7 – 9 de junio: correspondencia de cuarentena
Luz Modroño*- Enriqueta de la Cruz*. LQS. Junio 2020
Décima entrega de este hilo de la correspondencia entre Luz y Enriqueta, un hilo epistolar rojo, republicano, que es de hablar claro. Volcando ahí de forma personal sus observaciones, inquietudes, deseos de colaborar con lo que saben hacer, aquí nos comparten este mundo epistolar creado entre ellas dos
– Primera correspondencia 14-16 de abril
– Segunda correspondencia 14-16 de abril
– Tercera correspondencia 28 de abril-1 de mayo
– Cuarta correspondencia 13-19 de mayo
– Quinta correspondencia: 20 de Mayo
– Sexta correspondencia: 22 – 24 de mayo
– Séptima correspondencia: 26 – 30 de mayo
– Octava correspondencia: 31 de mayo – 2 de junio
– Novena correspondencia: 3 – 4 de junio
VOZ DE ENRIQUETA
7 de junio
Miedo, siguen dando, hasta que nos plantemos. El miedo es lo peor, pues paraliza y atonta. Y es de un victimismo acomodaticio que eso sí que da miedo. Es refugio de toda impotencia aparente.
He estado triste estos días que no sabes nada de mí, me he retrasado con responderte y he estado pensando en la cantidad de miedo… Repuntes no ha habido muchos más, aunque ni las cifras, ni poco ni mucho, puede creerse a estas alturas. Manda el turismo y la salud mental de personas que nos hemos ya educado en todo lo quiero y el de repente… Y el consumismo y la evasión.
He reflexionado sobre lo que me dijo un gurú hace años de que todo iría más deprisa y como ha sido y si es posible ahora nacionalismo, ralentizar, decrecimiento y venga de fronteras, incluso mentales, las que provoca el miedo. Y creo que no, todo irá para adelante, aún cuando haya baches. El tiempo, los tiempos, no se detienen.
Y ni las tristezas, experiencias personales, duras como otras miles de muchas de estos días que hacen crecer y tirar como sea, pero para adelante…
He pensado mucho en ese miedo. No se puede permanecer en una ciénaga, porque desde esa quietud, ese lodo, no se avanza.
No sé si nuestros antepasados… Si no hubieran asaltado las residencias al saber que iban a ser dados a la tumba los suyos, así, tan bonitamente. Si no hubieran ido a verlos pese a las prohibiciones porque son nuestros viejos… No sé hasta qué punto hemos sido tan cobardes y sumisos porque es más cómodo creer todo y obedecer a miserables… Que aceptemos ni por una pandemia tanto y tanto… Que unos peques que quieren ahora des-socializar, preparar para un mundo diferente vayan a estar aislados lo que manden, o ¿quién sabe? Quizá pronto inventen otro peligro para que les dejemos morir solos, aislados, sin una caricia siquiera de consuelo. Dije hace mucho en Radio Vallekas que vienen de nuevo a por nuestros hijos… Que aceptemos incluso el término nueva normalidad y otros palabros que definen ya lo que pretenden poderes que permanecen en la sombra y a los que miles de políticos obedecen, no a los que les votamos, qué va…, a esas sombras… Ése es el terror… El miedo absoluto…
Que le dijeran a uno de Almendralejo o Medellín (pueblos extremeños -bravos todos los extremeños) que no pasaban por ahí, ya lo dijera el mismísimo Moctezuma con el que de primeras fueron solo al trueque y al oro, según refiere el cronista que lo vivió Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la Nueva España. Pues que le tocaran las narices… O a un vasco, asturiano, o lo que sea, francés, lo que sea… Que soy internacionalista, ¿eh? Pues que Carlos V, el de las guerras y el derroche a los de Holanda (que aún nos castigan por el recuerdo…) les fuera a masacrar… Pues nada, que piratas salieron así como lo cuenta muy bien Bernardo Fuster en Los hermanos de la Costa, cómo fue esa rebelión. Libro precioso sobre la libertad y los libertarios, por cierto…
Chica, había sangre en las venas, rebeldía… Hubo pacífica rebeldía, que ahí tienes a Ferrer i Guadia, masón, anarquista, fundador de la Escuela Moderna, que la enseñanza para mí es la revolución más evolutiva y eficaz…
No seré yo quien haga loas algunas a la llamada conquista y demás, que menudas peloteras tengo con una mexicana por eso mismo, porque tengo muy claro lo que hicimos allí, de tan malo, lo peor… Pero que la gente era de otra condición y hay que desenchufarse de teles, de ruedas de prensa, de tanta realidad virtual y tanto casino, por cierto, aunque dejemos sin puesto al ministro de Consumo, que está quedando para mí a la altura del betún, la verdad…
Habrá que ser provocativos-as, otra vez y dejar las pesadillas en la almohada y pasar de que nos protejan tanto y de proteger a tantos niños de 40 y más años. Que esto va a parecerse a lo de esos japos que crían críos a los que hay que dar la comida líquida porque ya, ni mastican.
Yo misma me voy a bajar a la playa hoy que es domingo, y estoy ensayando este año lo de mirar eso de las contradicciones y recomendar a todos el hacérselo mirar…
Siento a Madrid, el que me llega a través del teléfono, crispado, muy politizado.
Hace tiempo, con la crisis anterior -porque fue del recopete-, yo vendí mi casa medio pagada a sangre y sudor y lágrimas de currar jornadas dobles, dejé mi ciudad, elegí el monte no sin sacrificio, una casa modesta, barata y el medio de la casi nada, pero linda que me encontró a mí sin pensárselo dos veces, con su naturaleza, sus bichos bola, crueldades de la naturaleza como gatitos cazando ratones y pájaros que se caían den nido sin remedio y yo misma en el medio de todos esos que habían llegado antes y de árboles que me precedieron y vivieron sin mí y me sobrevivirán tan ricamente…
Las he pasado p…, muy apretada, cortando con mi yo urbanita y de relacionarme… En físico, con abrazos y besos, en abierto, que es lo que mola y que me revientan cada vez más las personas concha que marcan tantas distancias, como les interesa a cada rato… Y te advierto que así, saliendo de la zona de confort que llaman los cursis, se aprenden muchas cosas. Vi a mis verdaderos amigos, que estaban y vinieron a ayudarme y los que no…: amistades vanas… Y al gran Madrid fascista antes de que se manifestara pavoneante, como al gran Madrid de esos peazo sanitarios y otras gentes como tú, como los amigos de loquesomos, como mis editores… En fin, gente que retrato en Despertando a Lenin, mi última novela. Pero que lo veía venir, porque aquí, en el monte, como en el Walden de Thoreau, ni me inspiraba… Tenía que ir de vuelta a Madrid para crisparme, chica…
Y ahora sí, la casa, este terruño, está amortizado, que digo yo, porque en esta cuarentena nos ha servido y mucho y nos ha dado todo: luz, sol, cromoterapia, espacio. Pero habría que verse sola, la luna y yo, con mis contradicciones y penas, mis apuros, sola, sí, tantas veces por la mierda de la crisis y el malvivir en una multinacional de la que me fui medio malita ya, un asco llamado cia de tecnología punta, una putrefacción completa del periodismo, donde ¿cómo llevar la imagen de eso una vez sabido eso que escondía…? Lo pregunté a un abogado, eso de la clausula de conciencia, porque era semipública la cosa y de más que no se sabe, pero nada, tuve que negociar con una medalla de Ché al cuello y una camisetita de peces, con muchos juntos que se comían al gordo y que el jefe de RR.HH. no paraba de contar… Y, en fin, porque por los sindis no pasé, que no me fiaba…
Te quiero decir todo esto porque ahora es esto de colores y sí, me bajo hoy a la playa a ver el panorama y recoger cosillas para seguir contando cómo se comporta el personal ahí abajo, pero hasta ahora solo veía cabras y ovejos, y mira, mucho mejor que los ovejuelos otros. Por eso te digo…
He hecho crochet, tartas, pan, de ama de casita, como todos o casi todos en esta cuarentena… En este sitio. Pero nada de alienaciones ya. Toca currar ese lo que sea del mañana desde lo físico y con valor… Desde donde las circunstancias lo requieran…
Como esos sanitarios que le han echado narices y han mandado a paseo el premio princesa de aquel lugar que no tiene la culpa pero es lugar donde se inició la reconquista, ese donde está Covadonga, de ahí ser princesa de tal y tal, que debían explicárselo a la niña explotada hoy, pero, si nada lo remedia, mañana otra de tenérnosla que quitar de encima, que ya apuntará maneras, supongo, dicen, hasta con las compas del cole, que ella es otra cuello estirada…
Pero también, y cómo, ese lugar de los corajudos de la revolución de Asturias, de los mineros que conocí y admiro…
O sea… Los sanitarios han pedido a los reyes que menos de bromazos y más de devolver lo robados, y ya son varios los que les están diciendo a la cara que se han quedao sin na que hacer, si es que hacían cosa alguna… Que ya son un estorbazo carísimo… Y pesado como un plomo.
Mientras escribo esto llama un tipo por teléfono para hablarme de La Biblia. Yo le deseé felicidad y reflexión sobre lo de pisar tierra de aquí, que ni La Biblia se puede predicar así… sin tocar ejemplo, sin verse las caras en covadongas varias… Me pregunté si no sería un estafador cualquiera que aprovechando… ¿Y no es lo mismo? Estamos rodeados de estafadores, Luz. Despertemos a tu bonito nombre…
VOZ DE LUZ
9 Junio
Hola, querida amiga. Hablar contigo siempre es descubrir nuevos matices a las cosas. Hablas de miedo. Sí, por eso las cosas son como son. Miedo de unir las manos porque somos más. Pero también falta de conciencia y también desconfianza. Refugio de impotencia, que no sé si es aparente. Creo que es más una creencia de impotencia, errónea por demás, como la historia ha evidenciado tras cada revolución. Alimentada, sin duda, por credos y sables, pero cuya combinación forma un cóctel paralizador. Y, al recuerdo, la obra de un masón español, otro masón como tu citado Ferrer y Guardia. Este no fue fusilado pero sí acallado y relegado durante muchos años a la lista de autores prohibidos, un valenciano que con su pluma trató de dar visibilidad a los que sufren, a los que viven en situación más precaria, a los desfavorecidos, a los ignorados. Me estoy refiriendo a Vicente Blasco Ibáñez, de nombre masónico Dantón. Hay autores que nunca dejarán de ser plenamente actuales, cuyas letras parecen atemporales. Y en España, quizás debido a nuestra propia historia, tenemos un buen ramillete de ellos. Muchos, masones. Pero de la Masonería en España hablamos otro día.
Estos días ando trastornada. No sorprendida, porque la violencia estructural es producto de esta sociedad tan profundamente injusta y desigual y en cualquier rincón asalta con furia. Pero sí trastornada porque es difícil soportar tanta violencia, tanta iniquidad.
Falta el aire. Los minutos pasan deprisa y el aire no entra. Aprisionado por una rodilla sobre el cuello. Una rodilla sobre el cuello es una frontera inclemente para la vida. Se escapa. La voz, un grito de auxilio saliendo de una garganta rota, apenas audible. Aire, aire, quiero vivir, no me mates. Es una súplica que quien mata no escucha. Pero el aire no encuentra el camino, la súplica, convertida en letanía, no tiene quien la escuche. Y una agonía lenta da paso a la muerte que, por fin, llega. Un muerto más, un negro menos. Veinte dólares tuvieron la culpa. Su intento de robo fue su sentencia de muerte. Muerte lenta y cruel, que esta vez no va a quedar impune.
La gente está harta. Y furiosa, con esa furia que sale de las entrañas, acumulada tras años y más años de exclusión, de ninguneo, de segregación. Porque, si bien es cierto que la esclavitud fue sobre el papel y la legalidad suprimida, la verdad es que sigue presente, sigue marcando la vida de miles y miles de personas. No es el primer crimen cometido contra una persona por el color de su piel. Las estadísticas sobre la aplicación de la pena de muerte dejan bien claro sobre quiénes recae mayoritariamente esta pena horrible que no es sino un crimen de Estado. Violencia sistemática en la calle, en los centros laborales, en los guetos, en las escuelas… Violencia estructural que sigue marcando la vida de los americanos. Porque los afroamericanos son tan americanos como los antepasados de los blancos, sólo cambia el origen y la procedencia. Los primitivos, los aborígenes, fueron prácticamente exterminados, confinados en reservas, arrancados de su cultura, diezmados.
Hace algunos años, hallándome en EEUU, pregunté dónde estaban los indios. Me resultaba difícil asimilar que no hubiera quedado ni uno sólo. Y sí, había. En los bares, despojos humanos que hoy sirven de chanza, entretenimiento y diversión para los conquistadores. Alcoholizados, sumidos en la mayor de las desesperanzas y en el abandono. Espectros del recuerdo. Testimonios de destrucción.
Sobre esos despojos fue construyéndose la mentalidad de los americanos de hoy. Migrantes en busca de una vida más fácil que hoy niegan ellos mismos olvidándose de sus orígenes. Qué flaca y peligrosa es la ausencia de Memoria. Construida sobre la creencia de la legitimización de la desigualdad, de la superioridad natural de unos seres humanos sobre otros. Historia de violencia y ocupación, de segregación, de destrucción. Una nación construida sobre el exterminio, como tantas otras, por otra parte, como la Israel de hoy. Primero, sobre los propios aborígenes, después, a base de guerras e invasiones, vendrían Cuba, Filipinas y tantas otras islas del Pacífico y, ya en los últimos tiempos, los países árabes, Afganistán, Irak, Siria.
Ningún continente quedó sin ser pasto de la ambición del sueño americano. Ni Asia, ni África. Anteponiendo la lucha del más fuerte sobre la solidaridad y la fraternidad, del individualismo darwiniano sobre la cooperación. Enarbolando la bandera del triunfo de la competencia y la lucha por llegar antes, por llegar más, sobre la de la cooperación y la solidaridad. Una nación que aún hoy es capaz de tener como gobernante a un ser como Donald Trump, que identifica lo republicano con lo más reaccionario, un país que sigue manteniendo la pena de muerte, la sanidad privada y el uso libre de armas.
La gente se rebela. No es patrimonio de tiempo alguno este espíritu de rebeldía que anida en el corazón de los seres humanos. Ejercicio de la provocación. El asesinato de Floyd ha sido una espita que, al abrirse, ha dado rienda suelta a la indignación acumulada, a la rabia. La gente está expresando ese hartazgo en las calles y las plazas de medio mundo. Un asesinato que ha traspasado fronteras y se ha convertido en un icono, una bandera. Porque ya no es la protesta contra el asesinato de George Floyd. Es el grito universal y unido contra la injusticia, la desigualdad. Pero me preocupa sobremanera que sea solo un grito de rabia que muera como
comenzó. En estos días, en los que ya se empieza a hablar del regreso a una nueva normalidad -a saber de qué hablamos cuando hablamos de nueva normalidad- y de la necesidad de cambiar las bases de este mundo, de lo que hasta ahora era la normalidad, debe ser obligado abogar por la justicia y la igualdad. Justicia que debe trascender al propio ser humano. Porque el sostenimiento de nuestro mundo pasa –repito una vez más- por el sostenimiento del resto de seres.
El asesino tiene cara y tiene nombre. La cara, la de un policía incapaz de entender que está al servicio de la ciudadanía y que esta no tiene color. Pero tiene también nombre: el de la desigualdad, el racismo, el odio, el desprecio a la diferencia, al ser humano el del desprecio a la vida. Debajo de ese uniforme manchado de sangre late el alma de una sociedad profundamente enferma. Y bajo el grito contra ella, el de la buena gente capaz de levantarse unida contra tanta brutalidad.
La muerte de Floyd -el asesinato, mejor dicho-, que estos días ocupa las portadas de todos los periódicos, no es más que la punta del iceberg de este mundo que no aguanta. Porque no es más que una expresión más de este mundo que tantas condenamos y que ya no se sostiene. Sin embargo, hay dos cosas que me gustaría comentar. Ambas relacionadas pero sobre las que creo que hay que pararse un momento.
Esa violencia de la policía americana no es ni exclusiva de América ni de la policía americana. No olvidemos que en España tenemos una ley contra la libertad de expresión y manifestación, denominada “ley mordaza”, elaborada y firmada por el entonces presidente de este país, Mariano Rajoy. Corrían tiempos de recortes masivos y protestas en las calles contra ellos.
Recortes de servicios esenciales y únicos para garantizar este modelo social, cada vez menos consolidado, tristemente, que fue el llamado Estado de Bienestar, uno de los inventos europeos para proteger a las personas. Recortes que la ciudadanía, o una parte importante de ella, vimos amenazantes antes de la amenaza que en estos días hemos vivido tan real y mortífera. Recortes en la educación y la sanidad. La ley Mordaza pretendía acallar las protestas. En estos días hemos podido comprobar el porqué de esa protesta aunque los gobernantes responsables sigan en sus trece. No van a renunciar a los pingües beneficios que les supone jugar con la vida y la muerte de los ciudadanos, no van a reconocer la abrumadora responsabilidad contraída, que, como ya estamos viendo todos los días en ese esperpéntico circo del Parlamento, más parecen querer convertirlo en eso que en dignificar el espacio donde se decide la vida de casi cincuenta millones de personas. Los herederos de aquéllos siguen amenazando con las privatizaciones. La Ley Mordaza sigue sin ser derogada.
Esa amenaza de Trump contra los manifestantes tampoco es una amenaza solo contra los de EEUU. Esa violencia que se mofa constantemente de los derechos humanos, que se vale del miedo y de la amenaza en primera instancia y de la muerte concreta en segunda, ese odio a lo diferente, ese racismo que ve en la otra persona un color y no un ser humano, no es única de EEUU. Por el contrario, recorre todo el globo porque se sustenta en ella y se alimenta de ella.
No hace falta aguzar la mirada para darnos cuenta. Aquí mismo, en nuestro país, en España, tenemos un claro ejemplo de ello. Basta ir a los campos de Huelva, de Almería, de Murcia… para entender esta verdad. Trabajo duro, hecho por los que nadie quiere hacer. Una hipocresía que encierra realidades consentidas. Desde el comienzo de la pandemia, miles de personas cuyo trabajo produce pingües beneficios han seguido trabajando. Los campos de Huelva, Almería, Murcia… están siendo sacados adelante por miles de personas sin contrato, a las que se niega incluso una vivienda digna. Y qué no decir de un horario o de un salario digno. En condiciones infrahumanas, rayando la esclavitud. Miles de mujeres y hombres que viven bajo segregación y explotación. Sin derechos de ningún tipo, sin esperanza de tenerlos.
Entregas anteriores:
– Primera correspondencia 14-16 de abril
– Segunda correspondencia 14-16 de abril
– Tercera correspondencia 28 de abril-1 de mayo
– Cuarta correspondencia 13-19 de mayo
– Quinta correspondencia: 20 de Mayo
– Sexta correspondencia: 22 – 24 de mayo
– Séptima correspondencia: 26 – 30 de mayo
– Octava correspondencia: 31 de mayo – 2 de junio
– Novena correspondencia: 3 – 4 de junio
* Las autoras de la correspondencia:
– Luz Madroño es profesora de Historia en Secundaria, es doctora en Psicología, psicóloga, por tanto, que también que en estos momentos echa una mano al que puede y necesita; es activista social, trabaja por los derechos humanos a pie de obra y recientemente ha llegado de Lesbos, en ese lugar donde los refugiados se debaten entre el vivir o vivir, porque hay que sobrevivir, porque llegaron de un infierno para meterse en otro, pero no se rinden. También Luz está vinculada a la UNESCO desde su presidencia del Centro en Madrid, donde organiza estupendas jornadas. Feminista, mujer de mundo, honesta… Y mucho más.
– Enriqueta de la Cruz, es escritora y periodista. Cinco novelas publicadas enraizadas en Memoria Histórica, presente y nuestro futuro. La última: Despertando a Lenin, de reciente aparición y dos libros de conversaciones con el republicano y ex presidente del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, César Navarro, psiquiatra, humanista, políglota y sobre todo, buena y culta persona. La última, Tiempos de plomo y ceniza, acaba de salir de imprenta. Colaboradora en LoQueSomos y otras Web alternativas, enormes grupos de gente imprescindible, a la que admiro por ser luchadora, comprometida.
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