Reyes Católicos, a ellos y sus sucesores. Ya en 1482 se había autorizado la implantación del terrorífico Consejo de la Su-prema Inquisición en Castilla y León, para quemar vivos a los disidentes. En eso debe de consistir el catolicismo para el papado.

La reina Juana

Al morir la reina Isabel I en 1504 designó heredera de Castilla y sus pose-siones a su hija Juana, que reinaría poco tiempo como Juana I, y es conocida como Juana la Loca. La habían casado en 1496 con su primo Felipe, archiduque de Austria, apodado El Hermoso. Llegaron a España en 1506 desde su residencia en Bruselas, y fueron reconocidos ambos como reyes de Castilla, con lo que Felipe I inauguró la Casa de Austria.

Falleció ese mismo año, se dijo que envenenado, en una extraña conjura, lo que obligó a Fernando a ocupar la regencia, ante los signos de desequilibrio mental advertidos en Juana. Ordenó en 1509 que la encerraran en Tordesi-llas, entre discrepancias por parte de los vasallos, que no estaban de acuerdo con esa apreciación particular, sin un dictamen médico fiable. La literatura primero, la pintura después y el cine finalmente han encontrado un filón en la historia de Juana y Felipe (1).

Por su parte el viudo Fernando II de Aragón quiso tener un heredero para su reino, por lo que desposó a su sobrina nieta Germana de Foix, de 18 años, con quien tuvo un hijo efectivamente en 1509, pero murió al nacer. Se dice que el empeño por volver a procrear le impulsó a consumir abundantes afrodisíacos, que le produjeron la muerte en 1516. Por ello no tenía otra heredera legítima que Juana, ya que sus numerosos bastardos no contaban. Está claro que no pensó nunca en unificar a España en un solo reino, sino en repartir las coronas entre sus hijos. La unificación se produjo por una casualidad histó-rica.

Carlos I, un rey impopular

Conforme a las costumbres monárquicas le correspondió heredar los tronos de Castilla y Aragón con todas sus vastas posesiones al hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, llamado Carlos. Nacido en Gante, fue educado por fla-mencos, que no le enseñaron ni una palabra castellana ni le facilitaron la me-nor noticia sobre la historia, la geografía y las tradiciones de los reinos he-redados. Se incorporó a ellos en 1516 con una corte de consejeros, asesores y servidores flamencos, ávidos de adueñarse del poder civil y eclesiástico, según costumbre de los políticos, lo que disgustó a los castellanos. Ordenó mantener el encierro de su madre en Tordesillas.

Debe tenerse en cuenta que Juana nunca fue depuesta por las Cortes, sino que figuró hasta su muerte en 1555 como reina de Castilla, con el mismo rango que su hijo Carlos. Fue siempre más querida que su hijo.

El rey Carlos I, por lo tanto, no se entendía con sus vasallos, porque ni si-quiera hablaba el mismo idioma que ellos. La incomprensión alcanzó el tono más álgido a la muerte de su abuelo Maximiliano de Austria, porque quiso convertirse en cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico. El cargo era electivo, de modo que necesitaba una gran fortuna para sobornar a los prín-cipes y obispos germanos electores en su favor. Además, debía viajar a Ra-tisbona para estar presente en todos los cambalaches previsibles, con su séquito digno de un futuro emperador. Necesitaba mucho dinero, y la única manera de conseguirlo consistía en quitárselo a sus vasallos.

Las Cortes castellanas en la época estaban formadas por procuradores re-presentantes de 18 ciudades, dos por cada ciudad. La nobleza y el clero no tenían cabida en ellas. En sí mismas las Cortes carecían de poder efectivo, se limitaban a votar favorablemente las propuestas presentadas por el monarca, y a proponer algunas cuestiones de su interés. Aprobaban los impuestos directos a pagar por los vasallos, aunque existían otros indirectos de los que se aprovechaban los reyes.

La economía castellana se hallaba en crisis, a consecuencia de las guerras mantenidas por los Reyes Católicos. Y como siempre los obligados a resolver la situación era el pueblo con sus impuestos. Cundía el malestar social de manera imparable. Además, a los castellanos les tenían sin cuidado los afanes imperiales de su rey, puesto que nada positivo podía deducirse para ellos en el caso de alcanzar la corona, sino que más bien podían preverse nuevas car-gas impositivas.

Carlos I convocó Cortes con la intención de obtener fondos para realizar sus planes imperiales. Pero los ciudadanos castellanos estaban muy hartos de soportar a los flamencos detentadores de todos los poderes públicos, de modo que la idea de subvencionar la aventura germánica de su rey les resultó escandalosa y anunciadora de males mayores para el futuro.

Rebelión contra el rey

Hace 500 años, el 16 de abril de 1520, los toledanos se opusieron a que sus procuradores se trasladasen hasta A Coruña, en donde estaban convocadas las Cortes. Fue un acto de rebeldía, que dio origen a las Comunidades de Castilla, y a una guerra civil entre los partidarios de someterse al poder real y quienes lo rechazaban.

Debe tenerse en cuenta que los comuneros en ningún caso pretendieron im-plantar una República, algo impensable en aquella España en aquel tiempo, sino que deseaban mantenerse fieles a la reina Juana I. Lo que rechazaban era el arte despótico de reinar manifestado por su hijo Carlos I. Las arengas lanzadas por los jefes militares siempre terminaban dando vivas a la reina Juana, reconocida como única soberana, aunque legalmente compartía el trono con su hijo.

La revuelta toledana se extendió ampliamente por Castilla, hasta Murcia, y fue adquiriendo carácter de ejército popular. El 5 de julio fue designado capitán general de la Comunidad de Toledo Juan de Padilla, que desde 1517 era capitán general del reino.

Padilla se entrevistó en Tordesillas con la encerrada reina Juana, para pro-ponerle que reconociese a las Comunidades mediante un documento firmado por ella, pero se negó a tomar ninguna medida de ningún tipo. Era lógico que su salud mental se hallase verdaderamente deteriorada después de tan largo confinamiento, y aunque pareció seguir atentamente las explicaciones dadas por Padilla, no quiso aceptar su propuesta.

El 1 de agosto las ciudades pronunciadas constituyeron en Ávila la llamada Santa Junta, para que dirigiese las operaciones, aunque de hecho fue Valla-dolid la capital de los comuneros.

El movimiento de las Comunidades era estrictamente popular, de modo que los llamados nobles y los clérigos se oponían firmemente a él. Rechazaban dialogar nada con los revoltosos y deseaban destruirlos totalmente, para reforzar el poder real. Siempre que las dos españas tienen oportunidad de enfrentarse a muerte, una ha de ser aniquilada.

El 25 de febrero de 1521 los comuneros tomaron la villa de Torrelobatón y se hicieron fuertes en ella. Pero surgieron, como de costumbre, disensiones entre los mismos conjurados, respecto a las decisiones preferibles para continuar la guerra. Por su parte los realistas montaron un campamento en Peñaflor de Hornija, con la idea de asaltar y aniquilar a los rebeldes contra su rey. El 23 de abril los dos ejércitos se enfrentaron en Villalar, bajo una lluvia torrencial que dificultó las operaciones. Es cierto que llovía sobre los dos ejércitos, pero los realistas estaban más disciplinados, en tanto los co-muneros actuaban por su cuenta, una característica habitual a lo largo de nuestra historia.
Al día siguiente los jefes de la revuelta, Juan de Padilla, Juan Bravo y Fran-cisco Maldonado fuero decapitados, con lo que empezó su gloria, por ser los héroes que se atrevieron a oponerse al despotismo del rey Carlos I, además titular del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V, el hombre más poderoso de Occidente. Su aventura había durado un año exactamente.

Nota de Redacción:
1.- Esto es rumorología… Lo de que envenenaron a Felipe el Hermoso lo dijeron los de Flandes, o sea su familia ¿Qué dictamen médico había para declarar a alguien loco?

#Comuneros de #Castilla #Villalar2020

Imagen de portada: Ejecución de los comuneros de Castilla, de Antonio Gisbert (1860)
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
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